Por lo que se refiere al segundo libro, El siglo XX en pantalla , Shlomo Sand, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Tel-Aviv, define su trabajo como un relato político-cinematográfico de los grandes acontecimientos y procesos políticos del siglo XX: la Primera Guerra Mundial (capítulo II), la revolución rusa (capítulo III), la crisis del 1929 (capítulo IV), los fascismos (capítulo V), el holocausto (capítulo VI), la guerra fría (capítulo (VII), la descolonización (capítulo VIII) y, previo a todos ellos, una reflexión sobre cómo el cine ha retratado el mundo de la política en las sociedades democráticas (capítulo I). El autor es consciente de que deja fuera otros hechos históricos igualmente transcendentales, como pueden ser la emigración, la identidad sexual o el racismo. Asimismo, advierte que la mayoría de estos acontecimientos se ilustran con películas de Hollywood y europeas, dado el predominio de Occidente en esta industria.
El libro se cierra con un epílogo metodológico que recuerda las aportaciones de historiadores como Marc Ferro, Robert A. Rosenstone y Hayden White. Este último acuñó el término “historiofotografía” para referirse a los trabajos que, como el Shlomo Sand, se ocupan del tratamiento que el cine da del pasado, esto es, cómo las películas explican la historia y construyen imágenes del pasado introduciendo manipulaciones, heroicidad, sentimentalismo, etc. Por cierto, en la bibliografía no se deja constancia de que están traducidos al castellano varios de los libros que se citan, entre ellos, los dos textos más importantes de Marc Ferro y Pierre Sorlin.
En concreto, Shlomo Sand señala en la introducción que adopta un “enfoque enciclopédico”, esto es, estamos ante una narración erudita en la que los acontecimientos políticos más importantes del siglo XX se comentan a la luz de las películas que se ruedan en ese momento (cine testimonial) y de las películas que posteriormente tratan de dicho suceso de una forma más o menos crítica (cine histórico), pues entiende que hay cineastas que pueden considerarse como verdaderos historiadores. Por más que ese “enfoque enciclopédico” sea una propuesta un tanto vaga, el libro tiene su valor. Después de todo, el cine es el texto histórico más consumido. Si la mayoría de los ciudadanos construye su imagen del pasado a partir de películas como Troya (2004), Alejandro Magno (2004), Gladiator (2000), Piratas del Caribe (2002) o Gangs of New York (2002), necesitamos estudios como éste que contextualicen las películas y expliquen cuánto tienen de históricas.