<< 1 2 3 >>

El domingo día 2 de mayo llegaba otro de los platos fuertes del festival, el Hall del CCBB se quedaba pequeño esperando ver el film del tailandés impronunciable Pen-Ek Ratanaruang, The Last Life in the Universe. La película no decepcionaba en absoluto, con una puesta en escena impecable, en parte gracias al siempre magnífico trabajo de Christopher Doyle (habitual director de fotografía de Wong Kar-wai) y más allá del hermético título, The Last Life in the Universe nos adentraba en la tormentosa experiencia vital de Kenji, protagonizado por uno de los actores japoneses con más tirón entre el público (sobre todo femenino), el siempre estupendo Tadanobu Asano, que dando vida a un introvertido bibliotecario con cierta tendencia al suicidio está más que convincente. Tras un inicio muy próximo al yakuza eiga donde Kenji pierde a su hermano (atención especial al cameo del outsider Takashi Miike), el protagonista conocerá a la que era novia de éste y se iniciará una especial relación entre dos almas que vagarán unidas buscando una salida a ese entorno que les es tan extraño. Tras la proyección, la cuarta película en la filmografía de Pen-Ek Ratanaruang (con excelentes títulos como 6ixtynin9, 1999; o Monrak Transistor, 2001) se situaba como una de las favoritas a los galardones finales.

La sección oficial no descansaba y el lunes día 3 se abría con la coproducción china-taiwanesa Drifters de Wang Xiaoshuai. Excelente film del director de La bicicleta de Beijing que ahonda en la problemática de la emigración, la repatriación, las oportunidades perdidas y los sueños rotos. Wang Xiaoshuai teje un discurso ciertamente crítico, eenfrentando cara a cara esa oficialidad política que habla de apertura, modernidad y crecimiento con la situación desangelada, cercana al abandono, que sufren muchos habitantes de las zonas más periféricas.

El martes día 4, dos nuevas películas saltaban a la palestra del concurso. La primera, dirigida por el joven director japonés Nobuhiro Yamashita, que bajo la etiqueta de comedia nos presentaba Ramblers. Un film, por momentos ciertamente desconcertante que parecía reinterpretarse en cada secuencia, ya fuese como vehículo cinematográfico sobre la incomunicación, como una oda a la amistad, un reflejo sobre los pormenores de los realizadores independientes japoneses, una peculiar visión del actual Japón tras la crisis económica, o como una parodia sobre las grandilocuentes películas que con su mensaje pretenden llenar de sentido metafórico el tema del que tratan (y que por lo general suele ser mucho más trivial y liviano de lo que se desprende de las imágenes).

En Ramblers no encontramos punto de inflexión, ni una complicada trama que nos haga estar atento a ella, ni giros inesperados, quizá un lento giro (como la vida misma) centrado en la relación entre los dos protagonistas, que pasan de ser completos desconocidos a entablar una relación íntima de amistad. En definitiva, película contemplativa, ciertamente recomendable, y es que debe ser francamente difícil realizar un film sobre el aburrimiento y que a su vez no resulte tedioso.

La segunda película a concurso de ese día fue la roadmovie Vibrator, dirigida por Ryuichi Hiroki y protagonizada por el conocido Nao Oromi, uno de los actores jóvenes japoneses más cult del momento (recordado por encarnar el personaje de Ichi en el hiperviolento y psicótico Ichi the killer de Takashi Miike).

El film narra las peripecias de Okabe y Rei (excepcional el trabajo de la actriz Shinobu Terajima) a modo de viaje iniciático donde los protagonistas acabarán sumergidos en una búsqueda por encontrarse y situarse a sí mismos. Film con ciertas ideas análogas a Ramblers, nos vuelve a proponer una disección minimalista y algo retórica de la conflictividad entre una juventud japonesa aislada, en apariencia hastiada y perdida, frente a un entorno que les es hostil e incomprensible. Temática muy extendida en el cine japonés contemporáneo si atendemos, entre otros, a algunos de los trabajos alejados del shojo-manga de Shunji Iwai (Picnic, Swallowtail & Butterfly, All About Lily Chou Chou …) o las demoledoras y desasosegantes Blue Spring, Love and Pop o Bounce K-gals donde la representación de una generación perdida e irreverente con los referentes sociales o paternales es más que evidente.

Al día siguiente se presentaba la bella parábola china South of the Clouds de Zu Wen, reservándonos en parte, para el estreno del viernes, la última película del reconocido director tailandés Tsai Ming-liang. Good Bye, Dragon Inn fue acogida con cierta disparidad de opiniones. El ejercicio minimalista con el que se habían desarrollado sus últimos trabajos, sobre todo en la excelente What Time Is It There? (2001), son llevados a su máxima expresión en Good Bye, Dragon Inn. Estéticamente impecable, mérito sobre todo del director de fotografía Liao Ben-Bong, el film es un homenaje al cine y a sus habitantes, a todos los rincones oscuros de las salas de proyecciones. La alusión del título, al clásico wuxia taiwanés Dragon Inn, es todo un epílogo en sí mismo y rememora de forma nostálgica tiempos mejores que han pasado y ya no volverán. La apuesta de Tsai Ming-liang es francamente arriesgada, de difícil digestión, al ofrecernos un film prácticamente mudo que apasionó y disgustó a partes iguales.

El festival se clausuraba el sábado día 8 con la proyección en la Rambla del Raval del bollywood Raghu Romeo, pero sin duda la triunfadora oficial del certamen fue la sorprendente Shara. Excelente película de la japonesa Naomi Kawase, Shara es un retrato intimista, lejano y a la vez reconocible a nuestros occidentales ojos que se culmina magistralmente con cierto aire de esperanza romántica. Los gemelos Kei y Shu viven en un barrio antiguo de la ciudad de Nara, donde su familia se dedica desde hace generaciones a la fabricación artesana de tinta china. El día de la fiesta local, en pleno verano, Kei desaparece repentinamente, mientras los gemelos jugaban en una calle. A partir de este momento, la directora nos muestra con desgarro pero sutilmente el drama familiar en torno a la pérdida inesperada de un hijo. Todo ello expresado a través de magníficos planos- secuencia que se cortan abruptamente para sorpresa del espectador. Ganadora merecida, aunque creemos que se podría haber otorgado ex-equo conjuntamente con la también japonesa Vibrator, este galardón y el conjunto de la sección oficial (de una altísima calidad) demuestran que la apuesta del BAFF por el cine de autor es acertada.

<< 1 2 3 >>