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Habiendo tantos films sobre la última dictadura militar en Argentina, ¿cuál podría ser el aporte de esta última realización de Piñeyro? No intenta ser una lectura histórica. Se trata más bien de un relato intimista, llegando al público desde otro lugar. Poniendo menos el acento en lo ya dicho por otras películas, filmando desde los rincones de una casa. Es un relato original. Recreación de una conciencia y una atmósfera, haciendo referencia a un hecho histórico pero intentando más bien recrear unas sensaciones, unos espacios, unas visiones. Recordar para no olvidar. Recrear para no olvidar. Pero sobre todo subrayar una ideología, un mensaje. Ese mensaje es Kamchatka.

El relato, llevado a cabo por un niño 1 (Matías Del Pozo), cuenta las angustias de una familia que debe huir de su casa por la amenaza del nuevo régimen militar iniciado en Argentina en marzo de 1976. Sus integrantes se refugian, de momento, en una quinta que le prestan unos desconocidos (en realidad, amigos de amigos de amigos, una cadena de relaciones anónimas). Esperando que toda esa pesadilla pase, adoptan una nueva vida: nuevos nombres, nuevos hábitos, el cambio de escuela laica a una parroquial (en el breve espacio que aparece la referencia a la Iglesia es original cómo es presentada: siendo un agente protector de los derechos humanos y no como cómplice de la dictadura). Su padre (Ricardo Darín) comienza cambiando el apellido original por el de Vicente y su nombre por el de David (en alusión a David Vincent de la serie televisiva "Los invasores"). El niño adopta para sí el nombre de Harry por Houdini (ha encontrado un libro que cuenta su vida y esto le ha fascinado). Otro tanto hacen su madre (Cecilia Roth) y su hermano pequeño (Milton de la Canal), quien se hace llamar Simón (por la serie El Santo). Mientras la situación se los permita, salen de la casa, al menos para buscar los elementos necesarios para vivir. Un día se van hacia el sur de la provincia de Buenos Aires a visitar al abuelo paterno (Héctor Alterio) en su cumpleaños. A diferencia de la casa prestada, una catacumba al nivel de superficie, este es un hogar muy luminoso, con bellos paisajes, un paraíso. Al volver se encontrarán con novedades y allí tomarán una decisión sobre el destino de sus vidas.

El film recurre a tres metáforas lúdicas continuamente para desarrollar su mensaje: a un muy conocido juego de mesa (el T.E.G.: juego de guerra y estrategia), a una serie televisiva (Los invasores, seres extraterrestres) y a Ehrich Weiss alias Harry Houdini (mago y escapista).

Comencemos por la segunda. Al inicio del film, Harry se encuentra en la escuela en medio de una clase de ciencia sobre el origen del universo, desde las células hasta el hombre. Un proceso científico racional. Contrapuesto a esto, el surgimiento de regímenes dictatoriales como un proceso irracional, inexplicable. Militares marcianos, venidos de otro planeta. Asociación de adulto en boca de un niño. Para ilustrar esto aparece, en la siguiente escena, David Vincent y fragmentos de la serie televisiva "Los invasores", figura de la presencia militar alienígena y alienante. Es una buena metáfora, ingeniosa, pero que le quita consistencia y conciencia histórica al film: 2

los militares aparecieron en Argentina a modo de invasores salidos de la nada. Le quita responsabilidad protagónica al resto de la sociedad, y por otro lado encubre la complicidad de los políticos del momento (organizadores de aparatos paramilitares dentro de un gobierno democrático, anterior a la dictadura) y de tantos actores sociales que fueron protagonistas. Es una visión maniquea, válida en primera instancia, pero no tanto a medida que pasa el tiempo y se reclama una explicación y representación más sólidas. Ello implica un compromiso y un riesgo político. El director no quiere arriesgarse, quiere tener aceptación. No es casualidad que muchos lo consideren uno de los argentinos más exitosos (comercialmente). De hecho cuenta para esta película con la participación de actores como Darín y Roth, figuras fuertes que colocan fácilmente al film en el mercado.

En Houdini, el niño ve tal vez la solución-fantasía para zafar de esa situación histórica que le ha tocado vivir: aprendiendo a desatar nudos podría mágicamente liberar a su familia. Esta confianza o esperanza en la magia (visión del niño) se encuentra en el mismo contexto de la interpretación de la dictadura militar como un acontecimiento extraterrestre.

El juego de estrategia (T.E.G.) es como un entrenamiento que recibe de su padre: cómo pelear y ganar guerras. Uno de los países que forman el mapa del juego es justamente Kamchatka. Y aquí estará la clave del film, al menos su mensaje principal.

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NOTAS Y REFERENCIAS

1. Que el relato sea llevado a cabo por el niño no implica que el punto de vista sea el del mismo niño. En su discurso hay elementos adultos que parecen más bien la lectura del pensamiento del director que la propia visión del infante. El director nos cuenta que el niño relata.

2. Si ya la dictadura implicó todo un proceso traumático de ocultamiento de muchas verdades (los NN como su epítome), no parece conveniente evocar los comienzos de ese proceso mediante otro ocultamiento, el de su origen histórico. Recordar puede ser también una forma de olvidar.

No se trata de si el director tiene libertad de expresión o no para omitir una verdad histórica o utilizar recursos metafóricos. Se trata más bien de saber a qué se debe esa actitud. Para el niño los militares pueden ser, en su universo infantil, invasores extraterrestres. La cuestión es si para el director también. Como se cuestiona en la nota 1, en algunas oportunidades el punto de vista no coincide con el sujeto que está relatando (el niño). En este caso concreto, parecería que el director busca lograr un golpe de efecto más que mostrar lo que el niño imagina o interpreta.

Además cabría señalar la existencia de un imaginario social que piensa como el niño: la dictadura militar de 1976, un hecho abrupto que invade la historia de Argentina. Tal vez sea una forma de encubrimiento poner a un niño a relatar el pensamiento adulto. De esta forma, siendo niño, no es necesario ni obligado asumir responsabilidades de adulto en el proceso histórico, es más, se está exceptuado (todos somos niños y no tenemos responsabilidad frente a los sucesos de 1976; todos somos niños y podemos quedarnos en el lugar de la queja y, en cuando sea necesario, pasar al de la exigencia).

Modificando lo dicho en la nota 1, tal vez no sólo sea un niño el que relata sino también el que desarrolla el punto de vista. Pero se trata de dos niños diferentes. Uno de ellos es la representación de la sociedad argentina.