SÓLO DIOS PERDONA (NICOLAS WINDING REFN, 2013)

Por Javier Parra

T.O.:Only God forgives. Producción:Space Rocket Nation, Motel Movies (Dinamarca, Francia, Tailandia, EUA, Suecia).Productores: Lene Borglum, Sidonie Dumas, Vincent Maraval. Director: Nicolas Winding Refn. Guión: Nicolas Winding Refn. Fotografía: Larry Smith. Música: Cliff Martínez. Montaje: Matthew Newman.

Intérpretes: Ryan Gosling (Julian), Kristin Scott-Thomas (Crystal), Vithaya Pansringarm (Gang), Tom Burke (Billy), Gordon Brown (Gordon), Yayaying Rhatha Phongam (Mai), Charlie Ruedpokanon (Daeng), Sahajak Boonthanakit (Kim).

Color – 90 min. Estreno en España: 31-X-2013.

 

Nunca antes una concatenación de silencios había dado lugar a una obra maestra como lo es la última aportación al celuloide de Nicolas Winding Refn. El director de la ya película de culto Drive (2011), esa en la que un impasible Ryan Gosling se ponía al volante de un coche al son de una excelente banda sonora recién traída de los gloriosos años ochenta, vuelve a contar con el actor para transmitirnos una historia de venganza en los bajos fondos de Bangkok.

Con una maravillosa fotografía y una puesta en escena excelentemente genuina, Sólo Dios perdona es una historia ultraviolenta nada gratuita que cualquier amante del buen cine sabrá reconocer como tal, y que como el buen caldo, parece estar reposando a lo largo de una trama que para algunos podrá resultar excesivamente tediosa pero que se ve compensada con las pequeñas y enérgicas dosis necesarias, dosis que el espectador puede ir asimilando gracias a la preciosa envoltura que supone el juego cromático a lo largo de unos duros 90 minutos en los que podemos disfrutar de una Kristin Scott-Thomas en uno de los mejores papeles de su carrera, por no decir el mejor. Ella es Crystal, cabeza de familia de una red de narcotráfico que viaja a la capital tailandesa tras la muerte de uno de sus hijos, Billy (Tom Burke), ansiosa por conocer los hechos por boca de su otro vástago, Julian (Gosling), e iniciar el debido proceso de vendetta en una muestra de su buen hacer como mamma. Pero la historia parece resultar más complicada de lo que parece, pues en la muerte de su hijo se ha visto inmiscuido Gang (Vithaya Pansringarm), un policía cuya forma de trabajar es la de tomarse la justicia por su mano (y katana).

A fuego lento y sin prisa y regocijándose en cada detalle y elemento de la trama, su visionado está destinado para deleitarse con la exquisitez que supone esa mezcla de colores, claroscuros, sangre, duros diálogos y un cuidado gore (la escena de la tortura en el karaoke supura, de igual manera, depravación y elegancia), que se convierten en los ingredientes esenciales de una historia que, sin ningún tipo de rubor, pasará a convertirse en un claro ejemplo del buen cine de este milenio. Quizá los más exigentes la tilden de lenta y pretenciosa, pero es en su parsimoniosa ejecución en la que reside tan magnífico resultado, resultado cuyo único defecto a destacar a ojos de un servidor, es el de un desenlace demasiado precipitado pero que en ningún momento desentona con el resto del metraje. Un claro ejemplo de que el cine también es arte.

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