EL GRAN GATSBY: UNA INTERPRETACIÓN "DESPRECIABLE, ESPANTOSA, HORRIBLE" DE LA MEJOR NOVELA AMERICANA DE TODOS LOS TIEMPOS

Por Tara Karajica

T.O.: The Great Gatsby. Producción: Warner Bros. Pictures/Village Roadshow Pictures/A&E Television Networks/ Bazmark Films/Red Wagon Entertainment (Australia-USA 2013). Productores: Lucy Fisher, Catherine Knapman, Baz Luhrmann, Catherine Martin y Douglas Wick. Director: Baz Luhrmann. Guión: Baz Luhrmann y Craig Pierce, basado en El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. Fotografía: Simon Duggan. Música: Craig Armstrong. Diseño de producción y Vestuario: Catherine Martin. Montaje: Jason Ballantine, Jonathan Redmond y Matt Villa.

Intérpretes: Leonardo DiCaprio (Jay Gatsby), Carey Mulligan (Daisy Buchanan), Tobey Maguire (Nick Carraway), Joel Edgerton (Tom Buchanan), Elizabeth Debicki (Jordan Baker), Isla Fisher (Myrtle Wilson), Jason Clarke (George Wilson), Amitabh Bachchan (Meyer Wolfsheim), Steve Bisley (Dan Cody), Richard Carter (Herzog), Adelaide Clemens (Catherine), Vince Colosimo (Michaelis), Max Cullen (Owl Eyes), Eden Falk (Mr. McKee), Kate Mulvany (Mrs. McKee), Brendan Maclean (Klipspringer), Callan McAuliffe (joven Jay Gatsby)

Color – 145 min. Estreno en España: 17-V-2013.

 

Es despreciable, espantosa, horrible”. Ésta es la descripción de Zelda Fitzgerald de la primera adaptación del Gran Gatsby, en una carta a su hija Scottie datada de 1927 y yo la aplico sin reservas a la nueva interpretación cinemática de Baz Luhrmann. Zelda y F. Scott Fitzgerald salieron de la primera proyección y debo admitir que yo también estuve a punto de hacer lo mismo durante el estreno de la película de Luhrmann. Ciertamente, el veredicto de Zelda se puede aplicar a todas las existentes adaptaciones de la venerada obra maestra de su esposo. Éstas incluyen la película muda perdida de Herbert Brenon de 1927 (de la que nos queda sólo el tráiler hoy), la versión de Elliott Nugent de 1949, seguida por la adaptación más popular y famosamente descrita como “tan carente de vida como un cuerpo que ha estado demasiado tiempo en el fondo de la piscina” de Jack Clayton en 1974, de la TV película de Robert Markowitz de 2000 y finalmente de G de Christopher Scott Cherot.

Como una  Fitzgeraldista autoproclamada, estoy más que inclinada a odiar abiertamente este nuevo Gran Gatsby  “Baz Luhrmanniano” y a concordar fervientemente con todas las críticas negativas y tan ciertas de la película. Esta empresa también puede llamarse “El Gran Gatsby, o cómo matar la mejor novela americana –y mi libro preferido– de todos los tiempos” y éstos son los epítetos más amables que me vienen a la mente para describirlo adecuadamente. En efecto, he evitado leer las críticas, escuchar la banda sonora y ver vídeos exclusivos antes de ver el filme, esperando que superaría de alguna manera todos sus predecesores. Y, sí, los ha superado en su absurdidad y la contención había sido, por tanto, inútil.

Todos sabemos que El Gran Gatsby es un consumado resumen de los Felices Años Veinte y una crónica devastadora de la era del Jazz. A través de su narración, Nick Carraway, nos lleva en el mundo superficialmente brillante de las mansiones alineadas en la orilla de Long Island de la costa americana de los años 1920, para conocer a Daisy, la prima de Nick, a Jay Gatsby y el misterio oscuro que lo rodea.

No importa cuántos años Luhrmann y su esposa (la diseñadora producción y de vestuario Catherine Martin) hayan pasado investigando (y se hayan orgullosamente vanagloriado de ello) la vida, obra y tiempos de los Fitzgerald, fue todo en vano porque ellos sólo vieron una película más en El Gran Gatsby y no lo que realmente es, en términos, bueno, de todo. Y, esto es ciertamente palpable a lo largo de toda la realización. Además, si un cineasta siente la necesidad de explicar y justificar su obra y sus decisiones, sabemos inmediatamente que ha fallado. Es más, hacer una promoción igual de excesiva que está generando tanto ruido es la traducción de un blockbuster fallido. Y, es exactamente lo que es este Gran Gatsby. Ningún artículo de un columnista simpatizante (ni siquiera el de James Franco!) podría posiblemente hacerme cambiar de idea. Así pues, es mucho más difícil criticarlo ya que no sé por dónde empezar.

El guión es deplorable. La idea de situar a Nick Carraway en un sanitario (justificación: los Fitzgerald eran familiares con dichas instituciones) y presentarlo como un paciente sufriendo de “alcoholismo mórbido” (justificado por las propias líneas o versiones de las mismas de Fitzgerald sacadas de su póstumamente publicado ensayo titulado My Lost City, en el que había declarado que sus amigos bebían demasiado) y escribiendo la novela como modo de recuperación, es simplemente absurda. También lo son las palabras de su creación flotando incoherentemente en la pantalla. Sí, en el libro, lo está escribiendo, relatando en la bella e inimitable prosa de Fitzgerald su amistad con Gatsby, pero aquí está añadiendo diálogos disonantes, inexistentes y superficiales (cortesía del propio Luhrmann y su cómplice, Craig Pearce) para “llenarlo” (porque, Luhrmann, como alguien que “audio leyó” el libro en el Transiberiano cuando tenía alrededor de cuarenta años pensó que no había suficientes diálogos, así que  le apeteció jugar a Fitzgerald con ellos), lo que es más o menos el equivalente de  violar la obra original. Así, la sabiduría universal de que El Gran Gatsby no se puede filmar deviene más claro que nunca, pues el verdadero poder del libro proviene de la prosa cautivadora, y Luhrmann no lo capta del todo. Lo que capta aún menos es que Fitzgerald estaba aspirando a la belleza y sencillez, sabiendo al mismo tiempo que su libro sería intricadamente estructurado. Luhrmann, por consiguiente, se identifica más con Gatsby que con Nick y en vez del malhadado protagonista destrozado por su propio idealismo falso y deseo no correspondido, el personaje se vuelve un objeto de obsesión, excesos y resentimiento. Ha producido un Gatsby menos en el espíritu del opus magnum de Fitzgerald que en el de su antihéroe epónimo, un hombre que cree que la opulencia es el camino al corazón de su amor perdido, la única cosa que su dinero no puede comprar.

El estilo parece tan sólo periódicamente una respuesta genuina al texto más que un circo y desorden visuales funcionando independientemente y entre los numerosos elementos no Fizgeraldianos se encuentran la banda sonora, escenas extremadamente infieles al libro y otros elementos dejados de lado.

 
En lo relativo a la sobre-publicada y sobre-elogiada banda sonora, ésta es abominable. Emanó de la visión de Luhrmann de Fitzgerald como a un modernista intrépido y para algunos, puede resultar refrescante, atrevido y moderno, pero para mí no. Si una película está ambientada en la era del Jazz, una era cuando el Charleston y el Jazz rugían, entonces, debería estar presente.  Y aquí, lo está muy débilmente. Quizás la pequeña porción de Jazz en la escena estereotipada y malinterpretada de la fiesta en el apartamento de Myrtle y Tom. Aparte de las canciones generadoras de dolores de cabeza, la música de Craig Armstrong está casi ausente. La justificación es que Luhrmann interpretó que el autor puso el Jazz en el centro de su novela porque quería que su obra se sintiese inmediata y peligrosa, y así habiendo considerado que el Jazz de los Años Veinte se había desarrollado en algo “clásico y pintoresco”, se volcó hacia el Hip Hop. Las únicas canciones buenas, son, efectivamente, las que no pertenecen a Jay Z, el hombre responsable de la banda sonora.

Las escenas de orgías son sólo uno de los numerosos elementos mal interpretados de esta realización. En cuanto a éstos, como un recién (auto)proclamado experto sobre Fitzgerald y El Gran Gatsby, Baz Luhrmann decidió dejar de lado algunas partes claves de la historia como por ejemplo la trama de Nick Carraway-Jordan Baker, haciendo de esta última una maceta resplandeciente más perteneciente al extravagantemente reluciente decorado. O, el hecho de que no juzgó para nada suficientemente importante invitar al padre de Gatsby al funeral de su hijo y cambió enteramente la escena con Owl Eyes. Luhrmann creyó también que no hemos entendido la película, decidiendo así incluir un número increíble de flashbacks tediosos y explicarnos su entendimiento de Gatsby a través de los ojos de Tom, lo que resultó altamente redundante e innecesario. Sabemos que Gatsby ama a Daisy, pero no es el loco obsesivo que Luhrmann hizo de él. Fue una tortura ver y soportar y hacia el final, rezaba que muriese y dejase ya de pronunciar la palabra “Daisy”! Hay demasiados agujeros, incoherencias y absurdidades en el guión, haciéndolo imposible contarlos todos.

Es más, los efectos CGI y movimientos de cámara con objetivo de ojo de pez de Simon Duggan están tan debajo de lo aceptable que nos dejan mareados. Los diseños de producción y de vestuario de Catherine Martin son estrafalariamente dadivosos, pero a veces el espectáculo reluciente no basta. Son, efectivamente, bonitos, impresionantes e históricamente exactos, pero se esfuerzan visiblemente de compensar los demás errores y carencias de la película. No puedo negar que en algunos fragmentos la película es visualmente bella. Sin embargo, la cinta se siente más como un exposé visual de los  Felices Años Veinte gritando a todo volumen  “Hemos hecho nuestros deberes y hemos incluido todo lo posible de los 1920 para demostrarlo!”.

Con su reparto estrellado, el trabajo de actores es, quizás, la mejor característica de la película. Los actores son elegidos apropiadamente y están verdaderamente intentando hacer lo mejor posible con lo poco que les ha sido dado. Leonardo DiCaprio como el elusivo, ilusionado y misterioso personaje epónimo es tan bueno como puede ser, demostrando una profunda madurez de actuación. La Daisy de Mulligan, la chica de oro, y el amor perdido de Gatsby no posee la crueldad y el descuido que la caracterizan en la novela debido a la sobre-excesiva investigación del equipo de producción. Es una mezcla de todas las damas de Fitzgerald, tanto reales como inventadas. No obstante, representa convincentemente la desesperada rasgadura que siente Daisy entre su amor indisputable por Gatsby y el miedo de su esposo. Tobey Maguire parece perdido como Nick Carraway, el “alcoholic morbido” con una expresión facial incomprensiblemente colocada y de lejos, el personaje más sacrificado. Haber dado a Isla Fisher el papel de la fieramente vital Myrtle Wilson es una de las pocas elecciones buenas de Luhrmann. La actriz australiana Elizabeth Debicki como Jordan Baker, la jugadora de golf amateur y falsa, es una revelación. En cuanto a Joel Edgerton su representación de Tom Buchanan, “el jugador de polo” y el marido cruel y disparatado de Daisy no impresiona. Aunque haya declarado que obligó a sus actores leer y aprender todo para que pudiesen reinventarse y colaborar, parece que Luhrmann está menos interesado por las interpretaciones y más preocupado por el espectáculo brillante y reluciente de su cinta. Ocasionalmente, como de por casualidad, algo parecido a emociones verdaderas cobra vida a través de la lustrosa fachada del filme. Gatsby parece un clásico bien repasado en el que los actores pronuncian sus frases competentemente y sin sentimientos y convicciones perceptibles.

Baz Luhrmann se enfoca en elementos equivocados y sin importancia, pues no siente y/o entiende genuinamente el poder y la esencia de la historia. Como resultado, acaba tomando las decisiones erróneas mientras entrega su propia interpretación. Esto no excluye el hecho de que todos tengamos nuestra visión de Gatsby y ésta es la SUYA, un GatsbyMoulin Rouge-esco”. “No todo lo que brilla es oro” y esto es exactamente como se puede definir esta adaptación. Y, sin embargo, SU película, a pesar de un escepticismo intenso, ingresó la impresionante cifra de 51.1 millones de dólares durante su fin de semana de estreno durante el clímax de la temporada de los superhéroes e inauguró el Festival de Cannes el pasado 15 de mayo.

En términos generales, éste es un Gran Gatsby cuyo adjetivo es inmerecido: es todo menos “Grande”. Es una “feria” lenta, caótica, incoherente, superficial, sobre-exagerada, mal entendida y mal interpretada, que haría daño incluso a los divinos ojos con gafas de T.J. Eckleburg. Lo único que hará seguramente es hacer que las jóvenes generaciones lean el libro, que las generaciones más viejas lo redescubran y que decore una vez más las paredes adolescentes con pósters de DiCaprio. Así pues, “viejo amigo”, yo estaré descuidadamente bebiendo té de mi taza Gatsby de Penguin, ocasionalmente babeando sobre su prosa lírica durante una de sus innumerables relecturas, “avanzando con laboriosidad, barcas contra la corriente” mientras espero un intento (fallido?) más de filmar lo no filmable y creyendo en la luz verde.

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