TAL Y NAÏM, SU AMISTAD Y ESPERANZA FLOTAN EN UNA BOTELLA EN EL MAR DE GAZA

Por Esther Soler Molina

T. O.: Une bouteille à la mer. Producción: Lama Films/France 3 Cinéma/EMA Films (Israel-Francia-Canadá, 2011). Productores: Miléna Poylo, Gilles Sacuto, Anne-Marie Gelinas, Amir Harel y Ayelet Kait. Director: Thierry Binisti. Guión: Thierry Binisti y Valérie Zenatti. Fotografia: Laurent Brunet. Música: Benoît Charest. Diseño de vestuario: Hamada Attalah. Montaje: Jean- Paul Husson.

Intérpretes: Agathe Bonitzer (Tal), Mahmoud Shalaby (Naïm), Hiam Abbass (Intessar), Riff Cohen (Efrat), Abraham Belaga (Eytan), Jean-Philippe Ecoffey (Dan), Smadi Wolfman (Myriam),Salim Daw (Ahmed), Loai Nofi (Hakim) y François Loriquet (Thomas).

Color- 99 min. Estreno en España: 14-IX-2012.


Oscuro e incierto, así como el principio del film Una botella en el mar de Gaza, es el futuro de las relaciones entre el Estado de Israel y los Territorios Palestinos. Muchos han sido los intentos de plasmar este conflicto en la gran pantalla relacionando personajes de ambos territorios, destacando: La Burbuja (2006, Israel), David y Fátima (2008, USA), Jaffa (2009, Israel). En esta ocasión, el francés Thierry Binisti, junto con la colaboración de la autora de la novela semi-autobiográfica en la que se basa el film, Valérie Zenatti, pretenden un no posicionamiento a la vez que humanizar el intercambio de violencia dándole nombre y apellidos; individualizando las caras del conflicto a un lado y otro de la frontera israelita.

Tal una adolescente judía de origen francés vive con sus padres, judíos practicantes (el patriarca acude semanalmente a estudios de la Biblia y a lo largo del film se puede observar a la familia celebrando anualmente el festival del Sukkot o Fiesta de las Cabañas, una de la tres grandes fiestas del peregrinaje del judaísmo, para la cual construyen su propia Sukkah) y su hermano mayor, homosexual reprimido y soldado del ejército israelí. En un acto desesperado por conocer al “enemigo” del que la separan unos escasos 73 km del Google Maps, pide a su hermano que lance al mar de Gaza una botella que contiene una carta dirigida al desconocido/a que la encuentre. ¿Quiénes son los palestinos? ¿Por qué se atan explosivos al cuerpo y se inmolan mirando a los ojos a los que serán sus víctimas? ¿Cómo puede depender tu vida de que te apetezca tomar una taza de café? Estas son algunas de las preguntas que rondan por la cabeza de la protagonista magistralmente interpretada por la joven actriz francesa hija de directores de cine, Agathe Bonitzer (Les sentiments, 2003; La belle personne, 2008), la cual aprendió hebreo en tiempo récord para el rodaje de la película.

Justo en el otro lado de la militarizada frontera entre el Estado de Israel y la Franja de Gaza, tenemos a Naïm un joven árabe de veintiún años huérfano de padre que vive con su madre Intessar, una mujer coraje empeñada en un futuro mejor para su único hijo y magníficamente interpretada por la brillante y reconocida Hiam Abbass (The Syrian Bride, 2004; The Visitor, 2007; Lemon Tree, 2008); para la cual fue escrito el papel según cuentan los guionistas.

Entre los receptores de la botella, él se dignará a contestarla primero en inglés en tono de mofa lleno de referencias al terrorismo y la fabricación de explosivos; posteriormente, al conocer el origen de su “vecina”, en francés de forma más amable y conciliadora. Personaje pues encarnado por el premiado Mahmud Shalaby (Jaffa, 2009, Les hommes libres, 2011), actor y músico palestino residente en Israel que aprendió francés para rodar el film; idioma que parece convertirse en el tercer protagonista de este conmovedor relato al representar no sólo el medio por el que unos amistosos Romeo y Julieta del siglo XXI se comunican de forma cibernética, sino también el pasaporte de Naïm para abandonar la asfixiante Gaza. Cabe destacar como curiosidad que Francia es el único país extranjero que mantiene un Centro Cultural en la zona de Gaza.

Completan el elenco multicultural (franceses, israelís y palestinos) Riff Cohen en el papel de la abierta y cómplice amiga de Tal, Abraham Belaga interpretando al hermano de la protagonista, Jean-Philippe Ecoffey como su padre y Smadi Wolfman es Myriam, su madre; encontrando en el terreno poco espacioso de Gaza a Salim Daw interpretando el papel del exigente y poco tolerante tío de Naïm, junto con Loai Nofi que se puso en la piel del bienintencionado primo del protagonista masculino; destacando por último el personaje puente que aparece en ambas historias y vincula más intensamente a los protagonistas, el profesor de francés de Naïm, Thomas, interpretado generosamente por François Loriquet.

Thierry Binisti conocido más por dirigir cortometrajes sobre la historia de la ciudad de París y telefilms históricos sobre la vida de Luis XVI, debutó en la gran pantalla en 2003 con la película L'outremangeur. Él mismo contó que en ésta ocasión pretendía hacer una película realista, no pesimista, dejando en segundo plano el conflicto arabo-israelita y contando la vida cotidiana de ambos territorios procurando demostrar que existe mucho más que preocupación política en la zona. Desde un principio tuvo claro que quería contar con la colaboración de Valérie Zenatti para la adaptación de la obra a guión cinematográfico (la cual duró cuatro largos años), quien aportó su propia experiencia vital para el enriquecimiento del film y facilitó la conversión del intercambio epistolar original del libro en una película menos didáctica, pero más ligera y visual.

La obra inicial sucedía en el contexto de la Primera Intifada a finales de los ochenta, mientras que en el film se describen los hechos acaecidos a raíz de la Operación Plomo Fundido (finales de 2008-principios de 2009); opuestamente existen coincidencias entre la realidad y la película, como el atentado del inicio inspirado en el ocurrido en el Café Hillel de Jerusalén el 9 de septiembre de 2003, en el cual murieron una joven que debía casarse al día siguiente y su padre; justo cuando se cumplían 10 años de la firma del Acta de Reconocimiento Mutuo entre Israel y Palestina.

Los protagonistas de esta narración son almas gemelas en su inocencia e inconformismo, aunque patente queda que dar un paso hacia El Otro no es castigado del mismo modo en un lugar o en el otro: así lo que fuera una regañina de unos padres anclados en el pasado y la no-reconciliación en Israel puede ser una detención forzosa y tortura por parte de los soldados de Hamás en Gaza. Del conflicto exterior latente desde finales de los años cuarenta nace uno interior en Tal y Naïm; no son personajes arquetípicos ni portavoces; su relación puede interpretarse como una metáfora de ambos pueblos enfrentados, divididos entre la atracción y el rechazo; la cercanía y la distancia. Tal y Naïm comparten un sueño común: una vida normal, aunque él anhela también una Palestina que no viva dependiendo del vecino: fronteras abiertas, aeropuerto y por supuesto, ¡equipo de fútbol! Posiblemente un mundo donde el chiste de la bicicleta que le cuenta su madre no tuviera cabida.

Con una fotografía de tonos apagados y vaporosos amenizada con la música del guitarrista canadiense Benoît Charest (ganador de un premio “César” por musicalizar la película de animación Les Triplettes de Belleville, 2003), Una botella en el mar de Gaza combina las localizaciones reales en Jerusalén y los exteriores de Ramallah (Cisjordánia) representando la zona de Gaza, en la que fue imposible rodar; junto con las imágenes de archivo retransmitidas por los medios de comunicación, como el concierto homenaje a la figura del conciliador Isaac Rabin; dándole un toque documental. El film ha recibido el reconocimiento de la industria siéndole otorgados numerosos premios: Mejor Actor, Premio del Público, Premio del Jurado de la Juventud del Festival de Reunión; Mejor Película del Festival de San Juan de Luz; Premio del Público y Premio del Jurado del Festival de Bastia.

Tal y Naïm dos almas condenadas a entenderse viviendo en un mundo que les obliga a enfrentarse, ella suele “cruzar los dedos”, él prefiere rezar. Miss Peace -como él la llama- ayuda a su amigo a conseguir una beca que supondrá para Naïm el final del encierro que vive en Gaza, el no tener que usar la forma verbal del incondicional tan imprescindible para un palestino y, por qué no, un final al más puro estilo de clásico hollywoodiense, así como sucedió en Casablanca (1942): Siempre les quedará París; aunque esa ya es otra historia.

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