TITANIC: RETROSPECTIVA Y PERSPECTIVA QUINCE AÑOS DESPUÉS

Por Tara Karajica

Todos conocemos la historia de la película de James Cameron y el impacto universal que tuvo. Al igual que los acontecimientos reales. No hace falta recordarlos aquí. Once años tenía cuando ví por primera vez Titanic y recuerdo que no tenía muchas ganas de seguir a mis padres al cine para verla. Al cabo de las 3h14min que duró la cinta, mi opinión cambió drásticamente y este drama épico romántico se convirtió al instante en lo que sería mi película preferida durante años y muy rápidamente la del todo el planeta en aquel lejano año 1997.

Ahora, quince años más tarde, volví al cine para verla remasterizada en 3D en conmemoración del 100 aniversario de cuando el buque zarpó para su primer viaje el 10 de abril de 1912, y esta vez con muchísimas más ganas, desde luego, porque sabía que esto supondría un viaje más a bordo del Titanic y sobre todo a la infancia, cuando crecí con esta misma película. Jack y Rose me hicieron soñar las innombrables veces que vi el filme y comprobé que aún tenían este poder sobre mí y sobre todo que todos estos años no borraron de mi mente los diálogos que recitaba de memoria.

Sin embargo, quince años después vi y viví Titanic con otros ojos. Era otra experiencia y no sólo por el 3D. En cuanto a la experiencia 3D, contrariamente a las críticas relativamente positivas de esta remasterización, ésta no ha satisfecho mis expectativas, por lo menos. Me esperaba más efectos de drama y proximidad al caer los pasajeros de la cubierta cuando el barco se hundía, o cuando las chispas explotaban y las gotas de agua salpicaban. Ciertamente, el 3D creó más profundidad pero no añadió al impacto dramático de ninguna manera. Sólo lo ha hecho más oscuro y más incomodo para la vista a causa de los anteojos. Esta remasterización discreta fue efectuada en una resolución 4K con una posconversión al 3D en formato estereoscópico, tardó sesenta semanas y costó dieciocho millones de dólares.

Ahí donde la perspectiva cambió fue en el reconocimiento y la percepción del trabajo de los actores y de la sustancia del guión a pesar de las famosas y favoritas citas que han entrado en la historia. En efecto, a los once años, las interpretaciones de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet me parecían perfectas y cautivadoras. Ahora, habiendo visto sus otros trabajos, y unos desde luego excelentes y mucho más maduros, veo objetivamente a los dos protagonistas de Titanic como dos jóvenes al principio de sus carreras, muy inseguros de sí mismos. No obstante, debo reconocer que la elección del reparto resultó ser más que acertada, justamente por el carácter embrujador que emana de los personajes que nos siguen seduciendo a pesar de las consideraciones previamente mencionadas. El resto del reparto es significamente mejor y en él incluyo a Frances Fisher como Ruth DeWitt Bukater, Kathy Bates como Molly Brown, hasta Billy Zane como Cal Hockley.  En cuanto a los diálogos, son vacíos y en momentos, absurdos, lo cual es una lástima, por mucho que Cameron subraye que su guión sea “concienzudo y sencillo” y que “incorpore los elementos universales de la experiencia humana y una emoción que son eternos y familiares porque reflejan nuestra fábrica emocional básica”.

A pesar de estas observaciones puestas desde una perspectiva más madura y más objetiva (y a pesar del apego personal a la película), el filme de James Cameron sigue inequívocamente produciendo los efectos buscados de pavor y sobrecogimiento por muchas veces que se haya visto y revisto. El diseño de producción de Peter Lamont y el vestuario de Deborah L. Scott son impecables, magníficos e históricamente fieles. Una mención relativa a la veracidad histórica: James Cameron recreó a la perfección todo lo relativo al buque y la historia de su hundimiento; incluso estuvo presente un experto de la etiqueta que entrenó a los actores en los modales de la época y aun así los críticos encontraron anacronismos. No obstante, Cameron se mantuvo fiel a la historia y los acontecimientos puramente históricos, todos los datos y detalles estuvieron recreados minuciosamente. Quiso honrar a los que perecieron en el hundimiento y así pasó seis meses investigando la tripulación y los pasajeros del Titanic, leyendo todo lo que podía y trabajando con asesores históricos que analizaban meticulosamente su guión porque deseaban que esto fuese una “visualización definitiva de este momento en la Historia como si hubiesen viajado atrás en el tiempo en una máquina y rodado la película”. El historiador Richard Davenport-Hines en su estudio de las vidas de los pasajeros del Titanic declaró que “la película de Cameron demonizó a los americanos ricos e ingleses educados, anatematizando su compostura emocional, buena sastrería, puntillosos modales y entrenamiento gramático, mientras que hizo de los pobres irlandeses y analfabetos unos héroes románticos”. La fotografía bellísima y los efectos especiales de la época (Digital domain) dieron más peso, veracidad e intensidad a las imágenes imponentes en todos los sentidos tanto del buque como de la catástrofe. Tan sólo el carácter exigente, preciso y “dictatorial” de Cameron durante el rodaje pudo lograr semejante resultado cinematográfico.  

No en vano “llamaban al Titanic el buque de los sueños” y lo sigue siendo cien años después. Quince años más tarde, la película de James Cameron sigue teniendo la misma fuerza, el mismo efecto de “cápsula del tiempo” y el mismo poder de cautivarnos y adentrarnos completamente en su historia. Sigue haciéndonos soñar con Jack y Rose, sigue logrando los efectos de melancolía, tristeza, pavor, sobrecogimiento y amaravillamento en todo momento. Los famosos “Si tú saltas, yo salto, recuerdas?”, “Soy el rey del mundo!”, “Estoy volando, Jack!”,  “Lo prometo, Jack. Nunca me rendiré” y “Haz que cuente” siguen pronunciándose solos y nos dibujan la melancólica sonrisa de siempre. La banda sonora sigue siendo tan hechizadora y emocionante y se aplica perfectamente a esta cita del filme “Música para ahogarse. Ahora sé que estoy en primera clase”, y seguimos cantando la canción de Céline Dion cuya letra seguimos sabiendo de memoria. Y sobre todo, seguimos llorando al final de esta obra maestra. Por todo ello, Titanic es un viaje conmovedor a través de la Historia, a bordo del “buque de los sueños”, una película culta, un monumento cultural, al igual que el barco naufragado que le sirvió de inspiración, que años y siglos después será revisitado con el mismo gusto y la misma intensidad que la primera vez. Gracias, James Cameron.

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