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FILM REVIEWS



La Conspiración:
el revisionismo histórico del Cine en conmemoración de la muerte de Abraham Lincoln

Por Tara Karajica


T.O.: The Conspirator. Producción: The American Film Company/Wildwood Enterprises (Estados Unidos 2010). Productores ejecutivos: Joe Ricketts, Jeremiah Samuel y Webster Stone. Productores: Brian Falk, Greg Shapiro, Bill Holderman y Robert Stone. Director: Robert Redford. Guión: James D. Solomon. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Música: Mark Isham. Diseño de producción: Kalina Ivanov. Diseño de vestuario: Louise Frogley. Montaje: Craig McKay.

Intérpretes: James McAvoy (Frederick Aiken), Robin Wright (Mary Surratt), Kevin Kline (Secretario Stanton), Ewan Rachel Wood (Anna Surratt), Justin Long (Baker), Alexis Bledel (Sarah), Tom Wilkinson (Reverdy Johnson), Danny Huston (JAG Holt), Colm Meany (General Hunter), Jonathan Groff (Louis Weichmann), Johnny Simmons (John Surratt), Stephen Root (John Lloyd), Toby Kebbell (John Wilkes Booth), James Badge Dale (Hamilton), Norman Reedus (Lewis Payne).

Color - 122 min. Estreno en España: 2-XII-2011

 

La Conspiración, la nueva película de Robert Redford es un drama judicial histórico sobre el período post-asesinato del presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, acaecido el 14 de abril de 1865. Tuvo su estreno mundial durante el Festival Internacional de Cine de Toronto en 2010. Un estreno especial tuvo lugar en marzo de 2011 en el Abraham Lincoln Presidential Library and Museum en Springfield, Illinois y otro en abril en el Teatro Ford (Ford’s Theatre) en Washington, D.C., el lugar del asesinato. En Estados Unidos salió en los cines el 15 de abril de 2011, en conmemoración del 150 aniversario del principio de la Guerra de Secesión y del 146 aniversario de la muerte de Lincoln. Llegó a los cines españoles más de un año de después.

Con su última realización, Robert Redford nos muestra un capítulo de la Historia de Estados Unidos a menudo pasado por alto en las clases de Historia a pesar de que en su momento saltase a los periódicos nacionales y eso es, desde luego, un punto positivo para Redford en esta creación cinematográfica. Uno se podría preguntar cómo es posible que la mayoría de los integrantes de la nación americana no conozca muy bien este capítulo de su Historia nacional pero según Redford, el Gobierno de la época lo quiso así para apaciguar al pueblo nervioso que exigía un desenlace y unas respuestas rápidas y, efectivamente, lo consiguió. En la película, de hecho, el Secretario de Guerra, Edwin Stanton, deja claro que quiere a los conspiradores enterrados y olvidados y no es extraño, por tanto, que Mary Surratt sea rara vez mencionada en los manuales y libros de Historia.

Con La Conspiración, Redford reconstruye y cuenta por primera vez en la gran pantalla esta parte olvidada y desconocida de la Historia estadounidense en la que Mary Surratt fue la primera mujer ejecutada por el Gobierno Federal de Estados Unidos.  Con el lema promocional “Una bala mató al Presidente. Pero no un hombre”, el mismo pensamiento que el del Secretario Stanton, la película se centra en desenmascarar la conspiración contra Abraham Lincoln, una conspiración que en un principio tan sólo involucraba el secuestro del Presidente y que después escaló en el famoso asesinato. En efecto, todos saben que John Wilkes Booth fue hallado y matado poco después de su asesinato, pero no saben lo que cuenta, en efecto, la película: en pocas semanas, ocho personas fueron arrestadas y acusadas de conspiración para matar al Presidente, Vicepresidente y Secretario de Estado. La única mujer acusada, Mary Surratt, era dueña de una pensión donde John Wilkes Booth y los demás se reunían y tramaban los ataques simultáneos. El joven abogado, Frederick Aiken, un héroe de guerra de la Unión aceptó a regañadientes defender a Mary Surratt ante un tribunal militar, creyéndola culpable. Sin embargo, reveló pruebas poniendo en duda las imputaciones y llevó a cabo una defensa ardiente; se dio cuenta de que su clienta estaba siendo usada como cebo y rehén para capturar al único conspirador que escapó la persecución masiva, su propio hijo, John Surratt.

La película hace varias preguntas a las que no contesta del todo: ¿Cuánto efectivamente sabía Mary Surratt sobre la conspiración para asesinar a Abraham Lincoln?, ¿Cómo no podía saberlo pues parte de ella fue urdida en su pensión?, ¿Su hijo quien sí sabía de la conspiración (“Este hombre nos meterá a todos en problemas… o peor”), si se hubiese entregado a las autoridades en vez de seguir prófugo, pudo haber salvado a su madre?, ¿Por qué Andrew Johnson no aceptó la aplicación de última hora hecha por Aiken para la revisión de la causa? Y, ¿Hubo alguna posibilidad, tomando en cuenta la revulsión pública sobre el asesinato, de que recibiese un juicio justo? Redford hace en esta realización de historiador-director revisionista. Insiste, a lo largo de la película, en la pregunta de si es realmente culpable o no pero no toma en ningún momento una postura concreta. A través de la boca del fiscal quien cita a Cicerón “En tiempos de guerra, la ley cae en el silencio”, el director insiste también sobre todo sobre la cuestión de un juicio justo. Al igual que lo hizo con Leones Por Corderos, Redford vuelve al género de dramas políticos y se dice que La Conspiración es una metáfora política para criticar los eventos de Guantánamo y la actual administración política estadounidense y hacer un paralelo con el período post 11 de Septiembre en Estados Unidos.

La película fue producida por The American Film Company, una compañía fundada en 2008 por Joe Ricketts, uno de los productores ejecutivos, especialmente para producir películas históricamente exactas desde la era pre-colonial hasta los eventos contemporáneos y La Conspiración es su primer largometraje. En este caso, la realización de Redford adhiera bastante fielmente a la veracidad histórica gracias a la rigurosa investigación histórica del guionista James D. Solomon quien trabajó en el guión durante dieciséis años; el vestuario de Louise Frogley y las fotografías en las que se basó particularmente Robert Redford. No obstante, el diseño de producción no es muy fiel: la película fue rodada en Savannah, Georgia porque la capital no ofrecía suficientemente el necesitado ambiente de 1865. La Washington D.C. reconstruida parece demasiado elegante y limpia y no es para nada convincente pareciendo la película a veces una función de teatro grabada. Redford espera que la película se proyecte en un futuro en las escuelas porque según él ahí pertenece pues muestra un lado muy complicado de la Historia de Estados Unidos. En cuanto a la cuestión de la inocencia de Mary Surratt, hay disparidad en las opiniones de los expertos y según la profesora Kate Clifford Larson, profesora del Simmons College, autora de la obra The Assassin’s Accomplice: Mary Surratt and the Plot to Kill Abraham Lincoln y asesora histórica de la película está convencida de que Mary era culpable pero de que su juicio era una farsa pues su abogado carecía de pericia para defenderla. Sobre su inocencia el guión es ambiguo a pesar del título inequívoco de la película.

En cuanto a los actores, Robin Wright entrega una buena interpretación de Mary Surratt, una mujer enigmática, mística, segura de su lealtad a la Confederación derrotada y de su inocencia, firme en su fe y convicciones, estoica y vulnerable y consigue hacernos sentir piedad por ella y apoyar su causa. Asimismo, James McAvoy es muy bueno como Frederick Aiken, el abogado defensor de Mary Surratt, idealista, indeciso e inseguro, en conflicto consigo mismo, quien defiende valientemente a Surratt y llega a creer en su inocencia y un héroe de guerra quien “tuvo a dos caballos matados debajo de él” en la guerra. Kevin Kline entrega una quizás algo sobreactuada interpretación del implacable Secretario de Guerra y fiel consejero del Presidente, Stanton, que casi dirige el Gobierno. Robert Redford no deja mucho espacio a sus actores para actuar más libremente, sus interpretaciones son demasiado teatrales, demasiado actuadas y para nada naturales, lo cual incomoda a veces al espectador. Otra cosa que también resulta verdaderamente muy latosa es la fotografía de Newton Thomas Sigel por la luz cegadora y sofocante haciendo la película insufrible. Sigel usa colores desaturados para sugerir que el tiempo ha desteñido las imágenes. A todo esto se une, además, un guión monótono. La película transcurre en su mayoría en la sala de juicio y en la cárcel (¡que parece demasiado limpia!) y es vacía, estéril, fría (a pesar de tanta luz), carece de energía y drama; es demasiado lineal y lenta para poder mantener al público despierto hasta el final. Con semejante reparto y director, debería tener, desde luego, más tensión y emoción.

Éste es un intento de blockbuster fallido, lo que explica que le fuese mal en el box-office en Estados Unidos. Un intento revisionista de abogar por unas cuestiones olvidadas de la Historia estadounidense, una muestra de exaltación de la Historia de Estados Unidos del director con este capítulo, un intento lleno de buenas intenciones y una buena idea torpemente llevada a cabo que no logra convencernos de su propósito pero se esfuerza demasiado para hacerlo. Sin embargo, es una historia humana que cuenta los esfuerzos de una madre capaz de hacer cualquier cosa para preservar y defender a su hijo y la de un joven que pasa por unos cambios profundos en todos los sentidos.

 

FILMHISTORIA Online, Vol. XXI, nº 2 (2011)

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