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FILM REVIEWS



Jane Eyre:
el revisitar espléndidamente bello y muy personal de una gran novela y época

Por Tara Karajica


T.O.: Jane Eyre. Producción: Focus Features/BBC Films/Nova/Ruby Films (Reino Unido-Estados Unidos 2011). Productores: Alison Owen, Paul Trijbits y Christine Langan. Co-productores: Mairi Bett y Faye Ward. Director: Cary Joji Fukunaga. Guión: Moira Buffini, basado en la novela epónima de Charlotte Brontë. Fotografía: Adriano Goldman. Música: Dario Marianelli. Diseño de producción: Will Hughes-Jones. Diseño de vestuario: Michael O’Connor. Maquillaje: Daniel Phillips. Montaje: Melanie Ann Oliver.

Intérpretes: Mia Wasikowska (Jane Eyre), Michael Fassbender (Edward Fairfax Rochester), Judi Dench (Sra. Fairfax), Jamie Bell (St. John Rivers), Holliday Grainger (Diana Rivers), Tamzin Merchant (Mary Rivers), Sally Hawkins (Sra. Reed), Imogen Poots (Blanche Ingram), Simon McBurney (Sr. Brocklehurst), Harry Lloyd (Richard Mason), Romy Settbon Moore (Adèle Varens), Amelia Clarkson (Joven Jane), Freya Parks (Helen Burns), Valentina Cervi (Bertha Mason).

Color - 112 min. Estreno en España: 2-XII-2011

 

Estrenada en Estados Unidos en marzo de 2011, el público español tuvo que esperar nueve meses más para poder disfrutar de esta magnífica adaptación de la novela gótica de 1847 de Charlotte Brontë, Jane Eyre. Ésta no es, desde luego, la primera adaptación de la obra pues existe ya casi una treintena de ellas, de las cuales las más famosas son las versiones de 1944 y 1996 de Robert Stevenson con Orson Welles y Joan Fontaine y de Franco Zeffirelli con William Hurt y Charlotte Gainsbourg respectivamente.

La historia es más que famosa y así la narra el segundo largometraje de Cary Joji Fukunaga: Jane Eyre huye repentinamente de Thornfield Hall, la gran y aislada propiedad donde trabaja como gobernanta de Adèle Varens, la pupila del melancólico amo de Thornfield, Edward Rochester. La imponente residencia así como la imponente naturaleza misma de su amo ponen a prueba su resistencia en todos los sentidos. Sin tener adonde ir, recibe la mano amiga del clérigo St. John Rivers y sus hermanas Diane y Mary. Ahí, en Moor House, mientras se recupera, Jane recuerda los acontecimientos turbulentos que la llevaron a escaparse y se pregunta si el Pasado es realmente pasado. Así pues recuerda que cuando tenía diez años, fue maltratada y proscrita por su cruel tía, la Señora Reed, de Gateshead, su casa de infancia, y encomendada a la escuela caritativa de Lowood. Jane se enfrentó ahí a un tratamiento aún más duro pero recibió en cambio una buena educación y se hizo amiga de Helen Burns quien la impresionó por ser una niña conmovedora que aceptaba plácidamente su suerte. La enfermedad y la consiguiente muerte de Helen dejaron a Jane devastada de dolor quien, no obstante, intensificó aún más su determinación de defenderse y tomar las decisiones existenciales justas. A los dieciocho años, Jane llegó a Thornfield Hall donde, por primera vez en su vida, la trataron con amabilidad y respeto. El amo, Rochester, consiguió atraerla con sus juegos de inteligencia y cuentos, creando una profunda conexión entre los dos, y acabó pidiendo su mano. Sin embargo, su humor oscuro y melancólico y unos acontecimientos desde luego extraños en la casa suscitaron la preocupación y curiosidad de Jane. Una vez revelado su origen y el secreto terrible que Rochester esperaba esconder para siempre, ella huyó, encontrando un hogar en la casa de los hermanos Rivers. No obstante, cuando St. John le propone casarse con él y seguirlo a la India como esposa de un misionero, Jane se da cuenta de que debe volver a Thornfield a buscar su felicidad y vencer sus tormentos y los de Rochester.

La novedad y el éxito de esta adaptación residen en el hecho de que la estructura del filme sea completamente diversa a la de las demás. Efectivamente, hasta la fecha, todas las adaptaciones de la obra han omitido la última parte de la misma, es decir la vida de la protagonista después de huir de Thornfield Hall, en la que aparecen nuevos personajes vitales tanto en el desarrollo de la historia como del personaje. Esta tarea delicada de la adaptación de una obra literaria en un guión cinematográfico ha sido perfectamente solucionada por la guionista, Moira Buffini, al empezarla justo en el momento en el que Jane huye de Thornfield y vemos en retrospectiva como llega a ese punto: viajamos selectivamente a través de su infancia, su estancia en la escuela de Lowood, el obtener el trabajo en Thornfield, el conocer a Rochester y los demás acontecimientos. Este cambio innovador en la estructura es importante por ser una manera muy práctica de condensar unas quinientas páginas de narrativa.
Así pues, podemos decir que la película quedó bastante fiel a la obra, la narrativa quedando preservada de alguna manera aunque algo confusa y recortada pues se omitieron puntos importantes y esenciales en la historia que, en mi opinión, deberían figurar en la pantalla y diferenciarían claramente y aún más positivamente esta adaptación de las demás. Uno de estos puntos es la infancia de Jane Eyre en Lowood. En efecto, la película - al igual que sus predecesoras- insiste en la crueldad y las condiciones insalubres de vida en la institución pero en la obra este hecho es bastante diverso y la película falla en este sentido al no mostrar ninguno de los momentos alegres de la infancia, humana pero dura, de Jane y más importantemente la relación de cariño y amistad de Jane y la Señorita Temple es inexistente, lo cual es, a mi juicio, un gran error.

No obstante, la película refleja la fidelidad a la narrativa en algunos otros puntos: la lengua de la época y los temas abordados en la fuente primaria, como por ejemplo la valentía moral, la búsqueda de la identidad, la autorrealización y la libertad, las clases sociales, el mercado del matrimonio, la búsqueda del amor y la Fe religiosa. La combinación de la piedad cristiana, del horror gótico, de un erotismo apenas contenido y de cierta comedia en la novela también ha sido llevada a la pantalla con mucho cuidado y atención.

Hablando de cuidado y atención, no podemos dejar de lado la fina atención al detalle del director, Cary Joji Fukunaga, reflejada en el simple, espléndido e intachable vestuario y maquillaje de Michael O’Connor y Daniel Phillips; el soberbio diseño de producción de Will Hughes-Jones; el asesoramiento histórico exacto e impecable de Jenny Uglow y del mismo Fukunaga (asimismo ha estudiado Historia!) y la impresionante fotografía de Adriano Goldman. Gracias al ojo pictórico de éste, Fukunaga magistralmente difunde en su fotograma una paleta de colores que ofrece un perfecto juego de claroscuros. Desde el principio mismo hasta el final, el espectador disfruta y se maravilla de unas bellísimas tomas de paisajes que transmiten a la perfección las sensaciones suscitadas por las descripciones de Charlotte Brontë y en las que se sienten hasta el frío invernal y el calor primaveral del campo de Yorkshire. La película es todo un regalo para la vista. Debemos también prestar atención a un detalle muy importante: Fukunaga consigue transmitir el aislamiento y ensimismamiento de Jane, muy presentes en la obra, valiéndose de un espacio lóbrego e inhóspito. Al igual que en su película debut, Sin Nombre, el director nos muestra su exquisito y astuto sentido de composición así como su talento cinematográfico.
Hasta aquí, casi todo es perfecto. Sin embargo, como la perfección es inalcanzable, debemos mencionar aquí también algunos puntos negativos: la banda sonora de Dario Marianelli que ahoga el escenario y a los actores y a veces se hace pesada por ser inoportuna, estropeando la carga emotiva de los personajes  -aunque logra de vez en cuando transmitir temor, ternura y añoranza- y el tema de la risa y de las voces de Bertha Mason, la Señora Rochester, que ha sido torpemente solucionado, quitándole el peso del horror gótico tanto a la película como a Thornfield.

Una vez más, Fukunaga nos vuelve a mostrar asimismo su talento de comunicación, trato y trabajo con sus actores. El reparto es acertado y muy bien elegido. Mia Wasikowska entrega una maravillosa impersonificación de la protagonista, muy justa, sencilla y con una apariencia física muy precisa y adecuada que satisfice a la perfección la sencillez imperativa de la gobernanta, descrita como pequeña, sencilla, pobre y oscura. Su interpretación es muy sutil y representa a la protagonista de una manera naturalmente natural y con una facilidad casi innata y hace de Jane la heroína que es. Percibimos su dolor y su pena y admiramos a la vez su fuerza y respeto por sí misma. Wasikowska ofrece posiblemente la mejor interpretación de Jane hasta ahora según las críticas. En cuanto a Michael Fassbender, éste es absolutamente brillante en el papel de Edward Rochester. Este último es un personaje complicado, a menudo descrito como fuerte, apasionado e independiente pero redimible y Fassbender lo impersonifica minuciosamente, se sienten y se notan perfectamente los estados por los que pasa su transformación de un hombre reservado y casi chulo a un caballero que no esconde sus sentimientos por la mujer que ama. Es una representación ciertamente viril cargada de carisma, sexualidad y una pizca de galantería en la que Fassbender alcanza hacer de Rochester el héroe romántico, victoriano, “byrónico” que es, con un cierto aire del famosísimo Heathcliff de las Cumbres Borrascosas pero no tan salvaje. Además, qué mujer ha podido resistir a Heathcliff, Rochester o Darcy, los famosísimos héroes románticos oscuros y cínicos “brontëescos” y “austenianos”? Los dos protagonistas han hecho un trabajo formidable y no han sucumbido de ninguna manera al peso y los fantasmas de las interpretaciones pasadas de Orson Welles, William Hurt, Timothy Dalton, Joan Fontaine y Charlotte Gainsbourg.

Los actores secundarios son también excelentes. Judi Dench es, como siempre, perfecta en su papel de la Señora Fairfax, la criada. No obstante, la representación de Jamie Bell carece de convicción, energía y vigorosidad para persuadirnos de ser realmente un clérigo recto, con una personalidad y voluntad muy fuertes, un carácter obstinado, un sentido del deber muy marcado y una relación cegada y demasiado pasional con Dios y la Iglesia. Desgraciadamente, Jamie Bell no nos muestra nada de esto o muy poco.

Cary Joji Fukunaga revisita un clásico entrañable de la literatura inglesa con esta última adaptación, una realización maravillosa muy personal y visualmente preciosa. Los fans de Charlotte Brontë así como los del cine en general pueden estar contentos y sentirse orgullosos de esta joya cinematográfica. Es asimismo un ejemplo  espléndido de cómo abordar la tarea desalentadora de convertir una bien amada obra de literatura clásica en una película. Además, de los errores y carencias de su realización, el autocrítico Cary Fukunaga, está, como él mismo lo dice, muy consciente. Mi veredicto final: esta obra maestra en todos los sentidos es todo un “must” y un placer para todo amante de la buena dirección y cinematografía.

 

FILMHISTORIA Online, Vol. XXI, nº 2 (2011)

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