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FILM REVIEWS



El silencio de Lorna:
Otro peldaño europeo de buen cine realista

Por Carles Martínez Agenjo


T. O.: Le silence de Lorna. Coproducción: Bélgica-GB-Francia. (Bélgica, 2008) Director: Jean-Pierre y Luc Dardenne. Guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne. Fotografía: Alain Marcoen. Música: . Montaje: .

Intérpretes: Arta Dobroshi (Lorna), Jérémie Reñiré (Claudy Moreau), Olivier Gourmet (L'inspecteur), Fabrizio Rongione (Fabio).

Color – 105 min. Estreno en España: 4-II-2010

 

El cine del siglo XXI ya no sólo cabalga por los terrenos de la evasión. También regresa a la pincelada menos ficticia y más próxima a la realidad. Esa que entronca con movimientos anteriores de la historia del cine, como el realismo socialista y el neorrealismo italiano, aunque –claro está– desde posturas y contextos radicalmente distintos. No es sólo puro entretenimiento lo que encontramos en la cartelera; también detectamos los pasos de un cine nuevamente realista que ya no está circunscrito al género histórico.

Títulos recientes como Carancho, Fish Tank y Un profeta se distancian del cine dicotómico y sujeto a convenciones para encaminarse por sendas –no siempre pesimistas– donde priva la deducción y la reflexión del espectador. La cinta belga El silencio de Lorna también integra estos dos requisitos y los lleva al paroxismo mediante poderosas elipsis narrativas.

Partiendo de esta clave, la intención de dicha película da por sentado muchísimas cosas y quiere acercarse al máximo a la realidad… y a fe que lo consigue. No por mostrar escenas hiperviolentas como ya hizo la reciente y premiada obra de Jacques Audiard, o por destacar muchísimo en su aspecto visual, como nos ha demostrado James Cameron en Avatar, sino por contar una historia con sabor a documental, cargada de artificios narrativos que sorprenden al espectador de forma seca, directa, sin revestir la trama de efectismos.

La película no se detiene en mostrar lo que uno puede deducir sin necesidad de imágenes ni diálogos explicatorios. El silencio de Lorna rechaza cualquier fotograma de acción y brusquedad, para crecer como drama intenso que no requiere explicitar para brillar. Se trata de un film que, nutrido de un buen abanico de sentimientos, se aleja por completo de la edulcoración que suelen exudar los dramas norteamericanos: éstos de caras bonitas y lágrima fácil.

Y todo se lo debemos a los hermanos Dardenne, los creadores de la película. Para situarnos, su carrera se remonta a una época relativamente temprana, la década de los 90, que también vio nacer a otros genuinos directores forjados en el cine independiente como Christopher Nolan y Darren Aronofsky. La labor de Jean-Pierre y Luc Dardenne no tiene nada que ver con la ciencia ficción y el mundo del cómic, pero sí con el pesimismo y las historias de corte realista. Y a diferencia de los otros dos directores, cuentan con una mayor experiencia ante la vida, lo que se traduce en mejores y más profundos enfoques en su cine de autor.

Procedentes de Bélgica, el dúo fraternal que filmó El hijo y Rosetta han cultivado siempre y desde su propia tierra el drama social más característico de Europa, el continente de las películas verosímiles y críticas por excelencia, pero también el de los estrenos que llegan con retraso. Le sucedió al filme polaco Katyn, que vio la luz en 2007 y aterrizó en España en 2009; y ahora le pasa lo mismo a este silencio de Lorna, una obra premiada en Cannes al mejor guión y dispuesta a captar espectadores que no sólo engullen cine comercial y poco exigente.

Y es que el argumento que presentan ambos directores es alérgico a la sencillez. Lorna es una joven albanesa que reside en Bélgica y aspira a comprar un bar con su novio Sokol. Optan por el mal camino y se asocian con Fabio, un mafioso que ha organizado un matrimonio de conveniencia, entre Lorna y un yonqui, para que ella pueda obtener la nacionalidad belga. Tras su divorcio, la joven deberá casarse con un ruso que quiere lo mismo y está dispuesto a pagar una generosa suma de dinero. La parte más ilegal de este intrincado plan es que Fabio planea matar al drogadicto en vistas de la segunda boda… y Lorna se opone a lucrarse en detrimento de una vida humana.

Todos queremos ganar dinero, nos vienen a decir los hermanos Dardenne, solo que algunos se desprenden de la ética para lograrlo; mientras que a otros –algo más honrados que los primeros– les asalta el dilema moral antes de hacerlo. Pero ya es demasiado tarde, la materialista rueda del dinero ha empezado a girar y para los artífices del plan no hay –ni nunca ha habido– espacio para la compasión y la esperanza de última hora.

Bajo esta compleja y galardonada historia, dos cineastas belgas firman un thriller que mueve las piezas canónicas del cine negro. Esta vez, sin embargo, el personaje fatal no es la femme, sino el mafioso Fabio, y la historia se centra en una protagonista torturada que se opone a homenajear al clásico asesinato que detectábamos en el género noir. Asimismo, la película presenta temas de actualidad en un marco de problemática social donde, mientras unos tratan de forrarse como sea, otros –procedentes del Este– quieren formar parte de la Unión Europea.

A todo ello se le añade una profunda exploración de la psicología humana, tan compleja como el guión en el que bucea. También destaca esta suerte de denuncia que el film despide contra el ciudadano amoral que se lucra a costa de los demás, sin reparar en la dignidad de la persona. Ni siquiera en su derecho a vivir.

Por lo que al reparto se refiere, El silencio de Lorna apoya su peso en el personaje heroinómano que interpreta Jérémie Renier, de gran calado dramático, y todavía más en el de Lorna, un encomiable debut por parte de la actriz Arta Dobroshi. Nacida en Kosovo, Dobroshi se estrena en la gran pantalla encarnando a la víctima de un entorno infectado por los negocios sucios, a una mujer acosada por las garras de la codicia y la falta de ética. Lorna es un cordero en territorio de lobos, un objeto manejado a merced de seres insensibles que apuestan por el amor postizo; que esquivan la ley y violan los derechos humanos. Y a los hermanos Dardenne no les ha hecho falta teñir imágenes de rojo, ni tornarse melodramáticos, para triunfar con su propuesta.

El silencio de Lorna es un producto melancólico y de tonos grisáceos que, pese a su falta de ritmo y sazón, sabe golpear con ingenio los sentimientos del espectador mediante un cine inteligente, captado con una fotografía natural y cercana, que exige un mínimo del espectador y ofrece lo mejor de sus autores: hacernos palpar la gélida superficie del suelo y sentir la cruda realidad tal y como podría ser.

 

FILMHISTORIA Online, Vol. XXI, nº 1 (2011)

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Grup de Recerca i Laboratori d'Història Contemporània i Cinema