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FILM REVIEWS



Balada triste de trompeta:
El doloroso mundo del circo

Por Héctor Gómez Umbert


T. O.: Balada triste de trompeta. Producción: Tornasol Films, La Fabrique 2, uFilm, Canal+ España, Castafiore Films, Televisión Española (España, Francia, 2010). Productores: Vérane Frédiani, Gerardo Herrero, Franck Ribière. Director: Álex de la Iglesia. Guión: Álex de la Iglesia. Fotografía: Kiko de la Rica. Música: Roque Baños. Decorados: . Montaje: Alejandro Lázaro.

Intérpretes: Tahar Rahim (Malik el Djebena), Niels Arestrup (César Luciani), Adel Bencherif (Ryad), Hichem Yacoubi (Reyeb).

Color – 107 min. Estreno en España: 17-XII-2010

 

Sin duda, Álex de la Iglesia es un cineasta cuyo universo personal es fácilmente reconocible, dado que ha ido forjando su imaginario obsesivamente, título tras título, desde que debutara en las labores de director con el influyente cortometraje Mirindas Asesinas (1991): un crisol en el que caben los cómics Marvel, los de Ibáñez y Tintín, Hitchcock, Lucas y Spielberg, el “1, 2 ,3”, los Chiripitifláuticos, “Historias para no Dormir”, los perdedores, los descastados, los payasos… Todo ello, a través del prisma de lo grotesco, lo extremo, expuesto desde una óptica irónica (aún mejor, cínica) que aporta un cada vez más negro humor a sus epopeyas, constituye el vehículo del que se sirve el bilbaíno para proyectar su particular (y pesimista) visión de la sociedad y la condición humana.

Este desencanto, esta frustración, esta rabia si se quiere, alimentan la creciente misantropía de la que hace gala la filmografía de De la Iglesia; únicamente cuando ha estado al frente de un encargo (o, en todo caso, de un proyecto no marcadamente personal) como pudieron ser Perdita Durango (1997) o Los crímenes de Oxford (2007), la fuerza de sus imágenes y la singularidad de éstas se han diluido irremisiblemente.

No es este el caso de Balada triste de trompeta (2010), suerte de relectura histérica y grandguiñolesca de su propia Muertos de risa (1999), Lado Oscuro de títulos como El Fabuloso Mundo del Circo (Henry Hathaway, 1964) o El Mayor Espectáculo de Mundo (Cecil B. DeMille, 1952)  y seguramente, junto a su novela Payasos en la Lavadora (publicada en 1997 y con la que tiene no pocos puntos de conexión) la obra en la que el cineasta ha escarbado más profundamente en sus entrañas, puede que de forma literal, dado que se trata de un film visceral, intenso y apasionado. Triste, también…incluso trágico; de hecho, más que de una “balada”, podríamos decir que se trata de un sórdido “réquiem”.

Como los dos payasos protagonistas del film, como las dos Españas que retrata (¿fusila?), en ambos casos dos caras de la misma roñosa moneda, la pasión desaforada con que De la Iglesia aborda su particular retrato de los 40 años más oscuros de la historia reciente del país es al mismo tiempo su mayor virtud y su peor defecto. El prólogo en plena Guerra Civil (con un llamativamente contenido Santiago Segura, un sobreactuado Fernando Guillén Cuervo y, ¡oh sorpresa!, un magnífico e hilarante Fofito), todo sangre y furia, prefigura con vehemencia el relato que se desarrolla tras los inconmensurables créditos iniciales, todo un ejemplo de síntesis y contundencia al tiempo que desgarrador escaparate de la cara más amarga y desagradecida de la España del siglo XX.

Nos situamos entonces en los añorados por Álex de la Iglesia (y, a la vez, traumáticos) primeros 70, marcados por un endurecimiento del régimen franquista tras unos años 60 aparentemente más relajados, y por sucesos como el atentado que le costó la vida al almirante Carrero Blanco, retratados en la película simultáneamente de forma dolorosamente realista y con hiriente cinismo (muy representativo es en este sentido el breve encuentro entre el payaso Carlos Areces y un comando de ETA). Así, De La Iglesia incluso se permite cederle a Francisco Franco el “honor” de ser uno de los pocos personajes que muestran cierta humanidad y compasión con el desdichado protagonista.

Si bien la reconstrucción histórica y la elaboración de ambientes son un prodigio detallista, rozando lo barroco (véase por ejemplo la secuencia del parque de atracciones), no ocurre lo mismo con el dibujo de los personajes, vistosos como héroes de cómic, pero carentes de matices (aunque Antonio de la Torre hace gala de la mirada más convincentemente gélida del cine español). De hecho, si bien son algo esquemáticos en su voluntad de ser también totémicos, de una pieza, a partir del momento en que De la Iglesia decide convertir la historia con un descenso a los infiernos de la locura (instante que coincidiría con el inenarrable episodio en el bosque, donde nuestro protagonista tiene ocasión de (mal) vivir como una bestia salvaje, así como su posterior ritual de automutilación), éstos se desdibujan completamente y acaban por convertirse en meros peones acelerados al servicio del caos, condenados irremisiblemente a un final grotescamente épico marca de la casa.

En efecto, y siguiendo la costumbre de concluir sus obras por todo lo alto (metafórica y literalmente: ahí están El Día de la Bestia (1995) o La Comunidad (2000) para corroborarlo), la acción se encamina hacia una conclusión hiperbólica que, no por delirante, no deja de gozar de una gran intensidad dramática y, por qué no decirlo, un impecable acabado técnico. Es en estos minutos finales donde el bilbaíno plasma su visión con mayor convicción, rememorando ese monte Rushmore de Con la muerte en los talones (North By Northwest, 1959) en clave cañí y canalizando toda su angustia en un cierre trágico y desesperado.

Al final, el principal problema de Balada triste de trompeta es que paradójicamente, y en contra de ese compromiso con el espectador que Álex de la Iglesia nos recuerda constantemente como uno de sus principios creativos fundamentales, se trata de una película hecha en gran medida de espaldas al público o, como poco, un público que no haya seguido su trayectoria y conozca (disfrute) sus motivos y obsesiones. En todo caso, la cinta supone tanto un compendio (corregido y aumentado) de toda su filmografía hasta el momento, como probablemente el fin de una etapa.

 

FILMHISTORIA Online, Vol. XXI, nº 1 (2011)

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