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FILM REVIEWS



Valor de ley (True Grit):
"Remake" de un western clásico de Henry Hathaway

Por Carlos Giménez Soria


T.O.: True Grit. Producción: Scott Rudin/Mike Zoss Productions para Paramount Pictures y Skydance Productions (USA, 2010). Productores: Scott Rudin, Joel y Ethan Coen. Directores: Joel y Ethan Coen. Guión: Joel y Ethan Coen. Argumento: la novela homónima de Charles Portis. Fotografía: Roger Deakins. Música: Carter Burwell. Diseño de producción: Jess Gonchor. Montaje: Roderick Jaynes (seudónimo de Joel y Ethan Coen).

Intérpretes: Jeff Bridges (Rooster Cogburn), Matt Damon (LaBoeuf), Josh Brolin (Tom Chaney), Barry Pepper (Lucky Ned Pepper), Hailee Steinfeld (Mattie Ross), Bruce Green (Harold Parmalee), Dakin Matthews (Coronel Stonehill), Paul Rae (Emmett Quincy), Domhnall Gleeson (Moon).

Color – 110 min. Estreno en España: 11-II-2011

 

A finales de los 60, el actor norteamericano John Wayne (1907-1979) protagonizó Valor de ley (True Grit, 1969), un western menor dirigido por Henry Hathaway (1898-1985). Este realizador, actualmente relegado a un injustificado olvido, fue uno de los artesanos más veteranos del Hollywood dorado. Responsable de multitud de películas emblemáticas de la época, Hathaway filmó una gran cantidad de títulos destacados durante su dilatada trayectoria, que se extendió desde inicios de los años 30 hasta mediados de la década de los 70. Autor polivalente, cultivó todo tipo de géneros cinematográficos: desde el melodrama –con el impresionante poema onírico Sueño de amor eterno (Peter Ibbetson, 1935)– hasta el film noir más característico –con obras maestras como El beso de la muerte (Kiss of Death, 1947) y Niágara (1953)–, pasando por el cine bélico –La jungla en armas (The Real Glory, 1939), Rommel, el Zorro del Desierto (The Desert Fox: The Story of Rommel, 1951), el género de aventuras –Tres lanceros bengalíes (The Lives of a Bengal Lancer, 1935), El fabuloso mundo del circo (Circus World, 1964)– y sus notables incursiones en el terreno del westernEl jardín del diablo (Garden of Evil, 1954), Los cuatro hijos de Katie Elder (The Sons of Katie Elder, 1965), Nevada Smith (1966) y la referida Valor de ley–. Gracias a su papel en este último film, el mítico Wayne obtuvo el único Oscar de toda su carrera profesional, desbancando a algunas de las jóvenes promesas del momento: Richard Burton –Ana de los mil días (Anne of the Thousand Days, 1969), Peter O’Toole –Adiós, Mr. Chips (Goodbye, Mr. Chips, 1969), Dustin Hoffman y Jon Voight –ambos nominados como intérpretes principales de la polémica cinta Cowboy de medianoche (Midnight Cowboy, 1969).
  
Los hermanos Joel y Ethan Coen han demostrado nuevamente su particular eclecticismo cinematográfico realizando un remake del “oscarizado” clásico de Henry Hathaway. Esta pareja de cineastas constituye uno de los paradigmas más definitorios del cine de autor norteamericano contemporáneo. Dotados de un personalísimo estilo para la descripción de atmósferas y tipologías, los Coen también han deambulado indistintamente por géneros muy diversos a lo largo de casi treinta años. Dentro de su filmografía, sobresalen numerosas aproximaciones a los clásicos del Séptimo Arte –como, por ejemplo, su recreación del universo literario de Dashiell Hammett en Muerte entre las flores (Miller’s Crossing, 1990), la fabula navideña al estilo de Frank Capra en El gran salto (The Hudsucker Proxy, 1994) o el screwball más alocado en Crueldad intolerable (Intolerable Cruelty, 2003)–. Sin embargo, las readaptaciones directas de clásicos ya existentes forman parte de los aciertos menores en la trayectoria artística de estos realizadores independientes. Así se puso de manifiesto con la desfavorable acogida crítica de Ladykillers (The Ladykillers, 2004), su desafortunado remake de la magistral comedia británica de Alexander Mackendrick El quinteto de la muerte (The Ladykillers, 1955).

Valor de ley (True Grit, 2010) es, por lo tanto, la segunda película que esta pareja de hermanos rueda tomando como referente un film de reconocido prestigio. En esta ocasión, la fidelidad al espíritu de la obra original ha sido mayor que en el caso de Ladykillers, ya que la nueva versión de la pieza maestra de Mackendrick implicó un cambio de escenario –de una pequeña localidad en la tradicional Inglaterra a una comunidad protestante en el estado de Mississipi– que modificaba el tipo de comicidad presente en ambas cintas, abandonando esa sutil acidez tan habitual en las producciones de los británicos estudios Ealing por un humor extravagante y vulgar –rayano a veces en la escatología o en el chiste verbal fácil y soez– aunque bien secundado por la presencia de la música gospel. De todos modos, la calidad artística de esta obra menor de los Coen era de un nivel insalvable respecto a El quintento de la muerte y los resultados adolecieron de una tremenda falta de inspiración por parte de los autores de O Brother! (2000).

A pesar de todo, no se puede afirmar que el último trabajo de Joel y Ethan Coen sea una adaptación directa del clásico de Henry Hathaway, puesto que ambas películas están basadas, en realidad, en la novela homónima escrita por Charles Portis en 1968. De hecho, se pueden hallar divergencias entre el original literario y sus dos versiones fílmicas: sin ir más lejos, el marshall Rooster Cogburn no lleva un parche en el ojo en el original literario. Sin embargo, este detalle, incorporado por vez primera en el western de Hathaway, ha sido recuperado en el reciente remake de los hermanos Coen, donde el galán estadounidense Jeff Bridges luce este objeto sobre el ojo derecho (a diferencia de John Wayne que lo llevaba en el izquierdo). Bridges, que fue galardonado el año pasado con el Oscar al Mejor actor principal por Corazón rebelde (Crazy Heart, 2009), realiza una interpretación realmente espléndida, aunque no alcanza la grandeza del inolvidable Cogburn encarnado por Wayne, actor dotado de una rudeza física y una comicidad socarrona que favorecieron notablemente la imagen del personaje en la cinta de 1969.

Por otra parte, el western era uno de los pocos géneros fílmicos que Joel y Ethan Coen no habían abordado hasta la fecha. Grandes admiradores del Hollywood dorado, su talento a la hora de homenajear a los clásicos quedó claramente demostrado desde sus primeras películas policiacas y cómicas –con un empleo del gag visual en la mejor tradición del cine burlesco norteamericano– hasta sus recientes retratos de la América profunda –El hombre que nunca estuvo allí (The Man Who Wasn’t There, 2001)– o de las comunidades hebreas en Estados Unidos –Un tipo serio (A Serious Man, 2009)–, incluyendo esa brillante crónica negra y surrealista sobre los entresijos de la industria cinematográfica titulada Barton Fink (1991), pieza maestra a la altura de los grandes retratos críticos filmados por el genial Billy Wilder –El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), Fedora (1978)–. Su nueva versión del libro de Charles Portis posee una puesta en escena sencilla y de estilo muy clásico, pero carente de dinamismo y con un exceso de diálogo. Estas carencias quizás se deban al largo periodo de tiempo transcurrido hasta hoy desde la época gloriosa del western tradicional, vertiente que la pareja de directores/guionistas intenta recuperar en pleno siglo XXI. Si bien ha habido cineastas como Lawrence Kasdan –Silverado (1985), Wyatt Earp (1994)–, Kevin Costner –Bailando con lobos (Dance with Wolves, 1990), Open Range (2003)– o Ed Harris –Appaloosa (2008)– que, tras la visión desmitificadora del género introducida por Sam Peckinpah –Grupo Salvaje (The Wild Bunch, 1969), Pat Garrett y Billy el Niño (Pat Garrett & Billy The Kid, 1973)– y Arthur Penn –Pequeño gran hombre (Little Big Man, 1970), Missouri (The Missouri Breaks, 1976)–, han logrado recuperar con fortuna el espíritu del legendario far west, el prolongador por antonomasia de esa excelsa tradición y único heredero directo de los grandes maestros es un realizador formado como actor en la época en que el género padecía su más drástica transformación: el veterano Clint Eastwood.

Educado bajo la égida de Sergio Leone –Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964), La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, 1965), El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966)– y Don Siegel –Dos mulas y una mujer (Two Mules for Sister Sara, 1970), El seductor (The Beguiled, 1971)–, Eastwood ha logrado mantener enteramente la esencia del western clásico con cintas como El jinete pálido (Pale Rider, 1985) y Sin perdón (Unforgiven, 1992), introduciendo a su vez la visión más crepuscular del género en esta última obra maestra absoluta. Sin embargo, el intento de los hermanos Coen ha quedado muy lejos de los mejores logros efectuados por aquellos cineastas que han intentado revalorizar un estilo de cine cuyos estertores pudieron contemplarse a mediados de los años 70. En resumidas cuentas, estos hermanos nacidos en Minnesota no han conseguido conectar con la vitalidad y la nostalgia propias de los desaparecidos maestros (John Ford, Howard Hawks, Anthony Mann, Nicholas Ray o Delmer Daves, entre otros) y el resultado de su trabajo es un western de artificiosa factura plástica y con escaso aliento clásico. La película posee suficientes elementos personales –la escritura de un guión nuevo a partir del mismo sustrato literario, la presencia de actores como Matt Damon y Josh Brolin, una destacable utilización del paisaje como elemento protagonista dentro de la acción– como para merecer una existencia independiente del film de Henry Hathaway, pero, en ningún caso, puede equipararse con aquella primera versión de la novela, inmensamente más cercana a la esencia del western tradicional.

A pesar de todo, Valor de ley (True Grit) recibió 10 nominaciones a los premios Oscar en el pasado certamen de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood, incluidas las categorías de Mejor película, director, actor (Jeff Bridges) y actriz secundaria (Hailee Steinfeld). Sin embargo, no logró alzarse con ningún galardón en una ceremonia donde la gran triunfadora fue El discurso del Rey (The King’s Speech, 2010), del británico Tom Hooper. Por otra parte, la versión de Hathaway tuvo una secuela enormemente inferior: El rifle y la biblia (Rooster Cogburn, 1975), dirigida por Stuart Millar e interpretada por Katharine Hepburn y John Wayne encarnando de nuevo el rol del singular marshall.

 

FILMHISTORIA Online, Vol. XXI, nº 1 (2011)

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Grup de Recerca i Laboratori d'Història Contemporània i Cinema