También mencionar que si bien las dos películas anteriores reconstruyen hechos precisos del enfrentamiento ruso finlandés, en este film el director concede mayor importancia a la relación humana entre los personajes, estableciendo unos perfiles muy claros y definidos, y organizando tan solo una gran escena bélica al final de la historia.
El protagonista principal es el teniente Perkola a quien se nos presenta al principio del film con su prometida Kaarina en una escena de interior y sosteniéndola en su regazo retomando así el modelo compositivo de la pietá y acompañado por el efecto de una tormenta en el exterior de la cabaña donde están refugiados. Este será el hilo conductor del film, la relación entre estos dos personajes. Por medio de un flash-back Saarela –director del film- construirá toda la historia hasta llegar de nuevo al presente y poder entender así los planos que se ven en el inicio.
La siguiente secuencia presenta al teniente Perkola junto a sus hombres –un escuadrón de infantería- en un momento de descanso antes de marchar al frente. En una breve secuencia el director muestra la personalidad de los soldados, por medio de ágiles diálogos, y entre los que se puede citar a Tauno, veterano de la Guerra de Invierno y miembro de la Guardia Cívica distrito de Finlandia Oriental; Lukkari, soldado cruel y sin miramientos; Raassina, antiguo miembro del partido comunista y objeto de recelos por parte de sus compañeros; el cabo Saarinen, quien trata de conservar algo de humanidad en medio del conflicto gracias a sus firmes creencias luteranas y el inseguro Kaarpinen.
El desplazamiento a la línea del frente se efectúa a pie y en bicicletas, lo que ilustra el equipo con el que contaba el Ejército Finlandés es esos momentos, y por medio del uso de voz over del teniente se informa que están siguiendo el avance del 10° Regimiento de Infantería situándose dicho acontecimiento en los primeros días de julio de 1941. También por medio de este recurso técnico, el teniente Perkola recuerda la Orden del día de Mannerheim:
We know what Stalin’s promises are worth. We are strong enough to uphold our liberty and defend our brothers in Eastern Karelia. We shall not shate our swords until law and order prevail. We need not accept as charity that land which by blood bond belong to us.