La cinta no ha salido igualmente airosa de todos esos frentes. El guión, verdadero alma de toda película, carece de la cohesión y de la fuerza precisa para encarnar un film de la envergadura prevista, pues se presenta como a retazos, sin adoptar una dirección determinada. Como consecuencia de ello, la obra carece de vigor, de ritmo y, prácticamente, de hilo conductor. Si bien hay elementos argumentales presentes a lo largo de todo el metraje, su desarrollo es poco homogéneo, quizá como consecuencia de unas pretensiones excesivas. Es el caso del origen de la enemistad y el odio entre Alatriste y Malatesta. Pese a que esos sentimientos son una constante en el guión, el origen de los mismos es presentado de un modo vago y poco convincente, cuando éste es, probablemente, el momento más decisivo en el desarrollo de la obra. A partir de ese momento, las escenas se suceden de forma bastante deslavazada, a modo de rompecabezas que sólo adquiere cierta cohesión a la luz de las fuentes de inspiración del film. Así sucede, por ejemplo, en relación con la recreación de la batalla de Rocroi, cuyo episodio histórico el espectador debe conocer para situarse en la película.
El segundo gran reto del film lo constituía la caracterización y el tratamiento de los personajes. En este punto, el espectador tiene también tras de sí las numerosas películas de época que obran en su memoria, su idea del lenguaje del XVII, ?basada quizá en las novelas de Pérez-Reverte?, y, aún más, no le resulta fácil desprenderse de la imagen que habitualmente ofrecen unos actores a los que se está acostumbrado a ver y escuchar en papeles muy distintos. Este conjunto de predisposiciones, que bien podrían tomarse como proyección de ciertos cánones, aunque conocidas por el director, no ha sido atendido en la elaboración de la cinta. El resultado, derivado de las deficiencias que presenta el guión, es un catálogo de personajes poco definidos y elaborados, que carecen de entidad y profundidad, lo que resta credibilidad a la historia. Si bien se huye de la caricatura que con frecuencia caracteriza el cine histórico español, hay imágenes que, como la del rey Felipe IV, se encuentran lastradas por ese recurso.
En otros terrenos más técnicos, el film se desenvuelve de forma más aceptable e, incluso, brillante, como es el caso de la fotografía, inspirada en las composiciones de Velázquez y Caravaggio, pero, en general, éste y otros recursos destinados a prestar realismo a la historia y evitar la sensación de artificiosidad (vestuario, tipos humanos ásperos y curtidos, decorados, etc.), no se hallan adecuadamente incardinados en la obra, provocando que ésta quede en ocasiones atrapada en ellos, perdiendo agilidad y armonía.
En cuanto a sus aspectos de fondo, la película trata, principalmente, de poner de relieve los diversos males que aquejan a España, adentrándose en lo que podría ser el punto de partida de los mismos: la decadencia del Imperio, momento en que ideales como el honor, la lealtad, la entrega, la nobleza, el patriotismo, la camaradería, etc., se habrían visto superados y vencidos.