EL CÍRCULO, DE JAFAR PANAHI,
O LA CONDICIÓN DE LA MUJER IRANÍ


Título original: Dayereh. Producción: Jafar Panahi Film Production/Mikado-Lumière & Co. (Irán-Italia, 2000). Productor: Jafar Panahi. Director: Jafar Panahi. Argumento: Jafar Panahi. Guión: Kambozia Partovi. Fotografía: Bahram Badakhsani. Decorados: Iraj Raminfar. Montaje: Jafar Panahi. Intérpretes: Maryam Parvin Almani (Arezou), Nargess Mamizareh (Nargess), Fereshtej Sadr Orafai (Pari), Monir Arab (Monir), Faterneh Naghavi (Mayereh), Elham Saboktakin (Elham), Mojgan Faramarzi (Mojgan). Color - 90 min. Estreno en España: 25-VI-2001.

 

La nueva ola del cine de Irán continúa en auge, y se está imponiendo en las pantallas occidentales. El estreno del "León de Oro" de la Mostra de Venecia '2000, El círculo, confirma el momento de esplendor artístico que goza el cine de ese país oriental y su lucha en favor de la libertad de expresión. Por eso su gran cabeza de fila, el maestro Abbas Kiarostami, se pronunció ayer con esta frase, durante un coloquio con miembros de la Persian Student Association, en la Universidad de Stanford:

"Los artistas tenemos que afrontar distintos tipos de restricciones a la hora de desarrollar nuestro trabajo. Yo veo la censura como una dificultad más entre otras muchas. La vida está llena de restricciones, y lo que tenemos que hacer es aprender a vivir en el interior de ellas"(Vid. ARUMÍ, E. "Abbas Kiarostami, el director iraní por excelencia", en Film-Historia, vol. X, núm. 3, 2000, pp. 123-137).

Jafar Panahi es el más reconocido discípulo del pionero del cine iraní, formando parte del grupo de jóvenes cineastas persas -Samira Makhmalbaf, Bahman Ghobadi, Majid Majidi, Hassan Yektapanah, Raji Pitts, Marzieh Meshkini- que han sido premiados en los festivales internacionales. Realizadores que superan el número de 300, entre los cuales hay doce mujeres. (Cfr. AKRAMI, A. "Sixty Six Years on Film Production in Iran", en Zeitgeist Films, 23-XII-1999).
Ayudante de dirección de A través de los olivos (Kiarostami, 1994), Panahi (Mianeh, 1960) debutó como realizador con El globo blanco (1995), confirmando su valía dos años más tarde con El espejo. Ahora ha producido y dirigido su tercer largometraje, Dayereh (2000), que revalida su categoría como autor.
Si en la anterior película, Jafar Panahi retrataba la mentalidad del Irán actual y el estatus de la mujer tras la revolución de Jomeini, a la vez que exponía el ansia de cambio que se produce en ese mundo árabe; aquí va mucho más allá en su estudio costumbrista y en el análisis de la condición femenina. Además, sus austeras imágenes sugieren mucho más que lo que exponen.
Ese es, precisamente, el estilo de su maestro Abbas Kiarostami, que pretende llamar la atención sobre dos cuestiones de fondo: la sacralidad del hombre y la poesía de lo cotidiano.

"El cineasta iraní -escribe su primer biógrafo español, Gabriel Villalonga- considera que, para ello, es imprencindible recudir al mínimo los elementos de la gramática cinematográfica: el tema, la trama, la actuación, la planificación, la música, el diálogo y el montaje. Si se permitiera que alguno de estos elementos tuviera un protagonismo por sí mismo, atrajera la atención por su brillo y originalidad, entonces las hojas no dejarían ver el bosque: el cine sería un obstáculo para mirar al hombre... El cine de Kiarostami permite observar no sólo la sensibilidad artística de un pueblo, sino muchas de sus encantadoras escenas cotidianas". (VILLALONGA, G. Abbas Kiarostami, el poeta de lo cotidiano. Madrid: Minor, 2001).

Ciertamente, lo que hace en El círculo Panahi es mirar a la mujer en su dimensión más íntima, con la delicadeza y profundidad que le caracterizan como realizador. De ahí que su denuncia contra la discriminación de la mujer en la República Islámica haya sido prohibida por las autoridades de su país. Pero dejemos hablar al propio autor:

"Los tres años del presidente Jatami han sido difíciles, aunque ha habido cierto espacio de apertura para la cultura y el cine. El problema es que los nuevos caminos han sido acaparados por quienes entienden el cine y la cultura desde un punto de vista comercial. Se ha abierto el mercado, por decirlo de algún modo, al servicio del mercantilismo. No soy muy optimista -declaraba en el Festival de Venecia (El Mundo, 10-IX-2000)- sobre la situación de Irán y sobre el porvenir de una verdadera liberalización. Muchos de los cambios se están produciendo en la superficie, cuando en realidad se trata de cambiar algunos síntomas profundos de nuestra sociedad. Creo que ya no volveremos atrás, lo cual es un hecho bastante positivo. Esperemos que las mujeres encuentren su sitio".


Tras un prólogo metafórico y de honda significación -que enlazará con el plano final-, El círculo cuenta las desventuras de ocho mujeres en Teherán. Algunas de ellas son o han sido prostitutas -otra, escapado de la prisión- y andan por las calles, repudiadas por sus familias o perseguidas por la policía, también por el hecho de que en Irán las mujeres no pueden ir a muchos sitios ni hacer determinadas cosas -fumar en público, por ejemplo- si no van acompañadas de su marido o por un hombre. Inspirada en la crónica de sucesos y escrita por una mujer, Kambozia Partovi, su título sería explicado así por Jafar Panahi:

"Todos los hombres vivimos en un círculo que nos rodea según cual sea nuestra situación política, nuestra condición social, nuestro contexto personal. La historia de estas mujeres cuenta cómo algunas de ellas luchan para alargar los límites de ese círculo, por encima de unas normas y sin miedo a sobrepasar esa línea roja que delimita el círculo que nos rodea a todos Hay otras mujeres, y otros hombres que prefieren aceptar unas reglas y que tienen miedo a sobrepasar esa línea roja. Jatami ha querido expandirlo, pero en Irán seguimos viviendo en un círculo".

Sin embargo, el discurso del premiado creador iraní es eminentemente significante: las imágenes hablan por sí solas. Su original puesta en escena es sobria y contundente, dejando que el público reflexione críticamente sobre tan abierto relato. Con todo, Jafar Panahi manifestaría así su voluntad de expresión:

"Es una película sobre el comportamiento humano, sin otras pretensiones ni divisiones. No he criticado al Gobierno, ni una religión, ni siquiera la actitud del hombre respecto a la mujer. Quería centrarme en ellas, pero no con fines moralistas ni reivindicativos, sino porque el ser humano, en todas sus facetas, constituye el único elemento de mi cine. No es una película feminista, sino una mirada a la naturaleza humana. Todas las películas que hago proceden de mi imaginación, que es más bien dramática. No he querido hacer un trabajo documental sobre la situación de las mujeres ni aislarlas premeditadamente como una parte distinta de la sociedad. (...) El "chador" es un símbolo dramático, pero las mujeres necesitan algo más que quitárselo para ser libres. También es necesario que cambie la mentalidad de los hombres para que traten a las mujeres con una mirada de respeto y de humanidad. Muchas veces, la vida de las mujeres iraniés es una prisión. También aquellas que triunfan o hacen carrera tienen que presentarse bajo la protección de un hombre, de un padre, de un marido. Éste es el presente de las mujeres: no pueden acudir a un bar no pueden salir de viaje".


Por otra parte, el crítico Jerónimo José Martín valoraría en estos términos este film iraní:

"Desde el primer momento, Panahi entrecruza las tramas con ese compulsivo hiperrealismo, casi documental, que se ha convertido en signo de identidad del cine iraní. Un hiperrealismo aparentemente espontáneo y descuidado, pero en realidad muy elaborado, en el que adquieren importancia decisiva recursos complejos e innovadores -en cuanto a su empleo sistemático, quizá a causa de la censura- como el fuera de campo, la voz en off, la cámara en mano, los símbolos visuales cotidianos o los cambios naturales de iluminación. Esta acumulación de información visual, unida al empleo casi constante de planos-secuencias, da a la cámara de Panahi una gran viveza y cercanía, y logra hacer compatibles un cierto laconismo expositivo -todo lo que se muestra parece la vida misma- con una enorme fuerza dramática interior, ésta redondeada por la apabullante naturalidad de todas las actrices, la mayoría no profesionales. Por último, la mirada de Jafar Panahi resulta parcial en su severo pesimismo -no aparece ni una mujer alegre en toda la película- y demasiado permisiva respecto al aborto y la prostitución, que se afronta sin una nítida perspectiva ética, y casi como si fueran derechos de la mujer". ("La película prohibida del discípulo de Kiarostami", en Aceprensa, 27-VI-2001).

Aun así, estamos ante una obra capital para conocer la situación de la mujer en el Irán de hoy, aunque por el momento ha sido prohibida por el Gobierno de su país. Sin embargo, en Teherán -que cuenta con doce millones de habitantes y sólo tiene setenta cines-, ha visto la luz otros filmes críticos sobre la condición femenina: El día que llegué a ser mujer, de Marzieh Meshkini, el cual sí ha sido autorizado por las nuevas autoridades iraníes; y Kandahar, de Mohsen Makhmalbaf, presentado en el Festival de Cannes y nominado como Mejor película no europea 2001.