T. O.: Cloud Atlas. Producción: X-Filme Creative Pool, Anarchos Pictures, Ascension Pictures, Five Drops y Media Asia Group (Estados Unidos - Hong Kong – Singapur - Alemania, 2012). Productores: Stefan Arndt, Andy Wachowski, Lana Wachowski, Alex Boden, Grant Hill y Philip Lee. Director: Andy Wachowski, Lana Wachowski. y Tom Tykwer. Guión: Andy Wachowski, Lana Wachowski, Tom Tykwer y David Mitchell. Música: Reinhold Heil, Johnny Klimek y Tom Tykwer. Montaje: Alexander Berner. Dirección de fotografía: Frank Griebe y John Toll.
Intérpretes: Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Hugo Weaving, Jim Sturgess, Du-na Bae, Ben Whishaw, James D'Arcy, Xun Zhou, Keith David, David Gyasi, Susan Sarandon, Hugh Grant, Robert Fyfe, Martin Wuttke, Robin Morrissey, Brody Lee, Amanda Walker, Ralph Riach y Andrew Havill.
Color – 172 min. Estreno en España: 22-II-2013
Los movimientos contraculturales de los años 50 y 60 en Europa y EEUU, como la Generación Beat, hicieron prosperar el Budismo como movimiento cultural en occidente, así como su mirada cinematográfica; aún hoy muy presente -destacando películas como Matrix (The Matrix, 1999), Origen (Inception, 2010) o, incluso, series como Perdidos (Lost, 2004)-. Así, un rechazo a los valores clásicos, el uso de drogas, una gran libertad sexual y el estudio de la filosofía oriental, eran algunos de los valores de esta generación.
Recién estrenada en España, en 2012 Walter Salles (Río de Janeiro, 1956) presentó en el Festival de Cannes En la Carretera (On the Road, 2012), adaptación de la obra más conocida de Jack Kerouac, integrante de la Generación Beat. Quién, a través de sus escritos, como Los Vagabundos del Dharma (Ed. Anagrama, 2000), refleja la firme voluntad de liberarse de las asfixiantes convenciones sociales de su época, así como la búsqueda de un sentido de su existencia. Y es que según Josep Lluís Alay, en su obra Historia de los tibetanos: de los orígenes al conflicto actual (Ed. Milenio, 2002), el budismo establece que los hombres deben buscar la liberación de nuestro mundo de sufrimiento en las Tres Joyas (triratna): Buddha, Dharma y Shanga. De esta forma, en los textos budistas, considerados como discursos originales del Buda histórico, Sakyamuni había comprendido el mecanismo de coproducción condicionada (Pratītyasamutpāda, en sánscrito; tendrel chukñi, en tibetano) o cadena de fenómenos físicos y psíquicos de la vida, que encadenan a los seres vivos al Samsāra o mundo de sufrimiento. Es decir, al ciclo de reencarnaciones.
El Samsāra o Rueda de la vida simboliza el ciclo de la vida, incluyendo el nacimiento, la vida y la muerte. Sin embargo, el ciclo, como la rueda, no tiene principio ni final: después de la muerte hay otro nacimiento. Una puerta que se abre para dar paso a una nueva vida, siempre condicionada por el Karma, el cual determina el destino futuro de cada ser. Por tanto, por cada acción, existe una consecuencia; por cada causa, hay un efecto.
Esta misma idea se plantea el director, guionista y dramaturgo belga Jaco Van Dormael (Ixelles, 1957), tras la prodigiosa Toto, el héroe (Toto le Héros, 1991). Las vidas posibles de Mr. Nobody (Mr. Nobody, 2009) es una poesía fantástica en la que Dormael llega a cuestionarse ¿Qué es el tiempo y cómo afecta a nuestras vidas? ¿Cuál es el fruto de nuestras acciones, elecciones o decisiones? Y, finalmente, los acontecimientos venideros ¿son fruto de la casualidad o del destino? Todo ello partiendo de la mente de un niño ante una decisión vital: ¿debe subir al tren con su madre o quedarse con su padre? De esa elección dependen muchas vidas posibles. Todas completamente distintas, con experiencias y lecciones diferentes. Pero todas ellas vividas.
Tres años después, Lana y Andy Wachowski, creadores de la trilogía de Matrix, regresan, junto al alemán Tom Tykwer, director de Corre Lola Corre (Lola rennt, 1998) o El Perfume (Das Parfum, 2006), para presentarnos, de la mano de X-Filme Creative Pool, Anarchos Pictures, Ascension Pictures, Five Drops y Media Asia Group, El Atlas de las nubes (Cloud Atlas, 2012). Adaptación del libro homónimo de David Mitchell. Una exploración de como las acciones de vidas individuales impactan en el pasado, el presente y el futuro. El como una sola alma se transforma de un asesino en un héroe, y un acto de bondad ondea a través de los siglos para inspirar una revolución. El Samsāra siemprecondicionado por el Karma universal.
De esta forma, El Atlas de las nubes, coproducción Estados Unidos-Hong Kong-Singapur-Alemania, es un compendio de narraciones, de historias que influyen en otras historias y que se transmiten de muchas maneras: en forma de diario, de música, de recuerdos, de cartas, documentos audiovisuales o narraciones orales. Nos encontramos con un cuento de aventuras a bordo de un navío que surca el Océano Pacífico en 1849 (“The Pacific Journal of Adam Ewing”), un intenso drama ambientado en la Gran Bretaña de 1936 (“Letters from Zedelghem”), un vibrante thriller de acción y espionaje en el San Francisco de 1973 (“Half-Live: The first Luisa Rey Mystery”), una delirante comedia situada en el presente (“The Ghastly ordeal of Thimothy Cavendish”) y una oscura historia de ciencia-ficción en el Seúl de 2144 (“An Orison of Sonmi-451”). Ésta última basada en El Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsyn. Un análisis del sistema de prisiones, del terrorismo y de la policía secreta. Un laberinto de continuas tragedias en las que se enumeran las atrocidades de un Estado enfrentado demencialmente a su propio pueblo. “La colonia penitenciaria”, según Franz Kafka. Y, finalmente, una aventura épica en un post-apocalíptico y primitivo Hawai que arranca en 2321 (“Sloosha’s Crossin’ an’ Ev’rythin’ after”).
El Atlas de las Nubes es, entonces, un ambicioso pero brillante viaje de ida y vuelta. Una puerta que se abre para dar paso a una nueva vida. Siempre condicionada, sin embargo, por la eterna lucha de clases. Y que se resume, según Karl Marx, en el Manifiesto del Partido Comunista, por una “lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes". Porqué, como comenta Rauffenstein, personaje interpretado por Erich von Strohein en La Gran Ilusión (Le Grande Ilusión, 1937) de Jean Renoir, “me temo que ni usted ni yo podemos parar la marcha del tiempo”. Un tiempo que, como la rueda, no tiene principio ni final.