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LA NANA. CORRER HACIA UNO MISMO Por ANDRÉS LAGUNA T. O.: La nana. Producción: Forastero Ltda/Diroriro/Tiburón Filmes/Puntoguiónpunto (Chile/México, 2009). Productor: Gregorio González. Director: Sebastián Silva. Guión: Sebastián Silva y Pedro Peirano. Fotografía: Sergio Armstrong. Supervisión musical: Ruy García. Diseño de producción: Pablo González. Montaje: Danielle Fillios. Intérpretes: Catalina Saavedra (Raquel), Claudia Celedón (Pilar Valdés), Alejandro Goic (Mundo Valdés), Andrea García-Huidobro (Camila), Mariana Loyola (Lucy), Agustín Silva (Lucas), Mercedes Villanueva (Mercedes), Anita Reeves (Sonia) y Delfina Guzmán (Abuela). Color – 96 min. Estreno en España: 16-IV-2010.
Sin lugar a dudas, la multipremiada cinta chilena, La nana, es uno de los estrenos más sugerentes e interesantes del año. Su éxito en Sundance, en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, en los Spirit Awards y en los Globos de Oro, definitivamente, no fue gratuito. Aparentemente, La nana no es más que una película social, que sólo intenta retratar la vida de dos clases sociales que interactúan, de dos mundos que se encuentran desencontrándose. Pero, lo interesante es que Silva busca retratar cuestiones mucho más fundamentales, mucho más esenciales, mucho más profundas. Pero La nana, ante todo, es una obra intimista, un brillante relato del viaje de Raquel hacia sí misma. La película abre de manera sugerente, es su cumpleaños y la familia le ha preparado un pequeño festejo, con pastel y regalos. En una escena magníficamente lograda, Raquel se sienta en la mesa del comedor con la familia Valdés, lo que no es nada habitual. El cariño que se tienen es genuino, pero la tensión y la incomodidad son evidentes, son insuperables. Todos se sienten fuera de lugar, los roles sociales parecen haberse disuelto y nadie sabe como actuar ante eso. Raquel es el otro que se encuentra en los márgenes, el excluido, el que nos interpela con su mirada quebrada. Todos lo saben, todos son concientes de ello, todos lo sufren. Más allá de los afectos que el tiempo y la convivencia hayan podido forjar, existen límites económicos y socioculturales que ni los empleadores, ni la empleada están dispuestos a cruzar. En buena parte del cine latinoamericano de los últimos años existe una tendencia evidente, con diferentes suertes, se está intentado retratar la vida de las elites económicas y la interacción con sus sirvientes. Claros y recientes ejemplos son la mexicana Parque vía (2008)y la boliviana Zona Sur (2009), cintas que, al igual que La nana, fueron premiadas y aplaudidas por el público y la crítica especializada. Lo interesante de este fenómeno no sólo está en la sinceridad y en la autenticidad de muchas de las propuestas cinematográficas, no sólo está en que son obras confesionales y en algunos casos autobiográficas. Lo realmente relevante de esta tendencia es que se está mirando y oyendo a un sector de la sociedad que era anónimo e invisible. Incluso para el cine social e indigenista tenía poca relevancia, pues a los sirvientes ni siquiera se los consideraba como actores del cambio social. Después de años, después de que las generaciones educadas por sirvientes crecieron y comenzaron a narrar historias, se está comenzando a entender que las empleadas y empleados domésticos son individuos con necesidades singulares, con historias personales, vitales y poderosas. En ese sentido, La nana es una película brillante y ejemplar, que a través del fabuloso trabajo actoral de Catalina Saavedra encarnando a Raquel, nos permite explorar el universo de un personaje fértil y profundo, de un personaje que es próximo y lejano a la vez. Raquel no habla mucho, no es culta, no tiene ningún tipo de formación académica, se siente incómoda con sus patrones, pero en el desarrollo de la película nos demuestra que con códigos, hábitos y formas de ser distintas a las que nos a acostumbrado el cine masivo y sus protagonistas, lee y reinventa su vida, la vida misma, y encuentra su lugar en el mundo.
FILMHISTORIA Online, Vol. XX, nº 2 (2010) |
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