|HOME|

|VOLUMEN XX|

|NÚMEROS ANTERIORES|

|STAFF|

|LINKS|

|CONTACTO|

 

SHUTTER ISLAND, EL PARTICULAR “CORREDOR SIN RETORNO” DE MARTIN SCORSESE

 

Por CARLOS GIMÉNEZ SORIA

 

 

T. O.: Shutter Island. Producción: Paramount Pictures y Phoenix Pictures, en asociación con Sikeli Productions y Appian Way (USA, 2010). Productores: Bradley J. Fischer, Mike Medavoy, Arnold W. Messer y Martin Scorsese. Director: Martin Scorsese.
Argumento: basado en el libro homónimo de Dennis Lehane. Guión: Laeta Kalogridis.
Fotografía: Robert Richardson. Montaje musical: Jennifer L. Dunnington. Supervisión musical: Robbie Robertson. Diseño de producción: Dante Ferretti. Montaje: Thelma Schoonmaker.

Intérpretes: Leonardo DiCaprio (Teddy Daniels), Mark Ruffalo (Chuck Aule), Ben Kingsley (Dr. Cawley), Michelle Williams (Dolores), Emily Mortimer (Rachel Solando), Patricia Clarkson (Rachel Solando), Max von Sydow (Dr. Naehring).

Color – 138 min. Estreno en España: 19-II-2010.

 

 

Por su penúltimo film, Infiltrados (The Departed, 2006), el veterano realizador Martin Scorsese fue premiado finalmente con el Oscar de Hollywood al Mejor Director, galardón por el que había estado nominado anteriormente en cinco ocasiones –concretamente por Toro salvaje (Raging Bull, 1980), La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988), Uno de los nuestros (Goodfellas, 1990), Gangs of New York (2002) y El aviador (The Aviator, 2004)–. A decir verdad, la cinta no brilla a la misma altura que muchos otros títulos de su filmografía, pero, aun así, la Academia decidió conceder a su autor un reconocimiento que, a esas alturas, ya no era necesario –sobre todo teniendo en cuenta que, por una de sus obras maestras, Taxi Driver (1976), ni siquiera había estado nominado–. Su incuestionable aportación al panorama del cine americano moderno ha sido tan decisiva como la de otros importantes cineastas: Francis Ford Coppola –Tetro (2009)–, Steven Spielberg –Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, 2008), George Lucas –Star Wars, Episodio 3: La venganza de los Sith (Star Wars, Episode III: Revenge of the Sith, 2005), Brian De Palma –Redacted (2007)– o Woody Allen –Vicky Cristina Barcelona (2008)–. Maestros indiscutibles cuyas obras más recientes, al igual que las del propio Scorsese, ponen de manifiesto la profunda crisis creativa que amenaza al arte de las imágenes en pleno siglo XXI.

A simple vista, los últimos films de este polémico realizador revelan una despersonalización respecto a las constantes habituales de su cine: el ascenso y la caída de imperios criminales –Casino (1995), la citada Uno de los nuestros– o de celebridades públicas –el boxeador Jake La Motta en la antes mencionada Toro salvaje–, así como la temática de la redención personal –presente en casi todas sus cintas desde Malas calles (Mean Streets, 1973)–. A nivel de contenido, las películas de Martin Scorsese siempre han respondido fielmente a estas dos premisas argumentales, indagando en conflictivos microcosmos sociales a través de complejas parábolas o de escrupulosos retratos de clase –como serían, concretamente, las magistrales Taxi Driver y La edad de la inocencia (The Age of Innocence, 1993)–. Sin embargo, sus últimas propuestas fílmicas parecen haber perdido la consistencia temática de sus obras precedentes: la epopeya de Gangs of New York dividía el potencial crítico del fresco histórico reduciéndolo a subtramas carentes de interés, mientras que films como Al límite (Bringing Out the Dead, 1999) o la “oscarizada” Infiltrados parecían exponer una recuperación fallida de los momentos más brillantes de la carrera de Scorsese. Del mismo modo, la demostrada habilidad de este cineasta neoyorquino para la puesta en escena de aparatosos proyectos no logró compensar el desequilibrio entre el frío academicismo escénico y el tono apasionadamente biográfico de El aviador, dejando entrever la falta de una simbiosis más estrecha entre forma y contenido.

Con Shutter Island (2009), los resultados no han sido mucho mejores. En base a una novela del escritor Dennis Lehane –el hoy reputado autor de Mystic River y Adiós, pequeña, adiós, relatos literarios trasladados al cine por Clint Eastwood y Ben Affleck, respectivamente–, Martin Scorsese ha filmado su cuarto título junto al actor Leonardo DiCaprio. Tras ocho colaboraciones con el veterano Robert De Niro –de quien Scorsese recuerda con especial afecto su trabajo en El rey de la comedia (The King of Comedy, 1982)–, DiCaprio parece haberse convertido en su nuevo actor-fetiche, salvando las distancias entre la figura de una estrella consagrada y el talento en auge de una joven promesa.

La premisa argumental del film está muy relacionada con la obra maestra de Samuel Fuller Corredor sin retorno (Shock Corridor, 1963): la investigación de un crimen que ha tenido lugar en el recinto de una institución psiquiátrica. Mientras que en la película de Fuller el protagonista era un periodista dispuesto a ganar el premio Pulitzer con una historia sensacionalista, Shutter Island gira en torno a la labor de un policía supuestamente enviado a una isla provista de un tratamiento radicalmente distinto para las enfermedades mentales. Esta excusa permite al film divagar sobre aspectos psicoanalíticos durante más de dos horas de metraje en búsqueda de una sólida estructura que oculte el momento de revelación característico de todo thriller de suspense. Estructura que, por otra parte, remite a una de las cintas más acertadas de Alan Paker, El corazón del ángel (Angel Heart, 1987), película interpretada por Mickey Rourke con la que tiene muchos puntos en común.

Sin embargo, el nuevo proyecto de Martin Scorsese adolece de falta de convicción en sus planteamientos dramáticos. El guión presenta muchas fisuras a través de las cuales el relato va perdiendo interés de manera paulatina. Momentos muy brillantes (como, por ejemplo, la entrevista inicial con los médicos notablemente encarnados por Ben Kingsley y el sueco Max von Sydow o el escalofriante desenlace final) se encabalgan con otros repletos de lamentables baches narrativos y con escenas que exhiben un manejo poco hábil del suspense tradicional.

En conjunto, la duración del film es excesiva y la capacidad de Scorsese para guiar inteligentemente al espectador a través de una intriga policiaca resulta muy limitada. Gran parte del problema reside en el propio guión, que expone situaciones anodinas con un énfasis innecesario sobre las supuestas ambigüedades de la trama. Aunque, en realidad, este sistema pone de manifiesto un mecanismo dramático demasiado previsible que se ve forzado a desviar la atención del público a través de pistas falsas para retrasar la llegada de un clímax final.

No deja de resultar curioso que un declarado admirador del cine de Alfred Hitchcock como es Martin Scorsese exhiba de manera tan evidente su torpeza para utilizar los dispositivos del cine de suspense. Pues Shutter Island, lejos de proponer cualquier tipo de exploración médica con fundamento (a pesar de su aproximación al universo de los trastornos disociativos de identidad), muestra las limitadas dotes para emplear los argumentos psicoanalíticos como mecanismo de intriga. Siempre resulta difícil situarse en el terreno de Hitchcock, pero, en este caso, los resultados ponen de manifiesto limitaciones mucho más grandes que las evidenciadas por otros seguidores del autor de Psicosis (Psycho, 1960) –como Brian De Palma en sus inicios y, actualmente, M. Night Shyamalan o incluso el español Alejandro Amenábar.

En resumidas cuentas, el visionado de este film casi obliga a olvidar cualquier vinculación pasada de Scorsese con el cine de autor. El producto final queda reducido a una puesta en escena funcional y relativamente eficaz, acompañada de un destacable elenco de actores. Por ello, la presente cinta del responsable de El último vals (1978) se erige como un ejemplo paradigmático de esa profunda crisis del cine que hemos expuesto con anterioridad. La lamentable comprobación del declive creativo de un realizador tan apasionante como fue Martin Scorsese en los últimos treinta años del siglo pasado.

 

FILMHISTORIA Online, Vol. XX, nº 1 (2010)

|VOLVER A NÚMERO 1|


Grup de Recerca i Laboratori d'Història Contemporània i Cinema