T. O.: Zodiac. Producción: Phoenix Pictures-Road Rebel, para Warner Bros. & Paramount (USA, 2007). Productores: Ceán Chaffin, Mike Medavoy y James Vanderbilt. Director: David Fincher. Argumento: basado en la obra de Robert Graysmith. Guión: James Vanderbilt. Fotografía: Harris Savides. Música: David Shire. Diseño de producción: Donald Gram. Burt. Montaje: Angus Wall.

Intérpretes: Jake Gyllenhaal (Robert Graysmiyh), Anthony Edwars (Inspector William Amstrong), Chloë Sevigni (Melanie), John Carroll Lynch (Arthur Leigh Allen), Mark Ruffalo (Inspector David Toschi), Brian Cox (Melvin Belli), Elias Koteas (Sargento Jack Mulanax), Robert Downey, Jr. (Paul Avery),

Color - 158 minutos - Estreno en España: 18-V-2007.

Sin duda, David Fincher nos vuelve a sorprender, esta vez con una película que se podría catalogar de poco comercial, aunque resulte contradictorio a causa de su cotizado director. Se trata de una película de excelente calidad y muy distinta a las que nos ha presentado anteriormente: Alien3, Seven, El club de la lucha, La habitación del pánico y la menor The Game. Podría decirse que Zodiac es la más ‘clásica’ y también la más larga; pero de lo que no cabe duda es que es una de esas películas que destaca como obra de arte.

Basada en el libro homónimo que narra hechos reales escrito por Robert Graysmith (el personaje principal de la película), en sus más de 150 minutos Zodiac nos relata una serie de asesinatos que alarmaron a la población de California a fines de los años sesenta y principios de los 70. Estos asesinatos -aún sin resolver- fueron ejecutados por un personaje que se hacía llamar Zodiac, el cual, además de poner en jaque a la policía y a la prensa, montó un verdadero show mediático en su época, con criptogramas y cartas publicadas en los diarios, revelaciones en directo a la televisión, amenazas públicas, etc.

Zodiac escapa del género de asesinatos y policías. Aquí lo que se pretende es hablar de una época y de una obsesión. Renace el estilo y la estética -muy cuidada por cierto- de los años setenta, en una película que más que investigación policíaca o periodística es una apología a la obsesión, que va desde lo descriptivo hasta lo paranoico. En este juego, donde se involucra incluso al espectador, la obsesión se vuelve colectiva; no se trata de adivinar la identidad de un asesino, sino de la obsesión por atraparlo, por saber quién es; la obsesión para cerrar la película en una verdad que nos tranquilice. La obsesión -como dice el protagonista y se logra al final- por estar frente al asesino y mirarle a los ojos.

No se puede negar que la película -de una planificación ejemplar- tiene momentos que son soberbios, históricos, aterradores, preeminentes; pero todos en dosis correctas y equilibradas, que mantienen al espectador atento a lo largo de todo el filme. Contrariamente a lo que algunos afirman de que es una cinta demasiado larga y que por momentos es lenta, se puede decir que ésa es la intención, que su narrativa cinematográfica se somete al guión, a la historia; utilizando el ritmo de la narración más bien como herramienta, algo poco común actualmente.

El ritmo varía según la historia lo va requiriendo, en algunos casos con una flemática calma que inquieta, o con una aterradora ansiedad que perturba al más impasible de los espectadores, incluso pone los pelos de punta. Los asesinatos están rodados con un pulso narrativo y de suspense propios del mejor Hitchcock, con escenas realistas pero moderadas de sangre, donde la violencia no es explícita y eso el espectador lo agradece mucho, pues últimamente la sanguinolencia de algunas películas resulta repulsiva.


Con el análisis minucioso de una investigación criminal, Zodiac se acerca sin reparos al cine documental, frío, aunque de una trama inquietante y sugerente en extremo, sin abandonar su carácter cinematográfico en ningún momento. Fincher, con su innegable talento creativo, nos asfixia con un sinfín de detalles e información presentados de manera inteligente y dramática, haciendo uso de toda clase de artilugios fílmicos que, sin embargo, le dan al metraje unidad y una idea de conjunto aplastante, dando la sensación de que sin ellos perdería credibilidad.

Mas allá de sus genialidades cinematográficas, se nos revela como una película con un profundo sentido de la ética (incluso con algo de romanticismo), ya que después de su cargado metraje y su contenido aparentemente violento, nos queda la impresión de haber visto una de esas obras magníficas sobre la justicia, la esperanza, la tenacidad, el derecho a encontrar la verdad y las trabas que se encuentra cuando el tiempo y la sociedad deciden dejar en el olvido el tema. Además de la obsesión, también nos habla de la frustración, de la locura, de las ansias desmedidas de notoriedad y la necesidad compulsiva de ser (re)conocidos, haciéndonos reflexionar, al mismo tiempo, sobre el papel de los medios de comunicación y su responsabilidad en la sociedad.

Los excesos cometidos se hacen necesarios en sus más de dos horas para poder entretejer sin prisas -como la investigación que describe- todos los hilos del caso, que con sus altos y bajos, al final nos vuelve a alejar de una verdad nunca esclarecida. En este proceso de unir cabos, se agradecen los carteles informativos donde claramente nos sitúa en el tiempo y en el espacio, considerando que la acción de la película se desarrolla en escenarios distintos temporal y geográficamente.

A pesar de su duración, Zodiac es una película austera y minuciosa, que entretiene y que mantiene al espectador pegado a la butaca. Lo que hace el director es replantear el patrón sobre el que afrontar el género de asesinos en serie y buscar otros recursos narrativos en base a criterios más literarios, más cercanos a modelos de los 70; de ahí que al terminar de verla no podemos dejar de relacionarla con Todos los hombres del presidente o incluso con JFK. Si bien para muchos no es una obra maestra, es sin duda una obra mayor en la filmografía de David Fincher.

La investigación del director duró un año, en el que entrevistó a cientos de personas y revisó miles de documentos de más de treinta años de investigaciones, lo que le permitió ser absolutamente fiel a una realidad que quería respetar sobre todo; lo que suele ser muy arriesgado, pues no siempre la realidad es cinematográfica, aunque en este caso si lo es gracias a la manera en que la historia está estructurada. Sin embargo, al final, nos estrellamos con la dura cara de la realidad, dejándonos un desenlace oscuro y decepcionante.

Zodiac, además de contar con una puesta en escena y una ambientación rigurosa, tiene un reparto magnífico con personajes que se imponen sobre la historia misma. Volvemos a ver a Jake Gyllenhaal con la fuerza interpretativa de sus inicios y lejos de interpretaciones tan fallidas como la de Brokeback Mountain. Dota a su personaje, Robert Graysmith (el autor del libro en el que se basó la película), de una potencia increíble y de una personalidad apabullante. Interpreta a un tipo común y corriente, aparentemente insignificante, un dibujante de caricaturas, lector de bibliotecas, con aires de boy-scout, que ve cine que poca gente ve; que se obsesiona con un caso policial y que en su perseverante búsqueda de la verdad deja en el camino su trabajo, su vida familiar y su salud.

La obsesión –no sólo de su protagonista- por resolver el misterio es la que acaba trastornando al resto de implicados en averiguar la identidad del asesino en serie, que se divertía montando un espectáculo de terror y tratando de que descifren sus acertijos. Se debe mencionar en primer lugar al inspector Dave Toschi (interpretado magistralmente por Mark Ruffalo) y su compañero William Bill Armstrong (Anthony Edwards), este último, viendo peligrar su carrera y matrimonio, decide dejar de lado la búsqueda que acabaría con el resto. Por su parte, Paul Avery (Robert Downey Jr.), redactor de la página policial del The San Francisco Chronicle (uno de los diarios que publicaron las cartas de Zodiac), termina desempleado y toxicómano en su búsqueda obsesiva.

Se deben mencionar algunas actuaciones secundarias, pero igualmente sólidas, que complementan perfectamente la trama de la historia, como la de Chloë Sevigny (esposa de Robert Graysmith), quien desesperada por salvar su hogar y su familia de la enfermiza obsesión de su marido (en la que había involucrado hasta a sus pequeños hijos), lo abandona, no sin contribuir a su investigación. Igualmente, destacan John Carroll Lynch (el principal sospechoso), Elias Koteas y Brian Cox.

En el plano técnico, todo es impecable. Como ya hemos dicho, Fincher apuesta por un lenguaje documental, acentuado por una fotografía insuperable, cargada de planos medios y sin demasiados artificios. Todos los planos (incluidos los cenitales) y secuencias están rodados de una forma espléndida y muy inteligente. El montaje resulta  original y muy calculado (destaca esa suerte de collage en movimiento donde mezcla la investigación con los signos del zodiaco y otras imágenes). La banda sonora encargada a David Shire, magistral, incluso mostrando las variaciones en el tiempo. La ambientación y vestuario, muy logrados, tanto que nos sentimos transportados en el tiempo.

Resulta imposible no citar algunas de las singularidades de la película que no pasan inadvertidas, como la escena donde la cámara hace el recorrido de la primera carta de Zodiac a la redacción del periódico desde el camión de reparto hasta las manos del director; y la escalofriante escena en la casa con sótano, donde el dibujante interroga a un posible culpable. Otros recursos, en cambio, son más sutiles como la presencia de un niño (que sin tener protagonismo se mueve entre los personajes principales), que revela el pánico infantil que produjo el asesino en toda una generación (a la que pertenece Fincher), y también la representación de la realidad social, política y cultural de la sociedad norteamericana durante los diferentes escenarios temporales del filme.

David Fincher renuncia, con Zodiac, a aspectos más comerciales y frívolos, entregándonos así una película meticulosa, honesta, sencilla y sólida, como un ejemplar ejercicio cinematográfico convertido en una verdadera joya que confirma su entrada al grupo de los grandes directores del cine reciente.