Jóvenes aterrorizados, una ciudad sometida al terror por un monstruo, caos, destrucción, miedo. Algunos se preguntarán ¿qué hace una monster movie como ésta en nuestras páginas? Admito que cuando entré en la sala para visionar la película iba con el ánimo de ver una cinta de terror al uso, con más o menos gracia. La sorpresa fue bastante agradable. Para empezar, la campaña de promoción, sumamente hábil: en los teasers y tráilers que circulaban por la red y en el cine apenas veíamos fragmentos del caos: chillidos, gente corriendo, en ningún momento aparecía el factor desencadenante de tales imágenes. Con el tiempo se supo que era una película de terror al estilo de Japón bajo el terror del monstruo (Gojira, Ishirô Honda, 1954), aunque las noticias que de ella se desprendían y la personalidad de su productor, J. J. Abrams, hacían presagiar algo diferente, como así ha sido.
J. J. Abrams es uno de los productores más creativos que han surgido en los últimos años en la Meca del cine. Creador y guionista de series de televisión de enorme éxito como Felicity (1998-2002), Alias (2001-2006) o Perdidos (2004 y prosigue en la actualidad) director de Misión Imposible III (Mission: Impossible 3, 2006); Abrams es el reverso de Jerry Bruckheimer. Donde el último pone toneladas de ruido y efectos especiales, Abrams prefiere sorprender al espectador con giros argumentales, sorpresas y personajes ambiguos. Monstruoso lleva su firma: En poco más de veinte minutos presenta a una serie de personajes que llevarán el peso de la acción, todos ellos bastante bien definidos para tratarse de una producción de estas características. Una vez desatada la acción pasan bastantes minutos antes de saber qué pasa; logro que comparte J. J. Abrams con el primerizo Matt Reeves, merced a una nerviosa pero efectiva –y lamentablemente, en ocasiones, efectista– puesta en escena, nos va desvelando el misterio con cuentagotas. La trepidante acción del filme, y en especial su puesta en escena, bebe del género fantástico y en concreto del terror. Como hiciera la magnífica El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999), My Little Eye (Marc Evans, 2002) o la reciente e interesante última cinta de Jaume Balagueró, Rec (2007); el espectador se imbuye en el contenido del filme a través del ojo de la cámara de un vídeo aficionado. Si en los casos de la película de Myrik/Sánchez y en Rec este recurso funcionaba muy bien, en Monstruoso hay cierto problema que podríamos denominar de continuidad. Me explico. A lo largo de la película uno de los protagonistas –Hud– va grabando los hechos acaecidos durante una nefasta noche de manera que vemos lo que él ve, sin embargo, la cámara sigue grabando en momentos de enorme peligro y tensión –la secuencia del túnel de metro, la entrada en el apartamento de Beth– ¿Si la puesta en escena apuesta por la verosimilitud, por qué no hay ningún corte en esos momentos, dejando al espectador que reconstruya lo sucedido? En eso, tanto El proyecto de la bruja de Blair como la película de Jaume Balagueró son mucho más honestas y si se me permite la palabra, auténticas.
No obstante, los logros de la película residen más allá de la vibrante dirección de Reeves, el sello de Abrams o la ingeniosa campaña de promoción. La cinta no es una monster movie más, como lo podía ser la horrenda Godzilla (1998) de Roland Emmerich. El filme nos ofrece una segunda lectura sumamente atractiva: si las películas originales de Godzilla funcionaban como alegoría del holocausto nuclear en el sino del Japón de la posguerra, Monstruoso no es ni más ni menos que una alegoría brutal, seca, dura, del 11-S. La sorpresa ante los ataques contra las Torres Gemelas fue tremenda, al igual que el ataque del monstruo contra la ciudad. Mientras que Al-Qaeda atacó contra uno de los símbolos de la ciudad, las mencionadas Torres, la criatura lo hará contra la Estatua de la Libertad. Al igual que ocurre en un primer momento con los aviones y los terroristas, nadie sabe de donde ha surgido la fuente de agresión ¿Un monstruo? ¿De dónde? Incluso uno de los personajes clama: “¿Es otro ataque terrorista?”. La confusión reina por doquier en unas calles cubiertas de polvo que impide la visión –recordemos las imágenes del desplome de la primera Torre y la gigantesca nube de polvo que inundó las calles de medio Manhattan–. Las fuerzas del orden, policía y Ejército acuden al rescate pero no saben cuál es la amenaza, lo mismo que ocurrió el 11-S o lo que ocurre en las calles de Irak ¿Contra quién luchamos? ¿Son los niños posibles enemigos? ¿Dónde se esconde el enemigo? Todas esas dudas y miedos que invadieron a miles de neoyorkinos durante largas horas, son trasladadas a la gran pantalla de forma real, más incluso que una película dedicada a tan aciago acontecimiento, World Trade Center (2006), lamentable cinta del director-historiador Oliver Stone. El filme incluso cita a la gran obra dedicada al 11-S, United 93 (Paul Greengrass, 2006). En esta cinta veíamos los atentados gracias a unos televisores que están situados en un centro de control de aviación civil, algunos les prestan atención, otros no.