T. O.: Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull. Producción: Paramount Pictures y Lucasfilm Ltd. (USA, 2008). Productor: Frank Marshall. Productores ejecutivos: George Lucas y Kathleen Kennedy. Director: Steven Spielberg. Guión: David Koepp, basado en una historia de George Lucas y Jeff Nathanson. Fotografía: Janusz Kaminski. Música: John Williams. Dirección artística: L.A. Hubbs, L. Freeborn, L.E. Polizzi, M.W. Mansbridge y T. Sizemore. Diseño de producción: Guy Hendrix Dyas. Vestuario: Mary Zophres. Montaje: Michael Kahn.

Intérpretes: Harryson Ford (Indiana Jones), Shia LaBeouf (Mutt Williams), Cate Blanchett (Irina Spalko), Karen Allen (Marion Ravenwood), Ray Winstone (George McHale “Mac”), John Hurt (Harold Oxley “Ox”), Jim Broadbent (el decano Charles Stanforth), Igor Jijikine (Dovchenko).

Color - 125 min. Estreno en España: 22-V-2008.

El cine de aventuras tiene en Indiana Jones su icono más preciado, donde el ingenio y la maestría parecen haberse reunido para deleite del gran público, como compendio y síntesis de las más destacadas influencias dentro del género. Un icono que, desde su aparición en 1981, en En busca del arca perdida –la más lograda y aplaudida de las entregas de la saga–, ha abierto una corriente por la que han transitado numerosos films.

Esta magistral inspiración se concreta en un personaje con unas señas de identidad muy particulares, que van mucho más allá de su indumentaria, pues comprenden toda una serie de recursos e ingredientes que se repiten en todas y cada una de las entregas, y que han logrado cautivar al espectador. Indiana Jones es, en efecto, la principal aportación creativa de la saga, por encima de sus aventuras, hasta el punto de que en torno al mismo se ha construido una biografía, cuyos trazos se han ido revelando con cada nuevo guión. El perfil se completa con la serie televisiva Las aventuras del joven Indiana Jones (The Young Indiana Jones Chronicles), de carácter más didáctico, pero que responde a las mismas líneas maestras.

Estas señas de identidad se reencuentran en la cuarta aventura, bajo un guión que, aunque introduce novedades llamativas, permite desentrañar las claves sobre las que se ha construido nuestro héroe:

Indiana Jones es, en primer lugar, un héroe de carne y hueso, una persona corriente con la que no es difícil identificarse. Cuando el propio protagonista afirma, en la tercera entrega, que “el 70% de la arqueología se hace en la biblioteca”, para, acto seguido, embarcarse en una nueva aventura, está en realidad convirtiendo en héroes a toda una legión de seguidores que en su vida cotidiana ocultan un aventurero.

En segunda lugar, las aventuras de Indy se encuentran siempre enmarcadas dentro de un determinado contexto histórico, principalmente, los años treinta, década que constituye una de las épocas más románticas de la historia. Los escenarios sobre los que se desarrolla la acción presentan un carácter exótico a los ojos de un europeo, pero nunca conforman mundos fantásticos, surgidos de la pura imaginación. Dentro de esta ambientación temporal y espacial nuestro héroe se enfrenta a unos enemigos que personifican el mal, generalmente representado por los nazis, los cuales persiguen los mismos objetos, pero para fines diversos.

Otro elemento clave de la saga lo constituye el objeto que impulsa el desarrollo de la trama; el denominado MacGuffin. Ya se trate de objetos archiconocidos, en torno a los cuales existe una verdadera leyenda, como es el caso del santo grial o del arca de la alianza, o de objetos menos conocidos o imaginarios, todos ellos permiten resolver un misterio o solventar un problema. Salvo en el caso de las piedras de Shankara la búsqueda de los objetos persigue, además, obtener una respuesta sobre el hombre mismo. Este es, probablemente, el punto en el que nuestro personaje enlaza más claramente con la tradición fabuladora.

Nos hallamos ante un tipo de cine que nos traslada al mundo infantil y que, como señala el propio Spielberg, nos devuelve a cuando éramos niños. Es un cine en el que se establece un diálogo personal con la aventura y el misterio, los cuales se presentan como algo muy cotidiano, al modo que sucede durante la infancia y la primera juventud. Indiana Jones es, como el joven protagonista de Los Goonies, capaz de advertir y de seguir las huellas dejadas por personajes anteriores o por el solo paso del tiempo, a la espera de que alguien los descifre, de que alguien “dialogue” con ellos. Es como si el hombre se adentrara en la historia a través de su propia historia.

En toda la saga se acentúa la importancia del saber, en el sentido de una adecuada combinación entre el estudio –con el esfuerzo que éste implica– y las experiencias acumuladas. El saber se revela no sólo como la clave para enfrentarse a todo tipo de problemas y resolver los más intrincados enigmas, sino también como instrumento para lograr una vida más apasionante, entretenida, y útil, que participe de la historia.

Una de las principales bazas de la serie la proporciona el encanto y el sentido del humor que destilan Indiana Jones y los personajes que le son próximos, que se manifiestan a lo largo de cada una de las entregas, en situaciones y diálogos brillantes y plenos de comicidad.

Un último elemento lo constituye el carisma del actor que ha dado vida a Indiana Jones. La cuarta entrega de la serie, con un Harrison Ford por encima de los 60 años, pone de manifiesto hasta qué punto existe una identificación entre personaje y actor.

Bajo estos parámetros transcurre el guión de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, una cinta cuya finalidad principal es la de entretener y que, en este sentido, puede englobarse dentro del denominado “cine familiar”. El guión es ciertamente sencillo y plantea, en ocasiones, un desarrollo de la acción precipitado y simplificado, en aras del entretenimiento. La película pretende ser, además, un homenaje a la saga, con continuos guiños a la misma, así como a otras películas admiradas por Spielberg y Lucas. No es por eso extraño que se la haya calificado como de reencuentro familiar entre los personajes y el director. Resulta ser, además, una especie de compendio del cine de Spielberg, en el que se combinan sus películas de aventuras, las más serias, y las de ciencia ficción.

En esta ocasión la ambientación se sitúa en los años cincuenta, concretamente en 1957. La recreación de aquella década constituye uno de los mayores méritos de la obra, que nos traslada a la época de la guerra fría, las pruebas atómicas, la fiebre anticomunista, las pandillas juveniles, y la obsesión por los extraterrestres, los coches y la música. Pero lo realmente original es que algunos de esos elementos se incorporan a la propia trama, particularmente la obsesión por la vida extraterrestre, como si se tratara de una película de los años cincuenta. Ante este nuevo contexto histórico, Indiana Jones abandona el romanticismo de los años treinta y se adentra en la modernidad, a la par que se ve obligado a cambiar de enemigos, más propios ahora quizá de un James Bond: el régimen soviético.

La ambientación espacial salda la deuda contraída con la primera y más celebrada secuencia de la saga, que tiene por escenario la jungla sudamericana, y regresa a las civilizaciones precolombinas, las cuales proporcionan uno de los mundos más atractivos para la aventura. Si bien la trama no es, en este punto, fiel a la realidad y la historia, logra sin embargo su objetivo principal, que es entretener.

El MacGuffin también se ve sujeto a una revisión y, en cierto modo, se moderniza. La calavera de cristal, un objeto escasamente conocido y cuya autenticidad es puesta en duda, es el nuevo objeto que Indiana Jones deberá encontrar para después resolver el misterio que lo envuelve y obtener el conocimiento que de él emana. Pero, como en las ocasiones anteriores, las expectativas creadas en el espectador ante esta nueva arma de dos filos se desvanecen ante unas pretensiones excesivas y que difícilmente puede colmar la imaginación. Lo curioso es que, al igual que sucede también en las anteriores entregas, nuestro protagonista es el primero en descreer de su propio hallazgo y poner tierra de por medio. Si del film resulta la evidencia de una vida extraterrestre, este descubrimiento no incide en absoluto sobre la vida terrestre.

En la cinta no faltan tampoco los diálogos ingeniosos. Las discusiones entre Indy y Marion no parecen advertir el paso del tiempo. Parece, en realidad, que ambos se hubieran visto ayer. El diálogo que los dos mantienen en el interior del camión, a través de la jungla, es sin duda el más atractivo.

Con esta obra tan esperada, Steven Spielberg parece haber cerrado un ciclo en las aventuras de nuestro querido personaje y es quizá posible que haya abierto otro cuyo formato ya no podrá ser nunca el mismo. Pese a los interrogantes que el futuro pueda deparar a nuestro héroe y su legítimo heredero, de lo que no cabe duda es que Indiana Jones es una de las creaciones más logradas del séptimo arte, que ha marcado toda una época y un modo de hacer cine.