En el lado negativo y de los fracasos colocamos a un Ermanno Olmi rancio y fuera del tiempo moderno (Centochiodi [Cien clavos]), a un Sergio Renán incontinente y sin inspiración (Tres corazones) o a las dos propuestas españolas que avergonzaban en su ensimismamiento y autocomplacencia, en su artificiosidad y ausencia de ritmo o sutilidad: ni Mario Camus (El prado de las estrellas) ni Gonzalo Suárez (Oviedo Express) convencieron, y sí dejaron ver que están lejos de sus mejores tiempos y también del gusto del público. Alguna otra película hubo, pero no merece la pena ni siquiera apuntarlas.
Secciones paralelas y otros ciclos culturales
En la sección Punto de encuentro, el primer premio fue para la española Nevando voy de Maitena Muruzábal y Candela Figueira, una entrañable y positiva visión del trabajo y las relaciones humanas en un taller de embalaje de cadenas de coche para la nieve; un trabajo de corte audiovisual pero fresco y oxigenante. En Tiempo de Historia, la inmigración también tuvo su premio al reparar en Made in L. A., de Almudena Carracedo y Robert Bahar. Y en cuanto a los cortos a competición, destacamos —por si algún día se edita o cuelga en internet— el dirigido por el canadiense Claude Cloutier, Isabel del bosque durmiente, animación realmente buena y divertida.
Hablando ya de la programación que el Festival puede controlar totalmente, Frugone nos ofreció un panorama poco atractivo y animante, con ciclos que bien podría organizar cualquier cine-club o asociación cultural, teniendo en cuenta además la facilidad que ofrece su edición en DVD. Para empezar, se organizó un ciclo de 16 películas para homenajear al productor italiano Alberto Grimaldi, junto a un libro monográfico sobre su trabajo. Bien, porque podíamos volver a ver un western de Leone como La muerte tenía un precio, al Bertolucci de Novecento, al Fellini de Satyricon y Casanova, o al mítico Pasolini de Los cuentos de Canterbury entre otros..., pero no en formato digital...
Los diseños de vestuario del cine español también merecían su ciclo, a juicio de Frugone, quien además organizó una exposición con algunas de esas prendas y publicó un volumen ilustrado sobre ello. Las 18 películas escogidas iban agrupadas a razón de dos por diseñador, entre los que destacan Pedro Moreno (El perro del hortelano), Lala Huete (La niña de tus ojos), Gumersindo Andrés (El abuelo), Yvonne Blake (Remando al viento), José María Cossío (Mujeres al borde de un ataque de nervios) o Sonia Grande (La lengua de las mariposas). Por último, decidió llevar al cine a los tribunales con el ciclo "Cine a juicio" y revisar clásicos como La costilla de Adán (George Cuckor), Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet), Testigo de cargo (Billy Wilder), Vencedores o vencidos (Stanley Kramer), Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan) o Anatomía de un asesinato (Otto Preminger)... hasta un total de 12 títulos. Y, como es habitual, también se proyectaron algunas de las películas españolas del último año en la sección Spanish Cinema —pensado para la prensa y espectadores extranjeros—, y los proyectos y prácticas de las Escuelas de Cine invitadas, en esta ocasión la ESCAC catalana y la ECAM madrileña.
Como ha quedado dicho, nada que objetar a las películas seleccionadas para estos ciclos, porque su calidad ha soportado en, en la mayoría de los casos, el paso del tiempo y de la crítica. Pero da la impresión de que en la Seminci falta imaginación e ilusión, disposición al riego y a la innovación, que su estructura está estancada y sin un faro por el que guiarse. Atrás quedan los años en que Bergman, Kiarostami o Egoyan eran descubiertos o admirados. Al término de la edición, su director declaró que había que replantearse si la Seminci debía continuar con la tradición del cine serio o abrirse a una orientación de mayor glamour —quizá lo dijese por el tirón que supuso Sofía Loren entre la prensa—, algo que deja ver la duda y escepticismo, la pérdida de rumbo e identidad de este festival señero que pasa por horas bajas. Desde aquí pedimos que no se olviden de Bergman, más cuando este año han querido recordarle con un inédito y espléndido documental realizado por Marie Nyrerörd —Bergman Island— en que se recoge la última entrevista concedida por el maestro sueco.