"¿Quién hubiese podido imaginar que uno de los más serios, apasionados e inspirados festivales de cine del mundo se iba a celebrar en Pamplona, España?” De este modo se expresaba Alan Berliner hace un año, después de haber descubierto Punto de Vista, “un pequeño festival con un gran corazón y una amplia mirada, que cuenta con un público inteligente y sofisticado, y está gestionado con una sincera generosidad de espíritu.” Es difícil encontrar mejor elogio para este evento que ha celebrado este año su cuarta edición y que ya goza de gran reconocimiento internacional.

El invitado de honor de este año fue José Luís Guerín, acompañado de Ana Esquerra, montadora de sus filmes, y del crítico de cine Miguel Marías. Un Guerín de pocas palabras presentó su documental inédito: Unas fotos en la ciudad de Silvia. La película se construyó a partir de fotografías en blanco y negro de ciudades europeas tomadas por el autor en diversos viajes. A través del texto superpuesto y de un estudiado montaje, el director cuenta una historia autobiográfica: Guerín conoció en su juventud a una chica llamada Sylvie, a quien no ha vuelto a ver desde hace más de 20 años, y recorre Europa en su búsqueda, empezando por Estrasburgo, ciudad que inspiró el premiado film de ficción En la ciudad de Silvia. Silencio en una sala llena de expectativas. Sólo la fascinante música de Paula Yturriaga interpretada en directo, compuesta especialmente para esta proyección, se mezcló con el silencio de una película muda que nos trasladó a los orígenes del cine. Al finalizar sigue el silencio, como queriendo alargar el misterio que ha dejado tras de sí esta sencilla y a la vez hermosa obra, y acaba rompiéndose por una larga ovación...

Los grandes

Los Festivales se han convertido para muchos directores y producciones independientes en una nueva manera (sino la única) de distribuir sus documentales, sirviéndoles a menudo de escaparate para un nuevo público, los medios de comunicación, sistemas de financiación y posibles nuevas salidas comerciales. No es de extrañar pues que muchos directores hagan acto de presencia durante el Festival y brinden al público con sus palabras unas notas a pie de página sobre sus obras.

En Pamplona, hemos podido contar con la presencia de muchos autores, entre ellos Ross Mc. Elwee, reconocido documentalista norteamericano que rueda su propia vida, y que con un desarrollado sentido del humor, y superando las mismas fronteras de separación entre autor y público que rompe en sus documentales, nos ha presentado su película Time indefinite. Una frase nos llamó especialmente la atención durante la proyección del filme: “¡Ross, deja de filmar, esto no es arte, es la vida!”. ¿Y qué diferencia hay? En este Festival, casi nada separa la realidad del arte cinematográfico. Y en el caso de Ross Mc. Elwee nada separa su propia vida de su obra artística: “filmar la vida real intensifica la vida misma. Para mí, ponerme la cámara al hombro es una forma maravillosa de cruzarme con la vida”.

Entre las diversas actividades paralelas del Festival tuvo lugar  una Masterclass de uno de los imprescindibles del documental contemporáneo, Nicolás Philibert. Girando en torno a sus principales películas –La ciudad Louvre, Ser y tener, Lo de menos y Retorno a Normandia- proyectadas casi todas en el Festival, el director francés habló del trabajo del documentalista desde una perspectiva muy personal. ¿Cómo trabaja? ¿Cuáles son los temores y esperanzas al enfrentarse a la realidad? ¿Cuándo el documental es cine y cuándo es televisión?… La traducción consecutiva, que no simultánea, de sus palabras francesas al español hizo que cada una de sus frases se convirtieran en titulares, llenos de reflexiones entorno al género: “Al final todo es la historia de un flechazo”, dice en relación a la elección del tema. “Cuanto menos sé sobre el tema, mejor me siento… Necesito perderme para después encontrarme” Sus declaraciones fueron tan erizadas como su histriónico y blanco cabello: “El problema es que se cree que el documental debe ser sociológicamente representativo; en la ficción no existe ese reproche”
El público no cesó de mostrar interés por su obra y en un avasallamiento de preguntas, la sesión terminó por alargarse más de lo previsto. Philibert, en un acto de cercanía con el público, pasó de lo profesional a lo personal y explicó con detalles la polémica en torno a la hipotética co-autoría de Georges López, el peculiar profesor de Ser y tener, y que le llevó tanto tiempo de luchas entre abogados y tribunales, por defender sus intereses artísticos y económicos.

Filmes Premiados

Punto de Vista parece apostar por una ampliación de la definición del cine de no ficción en todos sus sentidos, ofreciéndonos piezas que van de lo experimental al documental, en sus múltiples formas  representacionales e hibridaciones con la ficción. A pesar de ello, los filmes ganadores de este año, Bingai y 52 por ciento (largometraje y cortometraje) abogan por la modalidad documental de observación para acercarnos con entereza y desde la distancia a las discordancias y problemáticas de nuestra sociedad.

Feng Yan, directora china del premiado largometraje Bingai, se centra en el personaje de una dócil mujer que, ante la descomunal obra sobre el río Yangtze de la Presa de las Tres Gargantas, se resiste a abandonar su casa, su pueblo y sus raíces. Más de un millón de personas se ven afectadas por este cambio que afectará directamente a sus vidas. Cinco años de seguimiento con la cámara le llevó a la directora construir esta pieza tan firme, directa e intimista. Merecido premio el de este documental estrenado en España que ya recibió el Premio Ogaeahishuke en el Festival Internacinal de Cine Documental de Yamagata en Japón, entre otros galardones.

Algo menos consensuado fue el fallo del jurado al premiar al polaco Rafal Slalski por su cortometraje 52 por ciento. Con una fotografía extraordinaria el filme explica el sacrificio de la pequeña Alla por conseguir el sueño de entrar en la mejor academia de su país para convertirse en bailarina. Ensaya día y noche y realiza un extraordinario sacrificio físico y mental pero sus opciones se verán truncadas por el 52%, el ratio imperfecto que mide las proporciones de su cuerpo. Algo abusivo el uso explícito de planos detalle de la fisonomía de la joven y discutido premio en el que merecieron mejor suerte el interesante ensayo de Isaki Lacuesta Las variaciones Marker o el retrato contemplativo de Óscar Pérez con El Sastre.

Fue Stuart Urban con Tovarisch, no estoy muerto quien se alzó con el Premio Especial del Público. Urban cautivó al público con su presencia después de la proyección y, con un español bastante logrado, explicó con emoción los detalles de su experiencia fílmica y los entresijos de la extravagante relación con su padre Garri Urban. Padre e hijo, tras la caída de la URSS, emprenden un viaje a los escenarios de su historia épica de supervivencia tras escapar con vida de la persecución soviética y el Holocausto judío. En el viaje Stuart revelará informaciones que le eran desconocidas y pondrá en evidencia algunas de las contradicciones que se desarrollan alrededor de la supuesta heroicidad de su padre.

Y el Premio Jean Vigo al Mejor Director fue para el japonés Tatsuya Yamamoto por su entrañable obra Su preciada vieja casa. Con similar argumento al filme ganador, el director se inmiscuye en la tranquila vida de su anciana abuela Matsu Yamamoto que tras 90 años de vida en su casa se ve obligada a abandonarla por tener que ser derruida y empezar de cero en otro lugar. Sorprendentemente, y a diferencia de Bingai, lo que podría ser un argumento dramático se convierte en una pieza cariñosa y familiar alejada de la tragedia con grandes pinceladas de humor raso y espontáneo.

Una selección muy personal

En cuanto al resto de obras visionadas, y dada la necesidad de elegir entre una triple oferta proyectada en diferentes salas, la selección, inevitablemente, ha sido muy personal. He aquí algunas de nuestras películas seleccionadas:

Campaign, de Kasuhiro Soda, muestra con gran sentido del humor la campaña política de un candidato novato, utilizado por el partido como auténtica marioneta marquetiniana en una especie de gymkhana electoral que acaba en victoria. De no ser nadie a gobernar, siguiendo sin ser nadie más que una imagen, es lo que nos cuenta este largometraje del joven japonés, premiado como mejor comedia del año en su país. Un filme que empieza con buenas expectativas, pero se resiente de excesiva duración y de cierta distancia del personaje filmado respecto al espectador, quien no acaba de meterse en la historia.

My Winnipeg, largo autobiográfico del estadounidense Guy Maddin, realiza una retrospección hacia su infancia de un modo más experimental que documental, con recreaciones ficticias pero anunciadas. Con mezcla de rigor e ironía, el autor juega con el espectador, cruzando continuamente las fronteras de los pactos establecidos: sueño-vigilia, realidad-ficción, drama-comedia, documental-experimentación... Una obra profundamente postmoderna que deja desconcertado al espectador.

El Problema del mosquito y otras historias de Andrey Paounov, muestra la cara de un pequeño pueblo de Europa del Este invadido por una colonia de mosquitos gigantes que acabará por arruinar su futuro nuclear. Original puesta en escena de unos personajes reales cuyas huellas del pasado afloran desdramatizadamente a través de la música, pero que en su aparente discurrir rutinario se esconde una gran carga de denuncia social.

Escenas de la caza del jabalí, de Claudio Pazienzia, es un corto que nos llamó especialmente la atención. El autor muestra la sensación que causa en él la muerte de su padre en un estilo más cercano a la poesía literaria que al documental cinematográfico. Una serie de planos muy personales conducidos por reflexiones verbales a modo de versos, con un leitmotiv: “Tú dices...”. Como si su padre le hablara a través de su conciencia, va recorriendo los lugares y objetos que, a simple vista, nada dicen, pero que son reflejo de toda una vida que acaba de desaparecer.

Ochoveintiocho, de Lavi Ben Gal, muestra la vida en un pequeño barrio judío. Una mezcla de documental clásico y autobiográfico que no deja indiferente al espectador. Nobody’s child, de Chao Gang, narra la separación de los padres, a quienes vuelve tratando de descubrir y comprender qué pasó. Un film que, a pesar de construirse desde un punto de vista muy personal, se vuelve universal para el espectador.

Más que un Festival

Está claro que Festival Punto de Vista participa de manera clave en el desarrollo del género, gracias sobretodo a actividades paralelas tales como recuperaciones y retrospectivas de autores clásicos y contemporáneos, eventos con invitados especiales, cursos y clases magistrales, proyectos iniciáticos y experimentales, etc.

En esta edición 2008 destaca la retrospectiva del director italiano Ermanno Olmi. El Festival revisa los cincuenta años de su carrera cinematográfica y recupera algunos títulos fundamentales de su trayectoria documental y de ficción, la mayor parte inéditos en España.

En la sección La región central se han mostrado por primera vez en nuestro país películas de gran repercusión popular en festivales internacionales y que difícilmente podrán ser explotadas en circuitos comerciales. Esta sección es un lugar de encuentro con los nombres fundamentales del cine contemporáneo, apuestas por algunos autores y obras de clara vocación de estilo y poderoso control expresivo. La multipremiada He Fenming de Wang Bing o La Campana de Audrius Stonys, han sido claros ejemplos de proyección que cumplen con lo más sugerente del cine de no ficción contemporáneo.

Precisamente Stonys es uno de los protagonistas invitados al ciclo El Silencio (Imagen y silencio en la tradición cinematográfica postsoviética). Una sección compuesta por películas sin palabras. Silencio y contemplación, pero con un meticuloso trabajo en el tratamiento del “ruido” y la composición del sonido-música. Desde el clásico de Sharunas Bartas In the memory of a day gone by, pasando por directores de reconocido prestigio como Bela Tarr, Loznitsa o Dvortsevoy, hasta apuestas por autores de nueva generación como el director bieloruso Victor Asliuk (Kola, 2004), este ciclo no ha sido sino hermosos poemas cinematográficos sobre el poder incierto de la naturaleza paisajística y las posibilidades de la imagen proyectadas sobre el nebuloso silencio.

Y, por último, una apuesta iniciática, experimental, con La mano que mira. Siete cineastas: Andrés Duque, Albert Alcoz, María Cañas, Lluis Escarpín, Gonzalo de Lucas, Víctor Iriarte y Rafael Tranche son retados a hacer un diario de viaje con una misma herramienta: un teléfono móvil Nokia N-95. Una propuesta que pretende enfrentarse a las nuevas prestaciones tecnológicas con afán reflexivo y que ha generado intensos debates sobre la nostalgia del celuloide, la abstracción, el documento o la propia imagen, ya sea en relación a su calidad técnica o al poder creativo que ella suscita.