La esencia de la imagen consiste en dejarnos ver algo .

(MARTIN HEIDEGGER)

 

Era necesario que el cine entrara en la Facultad. Era necesario ver que la Filosofía no acaba con una titulación, no se limita a lo pedagógico, sino que a través de la expresión  artística, en esta ocasión el Cine, la Filosofía puede llegar a hacerse vida, como lo hicieron grandes filósofos de la talla de Descartes o Nietzsche.

El cine encontró su espacio dentro de la Facultad para decirnos que todas aquellas doctrinas repetidas año tras año en las aulas también pueden ser materia palpable, “vivible”. Con ellas no sólo se construyen arduas formaciones académicas, sino que, con su asimilación, su profundización y su reflexión, pueden edificar historias reales, personajes reales, pueden ser otra forma de observar el mundo y, por consiguiente, de ubicarnos nosotros en él. La Filosofía derramada sobre estos acontecimientos revela que no sólo se puede ejercer con ella la docencia, sino que también se puede encontrar una expresión y un arte.

El ciclo de Filosofía y Cine, celebrado en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona del 10 de octubre al 12 de diciembre de 2007,  abrió una ventana a todos aquellos que desean darle palabras a una manifestación filosófica que se adecue a estos tiempos, pero que no reniegue de una historia de más de 2.500 años. Es decir, ¿cómo hemos de rejuvenecer aquellas ideas plasmadas en un libro escrito hace 100, 500 o 2000 años? ¿Dónde encontrar, en la actualidad, las herramientas propias que hagan de las reinterpretaciones, ideas tan amplias y potentes como lo fueron en su día el Existencialismo de Sartre, la Tragedia en la Grecia antigua o el Método Cartesiano?  El cine podría saciar la necesidad de abarcarlo todo con la imagen y el sonido. Imagen y sonido al servicio de las meditaciones filosóficas.

Sobre estas premisas, a lo largo del ciclo se pudieron visionar títulos como Candilejas de Charles Chaplin, Iriku de Akira Kurosawa, Delitos y faltas de Woody Allen, algunas con cierto romanticismo como El séptimo sello de Ingmar Bergman o 2001, Una odisea del espacio deStanley Kubrick , y otras que coqueteaban con métodos de expresión paralelos al Séptimo Arte, como puede ser la ópera en Othello de Verdi o el teatro en Marat-Sade de Peter Brook.

Haciendo una visión panorámica del ciclo, este parece abarcar, en su mayoría, todo lo que las caras más visibles de un moldeable “cine de autor” pudieron decir al respecto, siempre con una mano en la cámara y otra en la biblioteca. Sin embargo, no creo que se hayan explorado todas las posibilidades que una propuesta así plantea.

Asimilando ciertas cuestiones como el doblaje al español de las películas antes que su proyección en versión original subtitulada, es difícil dejar pasar otros temas tales como la repetición de algunos cineastas, entre ellos Stanley Kubrick o Woody Allen. Así creo entender la escasez de autores capaces de someter a una revisión filosófica sus obras, lo cual es erróneo, ya que relucieron por su ausencia directores de una clara tendencia metafísica como lo fueron Carl Theodor Dreyer, Andrei Tarkovski, Jean-Luc Godard o, aún en activo, Theo Angelopoulos, Alexander Sokurov o Bela Tarr.

Quizás algunos nombres suenen aún muy lejanos y difíciles de encontrar, pero volviendo a las posibilidades que el espacio nos ofrece, no sólo deberíamos hablar de Cine sino también preocuparnos por él. La mayoría de las películas proyectadas son cintas que cualquiera puede localizar en el videoclub más cercano o en la filmoteca, sólo se requiere para ellas un mínimo de interés. Dado el alcance de la iniciativa, organizada por el Departamento de Filosofía Teorética y Práctica, junto con el Centre d’Investigacions Film-Història, sería más acertado dar a conocer nombres que no resultan de fácil acceso como los anteriormente mencionados. Así, el espectador realmente interesado en la relación entre Cine y Filosofía, podría encontrar en este ciclo no sólo la confirmación o reestructuración de viejas reflexiones hechas en privado –lo  cual es muy digno–, sino también un escaparate donde escuchar nuevas voces y descubrir nuevas miradas. Una intención tan inocente como bajar del estante más alto del videoclub las películas que no llegamos a ver, o promover el conocimiento más que el recuerdo como suele pasar en las filmotecas de cualquier gran ciudad.

Era necesario que el cine entrase en la Facultad. Y entró. Tuvo algunos fallos, pero se supieron  plantear las intenciones. Y el público supo responder a ellas. Al fin y al cabo, es cada uno quien debe interiorizar y hacer suya cada película y cada libro.

Sin ser un ciclo de cine estrictamente filosófico, ni una clase de filosofía estrictamente cinematográfica, este proyecto invita a la estimulación, en mayor o menor medida, de dichos ambientes intelectuales. La propuesta, que enseña una posible comunicación (y por ende, un pequeño destello de realización personal) entremezclando conceptos de dichos ámbitos, rejuvenece y dilata los espacios donde hoy es posible el ejercicio de la Filosofía, y por otra parte, amplía el horizonte creativo cinematográfico, del cual no siempre nos llegan buenas noticias. 

Hay que prestar atención a este tipo de propuestas en la Facultad, de alguna manera oxigenan un ambiente cargado de teoría y nos abre nuevas puertas de expresión personal sin tener que renunciar a un interés académico claramente pautado por responsabilidades burocráticas.