AL PUEBLO , PAN Y CINE

El cine Olímpico como centro de disputa entre diversas facciones políticas, 1928-1933

 

Evelya Reyes

 

Las diversiones públicas o los espectáculos de cualquier tipo siempre han sido de gran interés para los diversos grupos en el poder, y por muy variadas razones: desde las más prácticas buscando mantener el orden, hasta las culturales, promoviendo mediante de ellas nuevas formas de pensamiento e incluso ideologías.

Ejemplos tenemos varios: Darton, en su libro La gran matanza de gatos e igual Natalie Zemon Davis en Sociedad y cultura en la Francia Moderna, nos muestran como los carnavales eran vistos o un desfogue común de la gente del pueblo, en donde se permitía la burla reglamentada hacia sus autoridades. El caso más claro en la historiografía mexicana lo expone Viqueira, en ¿Relajados o reprimidos?, donde la reglamentación de las élites ilustradas hacia las diversas formas de espectáculos y diversiones de la época borbónica permiten entender una transformación cultural y del pensamiento de éstos que contrasta contra una cultura y práctica popular.

Para el siglo XX las diversiones también fueron intervenidas por los distintos gobiernos, no sólo en busca de un orden, sino como en otras épocas, fomentando ciertos comportamientos y actitudes, contra de otros. Sin embargo, para esta época entró en juego el elemento del consumo, que fue aprovechado por estas élites para su beneficio.

El cinematógrafo fue quizá uno de los espectáculos que más benefició y fue manejado por los grupos gobernantes en distintas facetas: fue (y es) utilizado para promover su figura mediante la película misma, o es apoyado en diversas ocasiones para poder ganar votos fomentando una de las atracciones más importantes para la sociedad, y por supuesto, mediante la censura.

En el caso del cine Olímpico se observa como en una ciudad mediana, el gobierno estatal y municipal entraron en conflicto por este espacio recreativo. El botín, más que la sala cinematográfica eran posibles votos que darían la Gobernatura del estado a quien se quedara con ellos.

 

El promotor de la educación y la modernización: primer motivo del apoyo del Gobierno al cine

El cinematógrafo como empresa y espectáculo incitó gran interés desde sus primeros días en todo el país, pero en cada ciudad el cinematógrafo tuvo diversas recepciones. En la ciudad de México, este espectáculo fue rechazado por las clases acomodadas y por los grupos de intelectuales al poco tiempo de su primera exhibición, debido a su masificación; también en Aguascalientes se oyeron algunas voces contrarias al cinematógrafo, provenientes también de clases económicamente pudientes y con fuerte influencia en la sociedad que denunciaron al cine como un expresión más del demonio.

El diario El Observador fue uno de los principales “opositores”, pues relativamente común que en sus páginas señalara la inmoralidad del cine, principalmente basado en textos de diarios españoles que recibían en sus oficinas; escritos en los que se quejaban del cine por ser un espectáculo del que aprovechaban la fachada de inocencia y de la oscuridad para introducirse en la sala mujeres de mala reputación, o en casos menos leves en cuanto a legalidad pero igual de graves en cuanto faltas a la moral era el del explotación de la penumbra por parte de las parejas de enamorados, lo cual era un nuevo nivel de pornografía, del cual sacaban provecho exhibidores y gobierno; reflejo de algunas corrientes conservadoras, el periódico se quejaba del éxito popular del cinematógrafo: “el cinematógrafo continuará triunfando. ¿Qué no es artístico?, ¿Qué cansa? ¿Qué es monótono? Pues por eso precisamente tiene gran clientela”.

Por su parte, en La Provincia, se criticaba que el cine sólo servía para que

…se halaguen los apetitos de la gente inculta, ofreciendola [sic] cuadros inmorales, pues estos la marean y la hacen olvidarse de que se encuentran en una sala, en presencia de damas, y convertir [sic] el teatro en una plaza de toros, prorrumpiendo en gritos destemplados y hasta en expresiones ambiguas…

A pesar de las críticas y contrariando esta visión, el cinematógrafo adquirió un carácter didáctico ante los ojos de la clase media alta mexicana y de varios miembros de las élites políticas, pues lo vieron con la idea de que la gente con menores recursos pudiera, además de divertirse, moralizarse y educarse. Según dichos grupos, las vistas que los exhibidores traían consigo, “recrean al espíritu al mismo tiempo que se instruye el individuo”. Por lo que en Aguascalientes en sus primeros años, se vio que

"…las familias de nuestra buena y escogida sociedad, que con todo gusto y entusiasmo acude a las escogidas veladas que le proporciona a nuestro hermoso teatro Morelos, con su deleitable aparato, el cinematógrafo Lumière. [Esto gracias a que las vistas que presentaban] son a la vez que primorosas, morales y de suma distracción y siempre nos trae todo nuevo y variado”.

Esta visión de las posibilidades del cinematógrafo como educador fue una de las razones por las que el cinematógrafo era ampliamente aceptado como función cotidiana en esos primeros años en el único teatro de la ciudad, el teatro Morelos.

Los lugares de exhibición cinematográfica y los apoyos gubernamentales

Después de la época itinerante en la ciudad (que duró aproximadamente de 1896 a 1905), el cinematógrafo también fue rescatado como una empresa de espectáculos que tenía una muy buena recepción. Fue la iniciativa particular lo que permitió el establecimiento de diversos lugares donde se exhibía el cinematógrafo, para beneplácito de un público que comenzó a ver en el cine una opción viable y divertida de diversión en una ciudad donde las circunstancias sociales, económicas y políticas no permitía la presencia constante de diversos espectáculos.

Así estamos hablando de que en Aguascalientes, una ciudad con una población de poco menos de 50 mil habitantes para 1926, hubo por lo menos 14 cines durante los años de 1896 a 1933, los que funcionaron por lo menos cuatro por año entre 1906 a 1933 a pesar de las diversas crisis que afrontaron varios de ellos.


Nombre Tipo de lugar Empresario Años que funcionó Dónde se ubicó

1. Salón Rojo Protosala Octavio Uribe 1906-1910 Juárez
2. Sala Pathé S. Multifuncional Delhanthy 1906-1908 Callejón de Zavala
3. El recreo S. Multifuncional ¿? 1908 Galeana
4. Vista Alegre Protosala Federico Bouvi 1908-1914 Callejón de Zavala/ Independencia
5. Salón Actualidades S. Multifuncional Belauzarán / Díaz Infante
Guasco / Samson 1911-1914 Juárez
6. Salón París S. Multifuncional Estaban Bérard 1916-1918 Hotel París
7. Colombina Protosala Sociedad: Norberto García, Francisco Corrales 1923-1924 Cerca de la estación del tren.
8. El Avión Protosala Pedro M. Arellano 1924-1926 Av. Porfirio Díaz # 6
9. Ideal Protosala Dominicos de la Merced
Álvaro García 1922-1924

1926-1928 Isabel la Católica, costado de la Merced
10. Salón Rojo S. Multifuncional Enrique Reynaud 1924-1930?? Hotel Francia
11. Royal Sala de Cine Kokinos/Roberto Barnola 1924-1930 Alameda y Clz. Arellano
12. Palacio Sala de Cine Roberto Barnola 1925-1943 Av. Fco. I. Madero
13. Olímpico Sala de Cine Municipio / Raúl Morán 1926-1933 Parián
14. Teatro Morelos Teatro

Teatro/Sala de cine Beneficencia Pública
Federico Bouvi 1898-1914

1914-1930 Iturbide

Tanto el gobierno estatal como municipal demuestran ciertas concesiones al cinematógrafo en diversos momentos. Primero, al cederles para funciones continuas el Teatro Morelos, único de la ciudad durante los primeros años del siglo XX. Incluso el apoyo se demostró cuando el gobierno estatal mandó abrir la que sería la avenida más importante de la ciudad en 1914, la avenida Madero, que equivalió a la demolición de varias cuadras y edificios, entre los cuales estaba la sala Vista Alegre, a cuyo empresario se le concedió el arrendamiento del Morelos en compensación.

Económicamente también recibieron ayuda estos lugares de exhibición cinematográfica pues en repetidas ocasiones pidieron la comprensión del ayuntamiento debido a que la situación económica del país les impedía pagar impuestos los correspondientes, tal como fue durante el Boicot durante el tiempo del conflicto cristero. El ayuntamiento, la mayoría de las veces, respondió favorablemente a favor del empresario. Las razones son varias: primero, que como empresa, era mejor que se pagara aunque fuera una parte de los gravámenes; otra razón es que el municipio vio la necesidad de diversiones, y prefirió el cine sobre otras, teniendo en cuenta que el cine era un espectáculo más accesible que muchos otros, además que ya se había establecido, mientras que otros, como algunas compañías de teatro y circos, eran ambulantes o menos continuos como las corridas de toros o fiestas locales.

Sin embargo, este apoyo tanto moral como económico de los gobiernos estatales y municipales de Aguascalientes hacia el cinematógrafo tuvo un mayor exponente, cuando la ayuda dejó de ser el medio de intervención y ambos gobiernos compitieron por una sala cinematográfica, desde su instalación y construcción, hasta su manejo: el cine Olímpico.

El cine Olímpico: lugar e importancia

Adelantándose a su tiempo, en Aguascalientes hubo un cine en medio de un mercado, que en aquellos años era la plaza comercial más importante de la localidad: el Parián que desde 1926 ya era lugar codiciado para colocar un cine. El primero en promover ante el ayuntamiento esta idea fue Zeferino S. Martínez, quien pidió el permiso para instalar en sus interiores una nueva sala de proyección fílmica, solicitud que aprobó el ayuntamiento el día 22 de marzo de ese año, con un contrato por $ 50.00 mensuales, mismo que duraría desde que este se firmara hasta el último día de diciembre de 1927. Sin embargo, por lo menos el cine del cual sería empresario Martínez, no llegó a funcionar, puesto que para noviembre de 1928 se inauguró en ese mismo espacio, una cancha deportiva, que fue promovida por la Sociedad Impulsora de Deportes y que por lo menos se mantuvo como tal hasta por lo menos hasta julio de 1929.

En la antigua cancha del Parián. Entre ellos están: Rodolfo ‘Flaco’ Carreón, Guillermo Hernández ‘Cocoliso’, ‘Prica’ Carreón. Tomada de Ángeles Carreón Espinoza “Reseña histórica del Básquetbol en Aguascalientes (Desde 1920 hasta 1950)”, documento mecanoescrito que se encuentra en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes

No hay fuentes que indique las razones por las que, primero, el cine que Martínez promovió nunca se llevó a cabo; por otro lado, aquellas que llevaron a cerrar la cancha del Parián, que al parecer tenía gran aceptación popular.

Así pues, el día 15 de agosto de 1929 con bombo y platillos se inauguró el Teatro Cine Olímpico. Su primer función fue de gala para la época y la ciudad, pero curiosamente el teatro inició con la presentación de la Compañía de una de las grandes actrices y cantantes de esa época, Esperanza Iris, a quien le “tocó” la gracia y suerte de inaugurar el teatro-cine.

La nueva sala de espectáculos mantenía una estructura de dos pisos: anfiteatro (arriba) y galería (abajo); y sus precios eran realmente económicos: en anfiteatro la entrada era de $ 0.15 y en galería de $ 0.10; lo cual generaba muy pocas ganancias, si es que comparamos sus ingresos con los del cine Palacio, ya que en las estadísticas que estos centros enviaban al ayuntamiento, se observa una importante diferencia, entre el cine Palacio que llegaba a obtener un ingreso aproximado de entre $1,500.00 a $ 2,000.00 de puras funciones de cine, mientras que el Olímpico en muy escasas ocasiones llegó a pasar los mil pesos, y eso gracias a que combinaba sus funciones cinematográficas (dos diarias) con algunas peleas de box.

Según la nota de La Opinión, el acto inaugural contó con la presencia de varias de las personalidades de la política tanto local como nacional, como el Ingeniero Pascual Ortiz Rubio, que al año siguiente sería Presidente de la República, además de otras personalidades políticas estatales destacando el entonces Gobernador Manuel Carpio, y el Presidente del Congreso de la Unión, Rafael Quevedo, resultando interesante que un cine que al final resultó mediano en comparación incluso con otra sala local como era el cine Palacio, llamara la atención de tantos personajes.

El primer administrador de este local fue Federico Bouvi, quien pudo arrendar el Morelos (teatro cuyo verdadero propietario era el gobierno del Estado) como compensación del derrumbe de su sala y seguramente la amistad que tuvo gran amistad con los políticos de la época pues no pocas veces ante los conflictos y deudas, éstas le fueron condonadas y perdonadas. Bouvi unificó la programación de ambos cines, para evitar que en alguno de ellos faltaran películas. Sin embargo, para 1930 ya no tuvo tanta suerte y perdió el contrato del Morelos y seguramente por la misma razón, perdió también el del Olímpico.

Cuando Federico Bouvi abandonó el contrato con el Teatro Morelos en 1930, por una temporada el administrador fue Miguel Argumedo, quien lo reinauguró bajo su cargo el 9 de agosto de 1930, a un año de haber comenzado funciones dicha sala. Argumedo no fue su administrador por mucho tiempo, pues a finales de ese año Raúl Morán Quevedo, sobrino de Rafael Quevedo. Morán Quevedo, se había mudado de Encarnación de Díaz que llegó a la ciudad con su familia y comenzó en el negocio del cine con el pie derecho, asegurando público por medio de las tandas familiares las que afirmaba “habrá de todo menos inmoralidades ante todo respeto a los familias y a los niños”.

Morán no sólo se hizo cargo Cine Olímpico sino también pudo arrendar el Teatro Morelos y volvió a juntar la programación de ambos para evitar problemas por falta de películas, durando así, con relativo provecho, otros tres años más.

En realidad esta sala podría ser una más del montón: en tamaño era incluso pequeña si comparamos con el Palacio, que también era el preferido de la clase media alta de la ciudad; en popularidad le ganaba el Morelos e incluso el Royal. Con todos sus cambios administrativos, ¿qué podía ofrecer el Cine Olímpico que no tuvieron los otros?, teniendo el apoyo y dinero de Rafael Quevedo, Senador, Presidente municipal interino y después Gobernador, el Cine Olímpico fue el primero en llevar el cine “sonoro” al la ciudad de Aguascalientes, así en 1930 se presentó en sus instalaciones Sonny Boy, una de las primeras películas habladas.

De película: el enfrentamiento político

Manuel Carpio Velásquez era gobernador de Aguascalientes poco después de la inauguración el Cine Olímpico, murió en un accidente de aviación, por lo que se nombró gobernador a Carlos Quevedo, quien era hermano de Rafael; Carpio, Rafael Quevedo e Isaac Díaz de León conformaron un fuerte grupo político que gobernó el estado desde mediados de los años veinte y que contaron con el apoyo de Plutarco Elías Calles. Después de un breve interinato, en 1930 Rafael Quevedo fue postulado como candidato a Gobiernador y llegó a ese puesto de ese año hasta 1932.

Durante 1929 hasta 1932 el Olímpico no tuvo grandes eventualidades, por el contrario, apoyado tanto por las principales autoridades del gobierno municipal y del estatal se convirtió en uno de los cines más importantes de la localidad. Desgraciadamente para Morán, en el momento que Quevedo dejó el gobierno del estado y entró en la gobernatura Enrique Osornio, comenzó una serie de conflictos entre grupos en el poder, donde el grupo “quevedista” se vio golpeado seriamente.

Osorio igual que Quevedo y sus compañeros, formaban parte de la nueva generación de políticos posrevolucionarios. El primero era fuertemente apoyado por Lázaro Cárdenas y el segundo por Calles. Así que cuando Osorio inició su gobernatura, el conflicto de poder no sólo era local sino también nacional. Y uno de los puntos a ganar en este enfrentamiento tenía que ver con el cine Olímpico.

Por demás emocionados, los editores de Alborada, periódico que tenía constantes problemas con Quevedo, denunciaron el 1º de junio de 1933 que las puertas del Teatro Olímpico estaban selladas por órdenes del Ejecutivo estatal, ejecutadas por el Ayuntamiento, dejando al descubierto que el verdadero dueño del cine era de Rafael Quevedo y que Morán actuaba como prestanombres y administrador, y que fue a quien le tocó recibir los catonazos. Además demostró que la cancha fue arrebatada a la Sociedad Impulsora de los Deportes, “por la ley de las pistolas” ya que estos sólo fueron avisados de que su contrato por diez años había sido nulificado sin justificarles nunca el por qué.

Por lo menos en ese periódico esta fue la noticia principal día con día mientras duró todo el conflicto. Quevedo al saber que su teatro sería demolido, inmediatamente pidió un amparo desde la ciudad de México, el cual le fue negado bajo el argumento de que el ayuntamiento tenía razón ya que el teatro “era una amenaza para los intereses sociales, pues el lugar donde estaba establecido amenazaba a la ruina a muchos comerciantes, o más bien dicho, a la totalidad de ellos”, ya que era un peligro latente que por causa de las películas tan flamables este fuera a incendiarse. El teatro era llamado un jacalón: aquel lugar que recibió a Esperanza Iris y a Pascual Ortiz Rubio era catalogado ahora como un peligro para quienes asistían a sus funciones. Tan sólo cuatro años habían pasado de esa inauguración celebrada por los políticos y personajes más importantes de la ciudad con champaña y aplausos.

Mientras en la ciudad de México Quevedo buscaba la posibilidad de un amparo, en Aguascalientes, comenzó la demolición el 8 de junio. Salieron a la luz y a los comentarios públicos las cláusulas del desconocido contrato, el cual, según el periódico fue una imposición de Quevedo al ayuntamiento cuando éste fue presidente interino, obligando al cabildo a firmar dicho arrendamiento a favor de su y por el cual el municipio concedió que se instalara el cine en el Parián, mercado que el municipio administraba.

El “leonino” contrato firmado por la sociedad “Quevedo y Díaz González” que era de treinta años, señalaba que se pagaban treinta pesos al mes por renta del local además de que el municipio le deducía parte de su pago de impuestos en sus atrasos; esta renta era veinte pesos menos que aquel contrato que Zeferino Martínez firmó en alguna ocasión, pero que eran realmente poco por los mil pesos que aproximadamente ganaba al mes la sala de cine. Ensañados con Quevedo, los periodistas de la Alborada señalaron como éste, cuando era presidente municipal, manipuló al cabildo para hacerse de la cancha de básquetbol que incluso los locatarios del Parián habían ayudado a levantar, y que no le dio ninguna indemnización a la Sociedad Impulsora de Deportes cuando esta tuvo que salirse del lugar.

Con alegría de los contrarios a Quevedo, el cine Olímpico, primer cine sonoro en Aguascalientes terminó su vida útil en 1933. El Parián retornó a su vida comercial con diversos puestos pero continuó una cancha deportiva en su interior hasta los años cuarenta. Moran continuó como arrendatario del teatro Morelos hasta 1950 cuando de cine pasó a ser sede del congreso del estado.

Conclusiones

Quizá es muy arriesgado comparar el presente con el pasado, pero es necesario. La intención no es señalar errores iguales o comportamientos similares, sino ver posibles constantes y comprender un poco más de nuestra cultura y sociedad.

Aguascalientes desde hace una década fue conejillo de indias en muchos de los proyectos que se impondrían a nivel nacional, como fue la descentralización de la educación, siendo el Institutito de Educación de Aguascalientes el primero en su género. Pero no sólo en proyectos gubernamentales fue la ciudad sede de experimentos; también en iniciativas privadas, particularmente de diversión, la ciudad fue la elegida para imponer parámetros.

Si hablamos del caso del cine, Aguascalientes fue la primera en tener a los Cinemark, ¿cuál sería la relevancia? Que fue una empresa atraída por el gobierno salinista y que “experimentó” en dicha ciudad el proyecto de un cine con varias salas, empleados no fijos, casi todos estudiantes y con bajos salarios. Lo mismo sucedió con Cinépolis, primero en su género en el país. Ambos bajo el apoyo total del gobierno de Otto Granados Rodal.

Más recientemente, otra vez el ayuntamiento bajo la presión del ahora gobernador Luis Armando Reynoso Femat cedió el estadio municipal para convertirlo en el ahora Estadio Victoria, casa de los Hidrorayos del Necaxa.

A lo que trato de llegar es a demostrar que no importa tanto ni la época ni el grupo que esté en el poder: bien pueden ser los maestros de algún oficio, los grupos ilustrados, los intelectuales moralistas o los gobiernos posrevolucionarios los que directa o indirectamente utilizan las diversiones públicas para acercarse, allegarse o educar a sus gobernados. Las formas son distintas: desde la reglamentación de las mismas o el uso directo para propaganda de su partido o persona.

Por ello la importancia de estudiar las diversiones públicas y espectáculos diversos no sólo en cómo eran o en su estética, sino también en la práctica y vida cotidiana, pues igual que en tiempos romanos, lo que interesa es darle al pueblo, pan y circo, sea esta televisión, cine o fútbol. Del pan… del pan luego hablamos.

 

Fuentes utilizadas:

Archivos consultados
Archivo Administrativo del Municipio de Aguascalientes
o Actas de Cabildo
Archivo General Municipal de Aguascalientes (AGM)
o Fondo Histórico (F. H.)
Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, (AHEA)
o Fondo Secretaría General de Gobierno (FSGG),
o Hemeroteca

Bibliografía:

Bravo Nieto, Ernesto, Un hombre entre los hombres. General, médico, gobernador y senador Enrique Osornio Camarena (1897-1894), Instituto Cultural de Aguascalientes, Unidad Estatal de Culturas Populares, PACMYC, Aguascalientes, México, 2003, pp. 83-85; 143.
Darton, Robert, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, 271 pp.
Gómez Serrano, Jesús, Aguascalientes en la Historia, 1786-1920. Gobierno del Estado de Aguascalientes, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Tomo II, “Los embates de la modernidad”, México, 1988
González Esparza, Víctor Manuel, Jalones modernizadores: Aguascalientes en el siglo XX, Instituto Cultural de Aguascalientes, Gobierno del Estado de Aguascalientes, 1992
Reyes Rodríguez, Andrés, “Apuntes para la historia del cine en Aguascalientes”, en Certamen Histórico Literario. Cuento–ensayo–novela–poesía. Municipio de Aguascalientes, México, 1998, pp. 103-199
Reyes, Aurelio de los, “El cine en México, 1896-1930” en Aurelio de los Reyes, et. al. 80 años de cine en México, Universidad Nacional Autónoma de México, Serie Imágenes 2, 1977
Viqueira Albán, Juan Pedro, ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el Siglo de las Luces, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Reimpresión, 2001, 302 pp.
Zemon Davis, Natalie, Sociedad y cultura en la Francia Moderna, Traducción de Jordi Beltral, Crítica, Barcelona, 367 p.

Hemerografía:

El Católico, 1897, 1904-1906
El Observador, 1903
El Clarín, 1908-1911
La Voz de Aguascalientes, 1909-1912
La época, 1913-1914
El Renacimiento, 1925
La voz del Pueblo, 1927-1928
La lucha, 1928-1930
Acción, 1931-1942
Alborada, 1932-1934
Revista del centro, 1933.

Otros:

Ávila Quijas, Aquiles Omar, “Rafael Quevedo, ¿Cacique o mecanismo de control político? Aguascalientes, 1929-1934”,…
Carreón Espinoza, Ángeles, “Reseña histórica del Básquetbol en Aguascalientes (Desde 1920 hasta 1950)”, documento mecanoescrito que se encuentra en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes
Reyes Díaz, Evelia, “El lugar sin límites. La ciudad de Aguascalientes y sus salas de cine, 1896-1933”, en Memoria del II Coloquio de Estudiantes de Maestría en Historia, Morelia, Michoacán, CD-ROM.
Reyes Rodríguez, Andrés, (coordinador), Entrevista a Serapión Rosales, 21 de abril de 1993.