– DANIEL SEGUER: Cabezacol y El Internet de Samuel son películas que parodian el cine de acción y aventuras estadounidense, pero poseen una elevada dosis de crítica política.
– RIHO UNT: Sí, me gusta mucho mezclar el humor con la crítica política, pero no son parodias de Estados Unidos, sino de mi propio país, Estonia. Uso las mismas técnicas que las películas estadounidenses –humor y acción– para poder vender los cortos en el extranjero. Es más fácil venderlos a cadenas de televisión. Mi próxima película será mucho más filosófica, una fábula filosófica de Estonia.
– En ellas reivindica la independencia de Estonia y critica a la URSS , ¿al tiempo que muestra algunos de los modos de vida de la sociedad estonia actual?
– Sí, absolutamente. Tanto el período de la Unión Soviética como el período independiente me han influido mucho. En Kapsapea hay las dos influencias, hay un personaje del KGB que huye, por ejemplo. Hoy en día tenemos libertad pero no es fácil hacer películas; y, en cambio, en el pasado no existía libertad y se tenía que ser más creativo para evitar la censura.
– ¿Es el humor una de las mejores herramientas para realizar la crítica política?
– Absolutamente, y por supuesto, la ironía.
– ¿Ayuda el cine de animación a evitar posibles censuras como las que denuncia en Los hermanos con corazón de oso?
– Sí, porque la animación es diferente, usa más los símbolos. En el cine de animación las películas son más cortas; por ejemplo, esta película dura 21 minutos, y se tratan los temas de manera más comprimida. En un largometraje se pondrían de manera más lenta, y aquí es más concentrado.
– Existe una larga tradición de cine de animación en los países del Este de Europa, ¿es así también en el caso estonio?
– Sí, por supuesto. El año que viene se cumple el 15 aniversario del cine de animación en Estonia. En la época soviética, en Polonia, Checoslovaquia y Hungría existían grandes estudios de animación, pero ahora no. Ahora sólo Italia tiene un gran estudio de animación, debido a un apoyo económico especial del gobierno. En Estonia el cine de animación es muy importante; y si los finlandeses tienen a Nokia, en Estonia tenemos la animación como ellos tienen a Nokia.
– ¿Cómo es rodar con marionetas? ¿Cómo condiciona la puesta en escena?
– Soy viejo pero juego todavía con marionetas Es como el teatro porque tienes un set , colocas la cámara y le dices al equipo de animación dónde colocar las marionetas. La puesta en escena es muy simple, es como en el teatro o la ficción. Las marionetas son muy buenas, están muertas. Si el actor quiere decir algo contra mí, eso no pasa nunca con las marionetas.
– ¿Cómo ve la evolución de su país y la de su cine en tanto que obra de arte creada en ese contexto?
– Creo que la animación, hacer filmes de animación, es muy popular, y que vivimos un período muy positivo. A veces somos críticos con nuestros políticos y la vida en Estonia, y eso queda bien reflejado.
– ¿En qué consiste su nuevo proyecto?
– El lunes lo empiezo, una fábula filosófica de Estonia. Es una historia de amor entre una señora y un chico joven, en la que también aparecen políticos. Además, tres de los doce minutos no serán de animación, sino de acción: un baile. Será un cortometraje mixto de animación y ficción. Estoy muy feliz también por otro proyecto posterior, un largometraje, con la subvención de la Estonian Film Foundation, a partir de Los hermanos con corazón de oso . Esta película ha estado en 30 festivales y ha ganado 6 premios internacionales. Mi próxima idea es que los hermanos con corazón de oso ya viejos (Toulouse-Lautrec, Van Gogh y Rodin) vienen a España a visitar a Miró, Picasso, Dalí. El corto anterior fue hecho con un equipo artístico francés, y el largo lo será con uno español. Lo siento, he olvidado a Antonio Gaudí, por supuesto, porque tengo una diplomatura en arquitectura. Hice animación después. Hacer animación con marionetas es lo mismo que ser arquitecto, porque haces casas más pequeñas, pero nada más. La animación es para mí como una droga, y existe un vínculo entre ésta y la arquitectura.
– ¿Le ha servido la arquitectura a la hora de realizar sus cortometrajes?
– Es realmente lógico, porque en arquitectura antes de crear algo has de hacer un boceto, y en la animación has de hacer las maquetas. Es muy similar.
(Traducción: Emer Cassidy/Dustin Guerri.
MÍNIMA HISTORIA (O CONCLUSIÓN)
Constatar la mayor presencia de cortometrajes en los medios de exhibición y comunicación, no conlleva afirmar que la realización de estas piezas sea un fenómeno exclusivamente reciente –habría que remitirse hasta el período del cine mudo para encontrar las primeras manifestaciones fílmicas cortas–, pero sí implica evidenciar que ahora llegan a las pantallas (grandes o pequeñas) un número mucho mayor, en un momento en que el largometraje (y en concreto, el de ficción) se había apoderado de éstas.
Entre las numerosas causas que han hecho posible este fenómeno están las escuelas de cine, la llegada del digital, el cambio de mentalidad de algunas salas de cine y cadenas de televisión y, sobre todo, la existencia de festivales especializados en este formato. Como afirma Barrueco: “ Realmente hubo un ‘boom' del cortometraje a mediados de los 90. Había bastantes canales televisivos que compraban cortometrajes. En este momento, esos canales, que eran básicos para su difusión en televisión, se han reducido porque Canal+ cambió de dirección artística y optó por una programación más comercial, reduciendo bastante la compra de cortometrajes. Siguen habiendo canales temáticos, pero se trata de compras de cortometrajes muy específicos que tienen que encajar muy bien con su formato televisivo”.
Muchos cortometrajes son las prácticas realizadas por los alumnos de escuelas de cine o cursos organizados por cine clubs. Resulta evidente que por un tema de presupuesto, la gran mayoría (por no decir la totalidad) sólo puede realizar películas de menos de treinta minutos de duración, pero ni el metraje ni el ser una práctica amateur la exime a priori de la calidad. Y si no, tomemos como ejemplo los cortos que Roman Polanski rodó en la famosa Escuela de Lodz o los que Vera Chytilová hizo en la Escuela de Cine de Praga (FAMU). Y, en consecuencia, esto nos lleva a hablar también de directores que han trabajado el corto sin necesidad de haber pisado nunca una escuela de cine: las primeras películas de François Truffaut y de Jean-Luc Godard son la antesala de la Nouvelle Vague .
El cortometraje posee, además, una ventaja respecto a su hermano mayor y es la necesidad de un presupuesto menor, ya que dicha característica permite la existencia de obras de un carácter experimental con clara vocación de innovación estética que difícilmente saldrían adelante bajo la exigencia de presupuestos mayores. En este sentido, la década de los 20 fue muy fructífera gracias a directores absolutamente vanguardistas como Walther Ruttmann, René Clair, Fernand Lèger, Marcel Duchamp o Man Ray. Por otro lado, la llegada de la tecnología digital ha democratizado el sector cinematográfico al abaratar costes de producción y, por ende, permitir que muchos proyectos pudieran realizarse e incluso el debut de muchos directores; aunque no puede decirse que sea ninguna panacea puesto que su calidad de imagen dista mucho de la del revelado fotoquímico de 35 mm e incluso de 16 mm. Por ello, continúa Barrueco: “ La creación en el ámbito del cortometraje seguirá en las producciones fuertes en formato de cine, y las producciones más reducidas optaran por un formato digital. Cuando realmente éste tenga suficiente calidad como para rodar en 35 mm , todo o el 80% pasará a este formato; pero será un tema común con la producción de largometrajes también”.
Por último, desde el lado de la distribución y la exhibición han surgido nuevas actitudes que han permitido que muchas de estas cintas no fueran a parar a un cajón. Así, por ejemplo, no resulta extraño encontrarse con salas de cine ofertando de vez en cuando cortometrajes. Sin embargo, no dejan de ocupar cuotas de pantalla muy minoritarias, y es en los festivales especializados donde realmente se fomenta la difusión del corto. Desde su experiencia como director de Mecal Dosmilseis, IX Festival Internacional de Cortometrajes de Barcelona, Roberto Barrueco constata que “el formato corto ya no tiene cabida en cines de tipo comercial, no porque no sean de calidad, sino más bien porque las salas de cine intentan optimizar el tiempo de proyección, y si pasas un corto antes de cada película al final del día podrías pasar un largo más en esa sala. Y eso hace que no quieran poner un corto delante. Ya sólo tiene cabida en las salas de cine de autor, por lo tanto, lo más viable es que el cortometraje encuentre otras vías de difusión –por supuesto, los festivales– como Internet, los móviles o el iPod”. Y, partidario de fomentar un proteccionismo en los canales televisivos, ante mi pregunta de si el modelo francés podía ser un ejemplo, respondió: “ Sí, hacen un proteccionismo a nivel de porcentajes de producciones francesas que imponen a televisiones privadas y públicas y en salas de cine. Y esto es necesario para ayudar a la difusión del corto y del largo”.
Así pues, es innegable que el cortometraje se encuentra en un momento más boyante que hace una década, pero no conviene bajar la guardia ante la voraz conducta del mercado, que con gusto emula a la de Saturno devorando a sus hijos . Asimismo, el corto ha sido –y es– el lugar donde se han formado grandes directores, pero es también, además de evidentemente una carta de presentación de las aptitudes del cineasta para dirigir proyectos de mayor envergadura, una obra de arte con entidad propia que requiere de una estructura narrativa y características intrínsecas. Un hecho que está perfectamente asumido en literatura, puesto que los escritores saltan de la novela al relato corto con notable soltura, y que he constatado que reivindicamos como argumento muchos de los directores que hacemos cortometrajes. Por tanto, no se trata solamente de un trampolín para desembarcar en el largometraje, como han demostrado muchos cineastas, con un amplio currículo de largos a sus espaldas, que no han dudado en volver al corto cuando se les ha presentado un proyecto interesante.
En definitiva, cabe concluir que un festival como Mecal, que ha seguido tan de cerca la reciente evolución de dichas manifestaciones fílmicas, no sólo es un notable conocedor del lugar que ocupan en el panorama cinematográfico actual, sino que con sus nueve años de vida ha contribuido a su auge. Sin duda, poder visionar películas como La guerra o Melodrama confirma el éxito de los objetivos alcanzados por unos y otros.