Según el especialista Raymond Bellour, encargado de la quinta y última ponencia marco del Congreso, el museo roba al cine la experiencia de la proyección pero le aporta el aura de arte, necesaria para valorar una forma de expresión frecuentemente relacionada con la cultura de masas y la distracción evasiva. Por ello cineastas radicales que han huido de los cánones comerciales como Jean-Luc Godard, Agnes Varda y Chris Marker han apostado por la mezcla de materiales y el trabajo de la imagen a partir de la instalación de museo. Recientemente, el CCCB acogió la exposición Erice-Kiarostami: Correspondències , ilustrando las conexiones entre las obras de ambos directores y las cartas en forma de película que se enviaron sin conocerse personalmente.
Todo esto deriva, según Bellour, del hecho que el cine europeo es un cine arte, idea dada por indiscutible en el Congreso. A pesar de ello, no faltó alguna opinión distinta, complementaria antes que contradictoria, y fue la de Paolo Bertetto, que declaró que el tratamiento de la relación entre el imaginario y el mundo en el cine europeo no es tan satisfactorio como el que realizan directores americanos como David Lynch o David Cronenberg. Bertetto, por otro lado, quitó importancia al documental dentro del conjunto de tendencias actuales.
Pese a estas objeciones, necesarias para romper con prejuicios y generalizaciones, es evidente que dos pilares del cine europeo contemporáneo son su relación con la realidad que lo envuelve y la reivindicación del estatuto de arte a través de los museos. Dos características que la fértil retrospectiva dedicada a Chantal Akerman puso sobre la mesa para debatir e interrogarse sobre la imagen y su papel en nuestra sociedad y cultura.
Producción y distribución
Las ideas apuntadas hasta ahora ya se encontraban, aunque con nombres y ejemplos distintos, en el congreso del año pasado. Tanto la heterogeneidad de puntos de vista como la relación con la realidad o los nuevos formatos ya tuvieron debates y mesas redondas dedicadas en la edición del 2005. Este año se añadió un tema capital y decisivo en el mundo cinematográfico, que ya fue reclamado en el anterior encuentro: se celebró una mesa redonda estrictamente centrada en la producción y la exhibición.
¿Qué hacer cuando el cine de autor no encuentra su lugar entre el gran público? ¿Debe mantenerse la lógica industrial para llegar a la gente o bien apostar por lo minoritario? ¿Si se quiere mantener un equilibrio, tiene que cambiar el cine o el espectador? Y, en definitiva, ¿qué puede hacer el cine en esta Europa que, según Jesús González Requena, se constituye de un vacío central regido por la lógica del mercado y las cifras?
Uno de los principales participantes en la discusión fue el productor portugués Paulo Branco, homenajeado en el congreso del año pasado. Branco no sólo criticó la publicidad y el glamour de muchos festivales y la ausencia de una mirada crítica en ellos, sino que defendió el divorcio del gran público como única vía para el progreso artístico; de hecho, comentó que el arte siempre se ha encontrado en una posición minoritaria, y si el cine no ha tenido este problema hasta ahora es porque ha sido privilegiado. El presidente de la mesa, Esteve Riambau, añadió que los movimientos cinematográficos interesantes pocas veces han sido bien recibidos por las masas. Branco expuso que el país donde trabaja con mayor libertad es Portugal, porque la ausencia de mercado comporta que el poco cine que se produce dentro de sus fronteras sea de autor. Quizá por esta razón la Muestra contó con varios cineastas portugueses, entre ellos Pedro Costa, creador radical que, en palabras de Marc Recha, es un faro para muchos directores españoles. Su obra más importante, No quarto da Vanda , se sitúa entre el documental y la ficción más angustiosa para retratar de forma cruda e imaginativa un barrio marginal de Lisboa a medio derruir.
La postura de Branco consideraba, pues, el alejamiento del mercado. Esta idea no estuvo en absoluto aislada dentro del Congreso, pero sí que encontró opiniones contrarias o, por lo menos, no tan radicales. En su ponencia marco, Paolo Bertetto alertó que una radicalización excesiva es peligrosa. Por otro lado, en la misma mesa que Branco, el distribuidor José María Morales, de Wanda Films, propuso un acercamiento al público mediante diferentes vías como la televisión, los periódicos o la educación. Según Morales, pues, el problema no es del cine o de su público, sino de la conexión entre ambos, y pidió imaginación para poder establecer este contacto.
Otra opinión manifestada en la mesa, y con la cual queremos manifestar una esperanza en el cierre de esta crónica, fue la de Claude Eric Poiraux, de Europa Cinemas. Poiraux se negó a tener una posición fatalista y aseguró que hemos de estar satisfechos con lo que se hace y se ve en Europa, donde el realizador no existe según el número de entradas que recauda y donde se ven películas taiwanesas que no venden ni en Taiwán.
De hecho, si es posible un congreso de nueve días con análisis críticos y proyecciones no comerciales, y a él asisten no sólo estudiosos sino también directores y productores para discutir sobre su trabajo, es que todavía queda energía para hacer muchas cosas. Y pese a las dificultades de la industria y el público, sin duda alguna la llama del cine europeo continúa encendida. Esperemos que por mucho tiempo.
ALBERT ELDUQUE cursa Comunicación Audiovisual en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona) y es co-autor del estudio La comedia en el cine español (1994-2004) .
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