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Hace falta remontarse a los tiempos de la Transición para encontrar un momento como el que se vivió en los meses previos a las elecciones del 14 de marzo de 2004. El mundo del cine (para algunos, cierto sector que se ha adueñado de esa representatividad) tomó la calle, el periódico, la cámara, los festivales, las ceremonias de entrega de premios… para mostrar su beligerancia contra la política del gobierno del Partido Popular. En las manifestaciones contra el Prestige, en la huelga general, en las plataformas contra la guerra de Irak, en el caso Medem, en la noche del 13-M o en cualquier otra cuestión candente allí estaban “los del cine”.

Dado que esta “guerra” coincidió con casi dos años de continuas consultas en las urnas, puede tenerse la sensación de que el conflicto entre “los del cine” y “los del PP” se produjo por cuestiones partidistas, es decir, por razones de mera pugna electoral. Según esta hipótesis, el ataque contra el Partido Popular en absoluto se basó en problemas reales del país. Por ejemplo, un retroceso de la libertad de expresión. Porque, ¿cuántas películas producidas bajos los gobiernos de Felipe González fueron un ataque directo contra dichos gobiernos? ¿Existe alguna película de un director de primera fila sobre la huelga de 1991 a favor de la cultura o sobre la primera guerra de Irak? En cambio, ¿cuántas películas producidas bajo “el poder absoluto” del PP van en su contra? ¿Y cuántas de ésas se han rodado en el último año previo a las elecciones? Se nos recordará, entre otras, Los abajo firmantes , La pelota vasca o la película colectiva Hay motivo , esta última contra el lema “España va bien”. En definitiva, los que así argumentan, insinúan que todo fue obra de provocadores y de demagogos. Todos los problemas denunciados serían falsos problemas, insidias creadas por los partidos de izquierda y por quienes viven a su sombra, o bien apreciaciones injustas de intelectuales que emplean dos varas de medir: una de hierro contra todo lo que viene del PP y otra de goma cuando la izquierda comete algún “desliz”.

Para huir de la contaminación política y de los oscuros intereses que impregnó este debate, vamos a recurrir a la estadística para intentar descubrir si el PP cometió en su gestión, en este caso cinematográfica, algún error que explique aquella beligerancia. Algo así como: “Los del cine se movilizaron porque se sintieron perjudicados en lo que les toca más directamente: su trabajo.” En forma de pregunta: ¿La crisis del cine de la que se hablaba en el año 2003 era una crisis real? ¿Era un invento contra el PP con vistas a las elecciones de marzo de 2004? ¿Era una crisis psicológica, es decir, las cifras económicas de la industria eran buenas pero, en cambio, el ánimo de algunos trabajadores estaba por los suelos?

En nuestra investigación partimos de la premisa de que todo dato cuantitativo es un hecho objetivo, aunque sabemos muy bien que no hay nada más subjetivo que la interpretación de una estadística. Así lo demuestran todos los días los partidos políticos y, últimamente también, los medios de comunicación. Basta ver la interpretación a la baja de los datos del año 2003 facilitados por el Instituto del Cine y las Artes Audiovisuales (ICAA) o, más recientemente, el intento de achacar al PP la perdida de espectadores durante el año 2004. En cualquier caso, dejamos que otros investiguen y determinen los acontecimientos cualitativos de tipo político, ético, social, jurídico, comercial, etcétera que han podido conducir a esa situación de enfrentamiento. Lo nuestro son las fuentes estadísticas.

Ahora bien, puestos a medir, qué variable es la más apropiada: ¿el número de películas producidas al año?, ¿el número de espectadores?, ¿las cantidades destinadas al Fondo de Protección de la Cinematografía? ¿el volumen de negocio?, ¿la inversión bruta?... En realidad, sobre algunas de estas variables se ha escrito mucho, si bien, como he indicado, los datos conseguidos por el PP, con José María Otero a la cabeza, se han interpretando a la baja, cuando es un hecho que, durante su gestión, se han producido más películas españolas, se han estrenado más películas españolas, ha aumentado la cuota del cine español, ha aumentado (en términos absolutos) el fondo de protección y hay más pantallas en las salas de cine.

Pues bien, en estas páginas no vamos a manejar cifras relacionadas con mercancías o balances contables. Estoy seguro de que para “los del cine” y para “los del PP” la variable más importante es la del empleo, pues todas las demás solo tienen sentido si llevan consigo un incremento de las oportunidades laborales. Esto es precisamente lo que vamos a hacer aquí: analizar la evolución del empleo entre 1996 y el año 2003. Utilizaremos cinco parámetros: población activa, ocupados, contratos laborales, demandantes de empleo y parados.

  1. 1. Población activa

En el año 1997 había en la Industria Audiovisual 38.790 ocupados y 9.703 demandantes de empleo, de modo que la población activa puede estimarse en 48.493 personas. Escogemos la variable demandantes, y no la de paro, porque en esta industria hay muchos trabajadores que se ganan la vida en otra actividad mientras esperan un empleo en su profesión. En el año 2000, la cifra sube a 48.369 ocupados y 9.234 demandantes de empleo, lo que da una población activa de 57.603 personas. Finalmente, en el año 2003 la población activa es de 59.477 trabajadores: 48.134 están ocupados y 11.343 buscan un empleo o quieren mejorar el que poseen. Hay, por lo tanto, un incremento de la población activa del 22,6% desde 1997, lo cual siempre positivo. Los países más potentes dentro de la Industria Audiovisual son los que cuentan con mayor número de trabajadores dedicados a esa actividad. No obstante, en el año 2003 el dato crece por el lado de los demandantes, de modo que la gente llega al mercado de trabajo, pero parece que no encuentra empleo o bien no está satisfecha con su situación laboral. Este es un primer dato a retener.

 

 

  1. 2. Población ocupada

 

Respecto a la cifra de ocupados, es un hecho que el gobierno del PP pone fin a la caída de masa de empleo que se venía verificando en la Industria Audiovisual desde los años setenta. En 1975 los trabajadores ocupados en el cine y en la televisión ascendían a 35.000. En 1992, s egún el Instituto Nacional de Estadística, la industria audiovisual había descendido a 28.236 ocupados: 13.985 en televisión y 14.251 en la producción, distribución y exhibición de cine y vídeo. En cambio, en el año 2000, el año de la mayoría absoluta del PP en las elecciones generales, la cifra es de 48.369 ocupados. Por lo tanto, bajo el gobierno del Partido Popular se pone fin a más de veinte años de recesión, paliando la anomalía que representaba este sector económico. Digo anomalía porque se debería haber incrementado el empleo durante todo el periodo democrático, aunque fuese tan solo por el hecho de que existe un aumento demográfico y un mayor consumo audiovisual.

 


Ahora bien, si analizamos los datos por actividades, nos encontramos con realidades bien distintas. La Tesorería de la Seguridad Social señala que en 1988 las empresas contaban con 13.814 personas ocupadas en la Actividad de Cinematográfica y de Vídeo. En 1992, como hemos indicado, eran 14.251. En el año 2000, ya con el PP, esa cifra sube al 24.435 (un 72% más). Ahora bien, en el año 2003 la cantidad baja a 23.990 trabajadores (un 2,2% menos que en el año 2000). Esto es, la tendencia al crecimiento se interrumpe en el año 2003 y la Actividad Cinematográfica y de Vídeo pierde 544 trabajadores: 191 son contratados y 353, trabajadores autónomos.

 

 

Debido a las diferencias en el registro de los datos es difícil estimar en qué sector se produce esta caída. No obstante, todo parece indicar (Tabla 1) que el empleo en la exhibición sube en unos 1.200 trabajadores más. En cambio, en la distribución de cine y video (donde hay un traslado de datos de un epígrafe a otro) se pierden 691 empleos. En la producción se produce aparentemente una subida de empleo de 1.473 trabajadores, pero no computamos los 2.104 trabajadores que aparecen para el año 2000 en la casilla general “Actividades Cinematográficas y de Vídeo”. Esos trabajadores pueden ser de la producción (aunque alguno también podría ser de la distribución y, más raro, de la exhibición), de modo que, en realidad, se pierden 631 empleos en la producción. En definitiva, durante el año 2003 sigue creciendo el empleo en la exhibición, pero hay una crisis de ocupación en la distribución y en la producción.

Otro dato muy revelador para nuestra pregunta es la situación de la Actividad Cinematográfica y de Vídeo en Madrid. Esta comunidad pierde 903 empleos, esto es, un 11% de los ocupados respecto a la cifra del año 2000, puesto que baja de 8.371 trabajadores a 7.468. Esta circunstancia hace que Madrid pase de representar un 34% del total de los trabajadores del cine y el video del país a un 31%. Como ocurre a nivel nacional, es una crisis en la distribución (que baja de 1.051 ocupados a 949) y, sobre todo, de la producción (que baja de 5.760 ocupados a 4.704: mil empleos perdidos, o lo que es lo mismo, un descenso del 18%). En absoluto, hay crisis en la exhibición, pues la cifra sube de 1.560 ocupados a 1.815. Por lo tanto, los datos de Madrid dan una crisis de empleo en un ámbito geográfico y profesional concretos que muy bien puede explicar la reacción anti-PP, pues, después de todo, la capital de España fue el centro de muchas de las movilizaciones.

 

 
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