¿Cansados de los aspavientos hollywoodienses, entre los Bruckheimer's y las adaptaciones de Marvel o similares? ¿Agotado por la poca capacidad inventiva en la que parece haber caído la mayoría de la cinematografía occidental? ¿Decepcionado o poco receptivo a las propuestas del joven cine español, entre el mimetismo de sus teen movies y la búsqueda del taquillaje en sus comedias sainetescas de freaks y famosillos?

Problema(s) cinéfilo(s) de fácil solución, sólo si el espectador es algo atrevido, dispone de algunas salas en V.O en su ciudad de residencia (cosa nada fácil), o tiene a su disposión (y este es, sin duda, el mejor de todos los posibles) un cheque en blanco en forma de tarjeta de crédito para bucear por los aparatosos stocks online de tiendas virtuales (cosas y nuevos hábitos de las globalización digital).

Y es que, desde hace unos años, hay una cinematografía que se impone cualitativamente sobre todas las demás, y no sólo por su considerable volumen de estrenos (aún alejado de productores históricos como Japón, Bollywood o el mismo Hollywood) sino por el aire innovador, original y diverso que ha dotado a su jovencísima nueva producción. Nos estamos refiriendo, y como el título del libro en cuestión deja entrever, a Corea del Sur.

Un país que hasta hace poco más de una década veía como su creación artística estaba sometida a un régimen estatal tan férreo como poco fecundo, pero que superado este período dictatorial ha emergido con fuerza situándose como uno de los núcleos referenciales dentro de este mundillo del cine.

El libro coordinado por el especialista madrileño Alberto Elena, aficionado a mostrarnos esas cinematografías lejanas y desconocidas, aquellas a las que llama del Tercer Mundo o periféricas (El cine del Tercer Mundo: Diccionario de realizadores, 1993; Cine e Islam, 1995; Satyajit Ray, 1998; y Los cines periféricos.África, Oriente Medio, India, 1999), nos introduce a través del trabajo de varios teóricos en la situación actual, plenamente contemporánea, de la obra fílmica que surge de la parte sur de aquella península, y que, cada vez más, se convierte en referente absoluto de todo el panorama audiovisual mundial.

Con dos capítulos introductorios, rápidos pero concienzudos travellings por la producción surcoreana de los últimos siete años, nos enteramos y entendemos el por qué de ese éxito, no sólo de público sino de una crítica que se sorprende por la inventiva visual y narrativa de este nuevo cine surcoreano. Cómo han sabido aunar lo mejor del clásico melodrama nacional (ejemplos magníficos en la cinematografía del maestro Im Won-taek) con las últimas tendencias, consiguiendo una (no)definición genérica a la que franca y lamentablemente no estamos acostumbrados. Y es aquí, donde seguramente radica su éxito.

Desde la comedia teen con verdaderos y rutilantes éxitos convertidos ya en clásicos modernos para legiones de jóvenes como My Sassy Girl o My Wife is a Gangster (cuyos derechos no tardaron en ser adquiridos por algunas majors americanas para sus correspondientes remakes), pasando por una vía intermedia con directores entre lo autoral y lo mainstream, con autores como Park Chan wook o Kwak Kyung-Taek. El primero, auténtica revelación mundial desde su nueva concepción del thriller clásico con films como Join Security Area, o las dos primeras partes de una trilogía que rapidamente se ha converido en el clásico más cool del nuevo milenio, Simpathy for Mr. Vengeance y Oldboy (a las que se les sumará este verano la esperadísima Simpathy for Lady Vengance). El segundo director, con dos verdaderos blockbusters no exentos de calidad e impronta personal, su Fried (2001), algo así como un Scorsese juvenil en plena forma, o también su excelente drama deportivo-nacional Champion (2002), visión particular de un héroe, reconocido como tal, desde la más incontestable derrota dentro de un cuadrilátero.

Y todo esto, sin olvidarnos de la verdadera avanzadilla formada por los directores más festivaleros, galardonados sistemáticamente por todo el mundo. Desde el particular realismo mágico de Kim ki Duk, a las sobrias representaciones de los conflictos de pareja que nos suele proponer Hong San Soo. Autores de verdaderas maravillas que van desde la irascible violencia del primero en Bad Guy, La Isla o Address Unknown, a la capacidad sintética del segundo, en obras como Virgin Stripped Bare by Her Bachelors o On the Occasion of Remembering the Turning Gate.

Superados estos capítulos que responden a un claro y necesario estado de la cuestión, el libro nos propone dos pequeños monográficos sobre sendas personalidades cinematográficas de Corea del Sur. Por un lado, el reconocido como gran maestro e historia viva del cine coreano, Im Won-taek, por otro un imparable joven, ese enfant terrible que tanto gusta citar, el ya referido anteriormente Kim ki Duk (por cierto, últimamente con una muy buena presencia en nuestras carteleras con sus films Primavera, verano, otoño, invierno….y primavera, Samaria, o Hierro 3).

En definitiva, un buen libro que más allá de la no pretendida exhaustividad y su escaso centenar páginas, sirve para dar a conocer a los más inquietos cineadictos un panorama fílmico realmente novedoso y apasionante, capaz de cubrir sin decepciones todas las necesidades de cualquier espectador, desde el cine de consumo rápido, palomitero y sin más intención que el puro entretenimiento, a obras de una gran altura artística.

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