Al amparo de la propia industria, la literatura cinematográfica ha experimentado un creciente protagonismo en los hábitos del aficionado al cine. Aparece ahora en las librerías un estudio, con cierto carácter biográfico, sobre la obra de Kzrysztof Kieslowski. Nos referimos al reciente libro Azul. Blanco. Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor, publicado este mismo año por EIUNSA (véase la reseña, en la sección de Book Reviews de este mismo número).

Muerto en 1996 tras un infarto, el director polaco acababa de abandonar definitivamente la profesión, justo en el momento de mayor éxito tras los premios de su famosa trilogía Tres Colores : Azul había ganado el León de Oro de Venecia y Blanco el Oso de Oro de Berlín, cuando Rojo veía cómo se le cerraban las puertas de Cannes a un año que hubiera sido histórico en el siglo del cine.

El autor de esta obra es Julio Rodríguez Chico (Oviedo, 1964). Licenciado en Historia y Máster en Historia y Estética Cinematográfica por la Universidad de Valladolid, es asimismo crítico de cine en la revista digital La Butaca . Con motivo de su visita a nuestro Centro, le hicimos esta entrevista:

 

¿Cómo se puede explicar esa ascensión tan meteórica de Kieslowski, y sobre todo cómo entender la retirada en su mejor momento?

Como todo en él, es algo paradójico. Ciertamente su gloria apenas duró un lustro, pero como se dice en La doble vida de Verónica - hay estrellas que brillan con el doble de intensidad, y por eso su duración es menor. Eso es lo que a él le sucedió: llevaba pocos años haciendo cine de ficción, y sólo triunfó cuando Francia le acogió y respaldó en Cannes, con el premio concedido a No amarás . Sin embargo, ese buen cine latía ya en su producción como documentalista en su Polonia natal. Ahí se encuentra ya su idea de lo que debe ser el cine, su modo de entender la vida, y también una estética que lógicamente evolucionará e irá cogiendo madurez hasta culminar en Tres colores . Ese germen y esa evolución es precisamente lo que he querido reflejar en el libro: cómo su experiencia personal se plasmó en imágenes y cómo éstas es el resultado de una búsqueda vital, con sus dudas, luchas y desencantos. Al final abandonó porque creyó que había dicho todo lo que tenía que decir, y porque estaba cansado de que el cine “robase” a la vida un tiempo que veía que se le escapaba entre las manos.

 

Pero la columna vertebral del libro ¿no es el estudio sobre su concepto de la libertad y el amor, a partir de sus últimas películas?

Efectivamente, esa es la cuestión nuclear, pero siempre buscando su génesis. Para ello y para entender el pensamiento de Kieslowski, pensé que había que conocer las circunstancias que había vivido: hacerse cargo de una Polonia en una crisis económica que se prolongaba hasta llevar el hambre a sus habitantes, y sobre todo de una sociedad sin libertad ni esperanza; también era necesario ver cómo podía haberle influido el prematuro enfrentamiento con la muerte de su padre, su lucha por abrirse camino en el mundo artístico, o las lecturas de Camus o el cine de Bergman, por ejemplo. En definitiva, me interesaba encontrar conexiones con el mundo y el momento en que vivió. Y no sólo porque así se podría entender mejor su cine, sino también porque ayudaría a comprender cómo sus películas eran un buen espejo de la historia reciente y también un buen instrumento para indagar en el tipo de vida a que el hombre aspira.

 

Me parece que toca ahí un aspecto fundamental en su concepción del cine, pues Kieslowski pensaba que debía de ser un medio para ayudar a vivir, para ser más libre.

Así es, y por eso al final derivó hacia un cine más abstracto, de manera que sirviese para cualquier persona. Para él, sus películas sólo debían empujar al espectador a reflexionar sobre las preguntas de siempre: sobre el sentido de la libertad y si era posible amar desinteresadamente a alguien, sobre la otra vida y si Dios nos dirige o nos deja abandonados al destino, sobre el comportamiento de quienes se sienten en posesión de la verdad apoyados en unos principios incuestionables –ésa es la intención última de Decálogo o de los mismos Tres Colores - o sobre los problemas de incomunicación y soledad que aún hoy podemos ver por la calle. Le preocupaba el hombre y le preocupaba una sociedad a la deriva, fruto de una modernidad engañosa que confundía confort con felicidad, y por eso quiso servirse de la imagen para que reflexionásemos.

¿Pero, entonces, también él dará su propia visión del mundo? ¿Qué propone al espectador?

El sentido de la responsabilidad y de la honestidad son rasgos muy arraigados en su carácter, y siempre procuró ser muy respetuoso con todos, llegando incluso hasta el escrúpulo. Por ejemplo, abandonó el documental -entre otros motivos- porque estimó que al grabar la vida real de sus protagonistas podía estar invadiendo el terreno de su intimidad, a la vez que podía perjudicarles en su vida al comprometerles en su vida pública. Y ese mismo sentimiento de respeto a la persona afecta también a su modo de entender la vida. Lo suyo era plantear preguntas por medio de casos concretos e imágenes llenas de fuerza dramática, pero se negaba a dar respuestas, también porque admitió no haberlas encontrado en su vida. Había experimentado en sus carnes esas imposiciones ideológicas, y rechazaba cualquier doctrina que viniese de fuera. Por eso, decía que cada espectador debía encontrar sus respuestas, y que su cine debía tener un carácter abierto y de cierta ambigüedad: no hay, por otra parte, un happy end , sencillamente porque no existía en la vida, y ésta no se puede estancar.

 

¿Es que, entonces, no hay normas morales objetivas para Kieslowski? ¿No hay verdad, bien o mal en los comportamientos de sus personajes?

Claro que las hay, y sobre eso no deja lugar a equívocos. Pero la concreción de esas pautas morales, en su opinión, no deben venir impuestas desde autoridades políticas, religiosas o ideológicas. Debe ser cada persona, siguiendo los dictados de su conciencia, quien decida lo que debe hacer en cada momento. En toda su producción siempre ocupa un lugar de privilegio ese sentido de “actuar en conciencia”, a veces personificado en un joven –Barcis- que aparece en momentos decisivos de las historias de Decálogo , o de una anciana que se esfuerza por introducir un vidrio en un contenedor en cada una de las películas de Tres Colores ; él mismo hablaba de una “brújula” o “péndulo” que todos llevamos dentro, y al que hay que atender para alcanzar la felicidad posible, algo por otra parte difícil en su opinión. Ese esfuerzo por hablar al hombre desde su misma interioridad es lo que más me interesaba. Digamos que rechazaba un moralismo cinematográfico que diese lecciones de comportamiento, pero en cambio sí entendía el cine como un ejercicio ético, desde el momento le servía de medio para dialogar con el espectador.

Entonces, ¿estamos ante un autor que contempla a un hombre que no necesita de Dios? Creo recordar que rechazó, por ejemplo, cualquier interpretación religiosa de Decálogo , y que él mismo no se sentía católico.

No me parece que sea así. En mi opinión, la trascendencia y religiosidad del hombre de Kieslowski no deja lugar a dudas. Pero hay que buscarlas en su propio interior, no en el dogma; considera que es en su conciencia donde, de alguna manera, se manifiesta la divinidad, donde cada individuo debe encontrar sus respuestas, donde debe trazar el camino de su vida, con elecciones diarias que le acerquen o alejen de la felicidad; Kieslowski intuye que ahí está Dios, que obraría por medio de ella, dejándole libre y también pidiéndole cuentas. Como él mismo dijo, tenía una idea de Dios más como Juez del Antiguo Testamento que como Padre misericordioso del Nuevo. Por otro lado, es verdad que no congenió con la Iglesia polaca y con el modo de vivir la fe de sus compatriotas, pero también lo es el profundo sentido religioso que tenía del hombre, y en el que fue educado por sus padres. En definitiva, digamos que no es un hombre de Iglesia institucional, pero que sí supo vislumbrar su sentido espiritual. Precisamente sus personajes son seres que entienden y experimentan relaciones interiores y trascendentes, y que tienen un alto concepto de la vida y de la persona, nunca reducida al éxito, al dinero, al bienestar material o al sexo. En este sentido, en su cine hay una crítica clara tanto hacia el marxismo como hacia el materialismo capitalista, porque veía cómo ambos adormecían las conciencias y las privaban de valores más sublimes que los materiales.

 

Se ha hablado mucho del azar en el cine del director polaco; incluso una de sus películas polacas lleva ese título. ¿Se le puede hablar de existencialismo o de fatalismo en sus dramas interiores?

Por supuesto, hay elementos existencialistas en sus filmes, pero sería mejor hablar de una preocupación por el hombre y por su felicidad: no existe ese destino implacable que anula cualquier atisbo de libertad ni la amoralidad de algunas corrientes existencialistas. Como Camus, a quien admiraba y con el que coincidía en casi todo, Kieslowski es un espíritu sensible e inquieto que sufrió una época de posguerra y desencanto, de injusticias y atropellos: no podía dejar de salir al paso de esas circunstancias. Lo hizo como sabía, reflexionando –Piesiewicz, su guionista y amigo sería de gran apoyo en este punto- y trasladando sus conclusiones a imágenes a las que dotó de un sentido poético que deslumbró a crítica y público. Sobre lo del azar, sin duda es otro elemento importante pero no entendido como algo fortuito, sino como la complejidad y entrelazamiento de circunstancias que van construyendo la vida, que acaba por presentarse como un misterio insondable e impredecible: es más un concepto que una manera de cuadrar sus historias. Pero para Kieslowski el tema de aprovechar las oportunidades que la vida te presentaba era algo más decisivo que el propio azar.

 

Sí pero ¿qué aporta al cine un hombre que, en realidad, no creía en el cine?

Es cierto que Kieslowski pensaba que un libro siempre reflejaría mejor un pensamiento y que influiría más que una película; y que él hubiera querido ser escritor, pero que “se encontró” con este instrumento del cine y quiso aprovecharlo. Por una parte, su aportación arranca de un pensamiento lúcido sobre el hombre y su condición, sobre los conflictos morales que se encuentra. De otra, supo ponerlo en imágenes llenas de fuerte expresividad, apoyándose en ricas metáforas cargadas de sentido poético y trascendental (por eso se le calificó de “metafísico”). Pocos como él han sabido filmar la música, captar los presentimientos, recoger en el celuloide el dolor interior, debatirse en las dudas existenciales; y el espectador, que participa de esas mismas emociones y sentimientos, conecta con él cuando está dispuesto a paladear el buen cine, a pensar sobre lo que se le dice. Evidentemente, su público no es el que acude a ver Torrente o Harry Potter , porque no es superficial ni se conforma con el mero entretenimiento.

 

Si tuviera que elegir una película que mostrase de manera más fidedigna el pensamiento del director, ¿con cuál se quedaría?

Aunque cada película responde a unas inquietudes de un momento concreto, y el propio Kieslowski experimentó una evolución lógica en su manera de ver el mundo y en su estética, pienso que La doble vida de Verónica es quizá la más representativa. Y eso por su manera de entender el cine como medio para comunicarse con el espectador, al que poder lanzar mensajes para que reflexione sobre su vida y saque sus propias conclusiones. Es lo que sucede a Véronique, la chica francesa de la película, que decide –ejercitando su libertad- seguir las pistas que misteriosamente le envía Alexandre, el titiritero del que se ha enamorado, hasta que se alcanza el compromiso entre ellos. También esta película recrea un ambiente en que los presentimientos están muy a flor de piel, la más lírica y poética de todas, aquella en que se muestra mejor la sensibilidad de su director, que veía que la vida era un misterio inabarcable que se le escapaba entre las manos.

 

Volviendo a su libro, la pregunta es obligada: ¿qué encontró en Kieslowski para decidirse a escribir sobre un director minoritario y no excesivamente conocido en nuestro país?

Me impresionó Azul la primera vez que la vi, y me di cuenta de que detrás se escondía todo un mundo muy personal, y también un pensamiento sobre la vida. Me parece que no son muchos los cineastas que dicen algo con sus películas, y menos aún los que reflejan su mundo interior, sus experiencias. Abundan los que divagan sobre el hombre o la sociedad, pero desde un punto teórico o puramente reflexivo; en cambio, Kieslowski lo hace desde su propia experiencia, y eso da a sus películas una autenticidad, una sinceridad y un dramatismo únicos. En otro orden de cosas, también me animó a escribir el hecho de que en castellano sólo hubiera un libro traducido del italiano, aunque después el año pasado saliese otro estudio crítico sobre Rojo .

 

¿Qué es lo que el lector se va a encontrar en este libro?

Por mi parte, he procurado seguir la misma línea discursiva del director: en los primeros capítulos hago una breve síntesis de su vida y discurrir cinematográfico, seguida de una aproximación a la Polonia en que vivió y a las influencias que determinaron su obra. A continuación, reflexiono sobre su pensamiento y sentido del hombre, como él mismo podría haberlo hecho. Los dos capítulos siguientes tratan sobre la libertad y el amor, con un estudio más analítico y pormenorizado en sus últimas obras – Tres Colores , La doble vida de Verónica y Decálogo -, en lo que suponen una búsqueda en el camino de la vida. Y finalmente, abro un epígrafe para estudiar su concepto del cine y su estética, siempre al servicio de la idea.

 

Recientemente el alemán Tykwer ha llevado al cine uno de sus guiones, Heaven . ¿Piensa que Kieslowski hubiera vuelto a dirigir, si la muerte no le hubiera sorprendido?

Es posible, pues a un hombre inquieto como él no le hubiera sido fácil separarse definitivamente de lo que había sido su vida. Por otra parte, no extrañaría que se hubiera repetido lo que sucedió cuando proyectó Decálogo , que inicialmente no iba a rodar él pero que acabó haciéndolo al enamorarse de un guión que abordaba el drama ético del hombre.

 

Por último, ¿qué aconsejaría al lector que no haya visto aún las películas de Kieslowski? ¿Por dónde debería comenzar?

Le transmitiría mi propia experiencia: comenzar con Azul para seguir con el resto de los Colores. Después estaría en mejor situación para ver el resto de su obra, sobre todo La doble vida de Verónica , como decía posiblemente su película más poética. Pero independientemente del orden, le aconsejo que después de cada película se pare y piense sobre lo que ha visto, que hable con sus amigos de ello,…, y lógicamente, que lea lo que se ha escrito sobre él; en el caso de mi libro, siempre se puede alterar el orden establecido, escogiendo las partes de cada película de los distintos capítulos.