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En otros casos, esta denuncia es compatible con el humor, tal y como sucede en la película irano-irakí Turtles Can Fly , de Bahman Ghobadi (merecidamente premiada con la Concha de Oro a la Mejor Película), en la que vemos la vida en un campamento de refugiados kurdos, en el momento en que comienza la invasión de Irak por los Estados Unidos. Una vez más, los niños son los protagonistas de un drama sembrado por los efectos de las minas en una zona donde la violencia forma parte de la vida cotidiana, pero en el que la inocencia infantil permite dar paso al humor y finalmente hacer reflexionar al espectador. Un estilo diferente tiene la magnífica Bombón, el perro , de Carlos Sorín, una muestra más del buen momento del cine argentino. Sorín, que ya había sorprendido positivamente por Historias mínimas , sabe aprovechar historias cotidianas (en este caso, la de un parado en la Patagonia argentina, que comienza a preparar a un perro para concursos caninos), interpretadas por actores no profesionales, para reflejar el drama de un país en bancarrota. En otros casos, por el contrario, la denuncia cae en el aburrido panfleto político, como sucede en The Fever , un monólogo neomarxista de Vanessa Redgrave, significativamente una de las pocas películas que no recibió ni un solo aplauso en la sesión de prensa. Otras cintas, por último, se ceban en la violencia abusiva y contraproducente. Es el caso del filme colombiano Sumas y restas , en el que parece que la única ambición del director ha sido entrar en el libro Guinness de los récords por el número de palabras malsonantes por minuto pronunciadas en una película. Este filme muestra además cómo el pretendido mercado lingüístico común del cine en español presenta, hoy por hoy, mal que le pese al programa Ibermedia, muchos interrogantes, teniendo en cuenta la dificultad del público español para entender ciertas películas latinoamericanas.