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Es
ya habitual en la música cinematográfica de la última
década la composición de bandas de tipo ecléctico,
es decir, que reúnen bajo un mismo film estilos musicales muy
diferentes.
Siempre
se ha entendido la necesidad de que la música contribuya a
la unidad del film manteniendo a su vez una cohesión interna
en cuanto a forma, instrumentación, etc. Sin embargo, la enorme
evolución de la banda sonora en la última década
ha favorecido la mezcla de diferentes estilos, instrumentos o formaciones,
sin que se resienta la unidad necesaria en la narración audiovisual.
Un
magnífico ejemplo de esta rara habilidad en los compositores
cinematográficos la podemos observar en Condenado, de
Michael Caton-Jones. John Murphy mezcla dos planos musicales lingüísticamente
distintos: por un lado se nos muestra la degradación social
de un barrio neoyorquino, entre cuyas calles se pasea el joven protagonista,
arquetipo humano de la miseria de la zona. Murphy subraya ese ambiente
con música de blues, acentuando el sonido desgarrado de la
guitarra. Estos temas aparecen, por tanto, como circunstanciales,
no ligados a los movimientos del guión, habitualmente como
elementos introductorios o como unión de escenas.