Tras haber cumplido los cien años de existencia, el cine está llegando a una situación en la que es difícil encontrar novedades. Los productores quieren amortizar el éxito de una determinada película y fabrican sin pensárselo mucho las secuelas que hagan falta, con lo cual lo único que consiguen es agotar la poca originalidad que demostraba la primera. Puede decirse que el cine ha tenido la vida más acelerada de todas las expresiones artísticas: en poco más de un siglo ha pasado de las ilusiones de la juventud a los logros de la madurez y en la actualidad es algo así como un viejo prematuro. Por supuesto estoy hablando del cine llamado "de ficción", que es el que tradicionalmente llena los cines.

Afortunadamente hay otro tipo de cine, que hace unos años no estimulaba el menor interés y parecía iba a ser fagocitado por la programación televisiva: el documental. Si en la actualidad queremos ver ideas originales y contenidos emotivos en el cine, cada vez más tenemos que recurrir al documental. Quien esto escribe lo ha podido comprobar tras su experiencia como jurado en la Muestra de Cine Mexicano de Guadalajara (de la que se aporta información básica en esta misma revista): en la selección de títulos, que suponía lo más granado de la producción nacional del año, había de todo, pero los documentales mantenían un nivel medio muy por encima de los films de ficción, y así quedó reflejado en los premios.

El film más premiado fue, sin duda, Recuerdos de Marcela Arteaga (su primer largometraje), que ofrecía una visión muy personal y universal del drama de los exilios a través de la azarosa vida de Luis Frank, nacido en Lituania, que participó en la Guerra Civil española y acabó en México como un refugiado "republicano español" más. La película destaca por su riqueza temática, su elegancia formal y, sobre todo, no se limita a exponer unos testimonios sino que va mucho más allá; nos recuerda que no hay existencia pequeña, que es importante ser solidario y que, parafraseando a John Donne/Ernest Hemingway, no debemos preguntar por quién tocan a muerto las campanas: siempre que en algún lugar del mundo caigan bombas sobre escuelas y hospitales, sobre mujeres y niños, están cayendo sobre todos nosotros.