LITTLE SENEGAL, UNA REFLEXIÓN SOBRE

LA CONDICIÓN HUMANA

 

T.O.: Little Senegal. Producción: 3B Productions-France 2 Cinéma/Taunus Film/Tassili Films. (Argelia-Francia-Alemania, 2001). Director: Rachid Buchareb. Guión: Olivier Lorelle y Rachid Buchareb. Fotografía: Benoît Chamaillard y Youcef Sahraoui. Música: Safy Boutella. Montaje: Sandrine Deegen. Intérpretes: Sotigui Kouyate (Alún), Sharon Hope (Ida), Roschdv Zem (Karim), Karim Koussein Traore (Hassan) Adetoro Makinde (Amaralis), Adya Diarra (Biram), Malaaika Lacario (Eileen). Color - 97 min. Estreno en España: 15-III-2002.


Little Senegal es una película que forma parte del cine social, serio y comprometido. Se trata de un film actual y, a la vez, histórico, ya que el protagonista es un hombre de hoy que se adentra en el pasado. Little Senegal mira sobre una realidad concreta y nos propone una reflexión sobre la condición humana. El punto de partida es el valor de la propia cultura como base para encarar el presente con mayor certeza y esperanza.

Se trata del quinto largometraje del director francés Rachid Buchareb. Director y coguionista realizaron el mismo viaje que su protagonista con el fin de obtener los elementos necesarios para rodar este film-testimonio. Captaron el enfrentamiento entre los afroamericanos -descendientes de las personas esclavizadas antaño- y los africanos emigrados recientemente, en cuyas relaciones priman la desconfianza y la violencia. Así, el director declara:

"El emigrante africano es considerado como una amenaza para la integración de los negros norteamericanos. Por su parte, los africanos que han inmigrado recientemente se sienten decepcionados: pensaban que iban a recibir apoyo y solidaridad de los afroamericanos, pero lo único que encuentran es indiferencia, violencia y desprecio".

La película se pregunta y nos interpela sobre algunas profundas cuestiones sociales: la pervivencia de las costumbres, el papel que desempeña la familia, la influencia del entorno cultural, las huellas de una esclavitud que en el pasado cercenaba la libertad con cadenas y en el presente lo hace con dólares, desarraigo y exclusión.

El director ha elegido para encarnar a Alún, el protagonista, a un actor polifacético y experimentado, Sotigui Kouyate, que es griot -un guardián de las tradiciones, un reconciliador-, para hacernos reflexionar sobre la coherencia y los valores de la cultura africana: la familia, la religión, el sentido comunitario. Kouyate realiza una interpretación magistral de sí mismo. "En África nunca estás sólo", dice Alún. Su actitud respetuosa y pausada nos acerca a este personaje ceremonioso y honesto lleno de vitalidad y poesía. Orgulloso de su cultura la defiende sin obstinación pero con firmeza. Afirma que "los blancos actúan como si nos hubieran hecho un favor al traernos aquí…".

La película empieza en África, en Senegal, y, pasando por Carolina del Norte y Carolina del Sur (EE.UU), transcurre principalmente en Nueva York concretamente en Little Senegal y termina en el punto de partida.

Alún, un hombre ya mayor y viudo, trabaja de guía en el Museo de los Esclavos de la isla Gorée, en Senegal. Es éste un lugar privilegiado que permitía un fácil acceso de los barcos en cualquier época del año. Se impuso por su situación estratégica tanto para el control de la costa oeste como para la trata. El guía explica clara y directamente, sin concesiones, el trato que recibían los esclavos. Sus explicaciones transmiten un sentimiento profundo de dolor y contenida indignación.

"Ésta es una réplica de la cadena que los esclavos llevaban atada a los tobillos de unos a otros… Esta bola pesa 300 kilos e iba atada en medio de la cadena, los esclavos la arrastraban…En esta fotografía podemos ver el castigo que recibía un hombre después de una revuelta: era colgado por el tórax para que la agonía fuera más larga… Cuando el esclavo traspasaba esa puerta se despedía de África e iniciaba el viaje sin retorno."

El mar, evocador de la libertad, de sueños infinitos, es, aquí, el preámbulo de la muerte, de una prisión insegura, del miedo, de la esclavitud.

Pero además, Alún, estudia apasionadamente la historia de su pueblo e investiga sobre sus ancestros. Piensa en la posibilidad de encontrar a descendientes de sus antepasados, esclavizados a finales del siglo XVIII. Para ello inicia una road movie a través de Sullivan's Island, Charlestown, y Nueva York (Little Senegal en Harlem). Visita el Museo Old Slave, antiguas plantaciones, archivos de diferentes bibliotecas donde quedan numerosos documentos y fotos de personas y familias negras que en realidad eran auténticos anuncios para la venta de mano de obra esclava. Su tarea no resulta fácil ya que los esclavos perdían su nombre -su identidad-, y si recibían alguno era el de sus dueños. Otros huían. Finalmente, Alún, consigue seguir la pista de sus antepasados a través de Zacarías Robinson y su esposa Febe al reconocer unas marcas en sus rostros que son las de su pueblo y que, según Alún, "significan tanto como las palabras".

Little Senegal es un gueto en el barrio de Harlem, Nueva York, donde viven los inmigrantes africanos. Alún se instala en casa de su sobrino Hassan que acaba de dejar su trabajo de mecánico porque no puede soportar el desprecio de sus congéneres afroamericanos. Vive con su novia, Biram, a la que trata como un ser inferior, como una "esclava". Ella trabaja sin descanso y en silencio. Siempre está seria y triste. Además, él la culpabiliza de todo lo que va mal y llega a pegarle.

Alún siente por primera vez en su vida el frío gélido y toca la nieve. A través de la lápida de los Robinson, que todavía mantiene flores frescas, consigue en el cementerio la dirección de la Sra. Ida Robinson. Ésta regenta un pequeño quiosco en Little Senegal donde hace gorros de punto. Ida recibe a Alún de forma arisca y distante pero él consigue ir ganando su confianza, y poco a poco irán conociéndose. Ella es muy consciente de la situación en que vive: "Los taxis no paran porque somos negros", le espeta en una ocasión, o "Mi vida es una batalla", "Aquí sólo vale el dinero, da igual si eres blanco o negro". Se muestra eminentemente pragmática y rechaza pensar en el pasado, como si éste no existiera. Pero Alún le explica que son parientes, que provienen del mismo pueblo y le muestra su árbol genealógico hasta llegar a su hija Audrey. Le muestra fotografías de la esclavitud africana y ella llora suavemente. Su proximidad se vuelve ternura.

Alún se relaciona, también, con una serie de personas que representan prototipos de la sociedad norteamericana: Amaralis i Karim mantienen una difícil relación de conveniencia: él necesita los papeles para legalizar su situación en los Estados Unidos y ella está dispuesta a casarse con él por dinero. La mezcla de necesidad afectiva, dinero y papeles les daña profundamente.

Eileen, la nieta de Ida, es muy joven y está embarazada de siete meses. Vive por ahí ya que su padre no se encarga de ella desde la muerte de la madre. Él tiene una nueva pareja casi tan joven como su hija. Eileen representa a los jóvenes que por el hecho de serlo sufren problemas específicos que escapan de la comprensión y del control de los mayores. Se ve inmersa en una cruel realidad aunque sueña con que su hijo no sea un desposeído como ella y esté en la cima del mundo. Pero cuando nace no quiere ver a la pequeña porque sabe que no le podrá ofrecer nada de lo que ella le desea.

La constante violencia en las imágenes televisivas conmueve a Alún. En una ocasión la noticia se refiere a un joven estudiante negro que es acribillado por un policía blanco en la puerta de su casa, nada menos que por 41 disparos -el mismo incidente que inspiró al músico de rock Bruce Springsteen la valiente y conmovedora canción American Skin (41 shoots). Pero no se trata de un hecho aislado sino que las situaciones violentas, incluso crueles, se suceden en la televisión.

¿Cómo se ha llegado a esta situación?. La mayoría de los negros del continente americano son descendientes de los hombres y mujeres que fueron esclavizados. El film refleja los ecos de esa esclavitud y de la sinrazón del ser humano capaz de humillar y degradar a sus propios semejantes. Éste no ha sido un tema profusamente llevado al cine. Sin embargo algunos títulos nos vienen a la memoria: Queimada, Amistad, Quilombo… Por ello, me parece oportuno dedicar un breve espacio para recordar el escalofriante episodio de la trata de negros ya que constituye uno de los acontecimientos más espeluznantes y vergonzosos de la historia de la civilización occidental. Además, los que sobrevivieron ayudaron con su incalculable trabajo a construir y levantar el país que ahora es el más poderoso de la Tierra.

La esclavitud a escala intercontinental duró casi cuatro siglos y el número de personas esclavizadas, no conocido con precisión, es escalofriante. ¿Treinta millones.? ¿Cien millones.? Quizás la cifra más aceptada sea de unos 40 millones, hombres y mujeres que fueron cazados en África para ser vendidos en América, aunque más de la mitad no llegaron a su destino. La muerte empezaba ya con la caza de los futuros esclavos, seguía durante el traslado al puerto, después en la misma travesía del Atlántico. En el barco unos morían por las enfermedades; la escasez de víveres hacía que otros fueran arrojados vivos al mar; también había ejecuciones ejemplares y suicidios,…. Tras su humillante venta, como una mercancía, los esclavos no permanecieron pasivos. Muchos huyeron -los cimarrones- y otros se rebelaron a pequeña o gran escala. Esta lucha por su libertad desmiente la imagen de sumisión transmitida a través del cine de masas.

Cuando se prohibió la trata de esclavos, (Inglaterra, 1833) no fue por causas humanitarias sino por puro interés económico. Se calculó que era más rentable utilizar el trabajo forzado en la propia África que embarcar a los negros hacia América. Pero el tráfico ilegal continuó siendo un gran negocio. La costa Este de África substituyó al golfo de Guinea, más vigilado. Más tarde los africanos fueron substituidos por culíes asiáticos procedentes de India y China. Así, aunque en 1776 la Constitución de los Estados Unidos proclamaba que "todos los hombres han sido creados iguales", durante el siglo siguiente este país pasó de tener medio millón de esclavos a cuatro millones. Si la abolición de la trata fue lenta y difícil, la de la esclavitud fue aún más tardía y comenzando siempre por la "libertad de vientres": los hijos de esclavos ya serían libres pero después de seguir trabajando para su antiguo dueño durante largos períodos que podían llegar a ser hasta de 26 años.

No podemos dejar de mencionar la participación española y catalana en este comercio ignominioso que creó algunas de las fortunas más emblemáticas del estado español. Entre los ingenios de Cuba figuraban como propietarios la familia real, muchos títulos nobiliarios, jefes militares, políticos e industriales. Con los beneficios obtenidos directa o indirectamente de la esclavitud se financió, al menos en parte, el primer ferrocarril español y la expansión naviera. Juan Pérez de la Riva ha calculado que entre 1820 -fecha en que Fernando VII aceptó prohibir por completo la trata legal- hasta 1873, se introdujeron todavía en Cuba más de medio millón de esclavos africanos, con la tolerancia, sino la complicidad, de las autoridades españolas de la isla.

Las consecuencias para África quizá no han sido todavía convenientemente evaluadas, pero resulta evidente que la deportación de decenas de millones de seres humanos jóvenes, originó un estancamiento demográfico y económico, un caos social, y una gran miseria moral, todo ello intensificado con la colonización del continente durante el siglo XIX. Por el contrario en Europa Occidental, en Inglaterra y Francia, por ejemplo, se incrementaron los beneficios con cuantiosas sumas de dinero que aceleraron el proceso de la revolución industrial y la implantación definitiva del capitalismo.

La película es esmerada y su ritmo contenido. No hay grandes momentos pero destaca la sutileza de su puesta en escena. Una fugaz mirada o un gesto silencioso pueden aportar un significado. La banda sonora, con música y voces africanas del cautiverio, de la rebelión, tiene especial protagonismo y acrecienta su dimensión poética.

Little Senegal apenas permaneció un mes en la cartelera de Barcelona, aunque había obtenido el Premio FIPRESCI en el Festival Internacional de Cine de Valladolid '2001.

 

ESTHER SÁEZ