La guerra en Yugoslavia a través del cine

 

IGOR BARRENETXEA
Universidad del País Vasco
ibm@bezeroak.euskaltel.es

 

El cine nos ofrece una vez más una dual perspectiva de lo ocurrido en Yugoslavia. En particular, es interesante destacar el contrapunto entre una mirada norteamericana del conflicto, en Tras la línea enemiga, y una más europea como es En tierra de nadie, que tratan un hecho común desde dos perspectivas diferentes. La primera intenta enfocar la cuestión desde fuera, sin entender las cuestiones y los problemas inherentes a la guerra, y la segunda lo hace desde dentro, en lo que supone la guerra en sí misma. Una y otra película desvelan, por tanto, una perspectiva historiográfica que el historiador no puede obviar, sino atender, escuchar y explicar, en la reflexión crítica de la historia que vivimos.

 

1. La visión USA del conflicto en la Yugoslavia


La película norteamericana Tras la línea enemiga difícilmente puede salir bien parada de una aguda crítica cinematográfica. Sin embargo, sí es interesante reseñarla desde una óptica histórica, pues este film es también una interesante lectura de la visión norteamericana de su intervención en Bosnia. Ante la pregunta sobre el valor histórico del film, la respuesta incide en dos puntos: el que nos demos cuenta de porqué creen los norteamericanos que han intervenido en Bosnia y la necesidad de mostrar la guerra -sea cual sea- como una forma de autoproclamarse defensores de la justicia y la libertad, como si fuera un valor propio de su idiosincrasia -histórica y cinematográfica al mismo tiempo-, que se vincula a su política exterior en el mundo.En el film no hay un solo intento de preguntarse el porqué de tamaña locura, ni de tipificar el problema, ni de definir a los contendientes del conflicto, ni tan siquiera qué hacen ahí ni porqué intervienen los Estados Unidos. Sin embargo, la respuesta a esta última pregunta se responde cuando termina la película, con un desenlace que mezcla una conclusión moral -los malos siempre pierden- y heroica -la típica norteamericana, se entiende-. Esto no significa que la película no incluya interesantes puntualizaciones respecto al conflicto. Así, aparecen combatientes musulmanes que intentan defenderse del asedio serbio, mientras que, por otro lado, Europa busca el cese del fuego por ambas partes -incapaces de darse cuenta de las barbaridades serbias-. De este modo, cuando el piloto es capturado por los musulmanes, le reprochan su actitud pasiva -más bien a la propia Europa por no dejarles intervenir-, ante el avance de los serbios con sus tanques, sin respetar el alto el fuego, y a la vez, por los crímenes que pretenden ocultar, y que el piloto norteamericano ha sido el único capaz de localizar en una de esas extrañas coincidencias del destino.

En realidad, parece que, si no fuera por el piloto que descubre las fosas comunes, nadie se habría dado cuenta de lo que está sucediendo, ni de los crímenes ni de la indefensión de los musulmanes ante la violencia serbia. Porque, dejando a un lado sus cualidades cinematográficas -con sus increíbles elipsis, planos encadenados vertiginosos y su ritmo trepidante, pero nada creíble-, no cabe la menor duda de que el cine es un referente que observa una historia, una realidad, una radiografía intelectual, en este caso, de la idea de los Estados Unidos sobre su protagonismo en la extinta Yugoslavia. Parece que sólo por su intervención y su heroísmo se hubiera podido conocer la gravedad de los hechos, y nadie mejor que ellos para mostrarlo, cuando pretenden rescatar a su "chico", cuesten las vidas que cueste, aunque Europa, recreado por el personaje de Joaquim de Almeida, intenta por todos los medios ponerle trabas al proceder típicamente estadounidense de "a mi manera". Entendiendo, finalmente, que ellos tenían razón y que la vida de su "chico" era crucial para desvelar todo tipo de injusticias. Como escribe el crítico Hilario J. Rodríguez: "Todo esto para acabar recordando una vez más que a los norteamericanos les interesa tres pimientos si el mundo cambia o no, mientras ellos no cambien, mientras sigan pudiendo encontrar esas guerras que los justifiquen". (RODRÍGUEZ, Hilario J., "El territorio de nadie", en Dirigido núm. 308, enero de 2002).
El film está trufado, igualmente, de una idiosincrasia en la que, al final, se advierte una visión maniquea de los buenos -los Estados Unidos-, y los malos, que les importa poco que sean serbios, afganos o libios, con tal de que puedan ponerles dicha etiqueta. Por ello, se olvidan completamente del problema étnico -muy complejo por otra parte- existente en esta confrontación bélica, de la que aún estamos escuchando sus lamentos en la prensa cada día -como el reciente juicio de Milosevic-. Se entiende de este modo, que sus intervenciones militares necesitan ser justificadas ante la opinión pública de su país, como si fueran filmes de cowboys en los que acaban matando al malo de la película y salvando al pueblo de turno. Pues dudo mucho de que el interés que les suscita su intervención en Yugoslavia no fuera más que cumplir con su papel de policías del mundo.
Porque sin ir más lejos, en una escena, el héroe se ríe afirmando qué raro suenan las ciudades de Grovni o Srebrenica -donde se cometieron auténticas tropelías y por lo que se está acusando a Karasic o Milosevic ante el Tribunal Internacional de La Haya por crímenes de guerra-, lo que certifica el escaso interés que despierta al inicio del film el mapa de Yugoslavia, o lleva a decir que ya no hay nazis como en Normandía -paradoja que intentan subsanar cuando descubren que son los serbios los nuevos malos que buscan-. O la aparatosa duda existencial del protagonista, cuando desea dejar la Marina porque, en realidad, él no está para patrullar por el Adriático con los brazos cruzados -su vida sólo tiene sentido en lo heroico, al parecer-. Finalmente, en un casual vuelo de reconocimiento, los crímenes serbios le ayudan a responder a su pregunta. Ellos están para defender la justicia en el mundo.
Claro que, respecto al papel que juega Europa en la trama, también existe una aguda y acertada crítica de la pasividad con que ésta reaccionó ante el desgarramiento político de Yugoslavia. Sobre todo, tras el discurso de Milosevic en el que proclamó, ante una multitud enfervorecida, lo que llamó la "Gran Serbia" y que se convertiría en el punto de arranque de toda esta tragedia humana, que hoy tanto nos preocupa. Ni unos ni otros llegamos a comprender lo que sucedía durante el inicio de las hostilidades, hasta que fue demasiado tarde para parar esta sangría, que acabaría con la vida de miles de serbios, croatas y bosnios musulmanes. Pero, sin duda, el film se convierte en un referente para entender el papel que se sabe juega Estados Unidos en Europa y el recelo con que observan, en todo caso, las cortapisas de Europa a su política intervencionista.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

T. O.: Behind the Enemy Lines. Producción: Davis Entertainment, para 20th Century Fox (USA, 2001). Director: John Moore. Productor: John Davis. Guión: David Veloz y Zak Penn, según un argumento de Jim Thomas y John Thomas. Fotografía: Brendan Galvin. Diseño de producción: Nathan Crowley. Música: Don Davis. Montaje: Paul Martín Smith. Intérpretes: Gene Hackman, Owen Wilson, David Keith, Joaquim de Almeida, Gabriel Macht. Color - 106 min.

 

2. La visión europea del conflicto en Yugoslavia

Si intentamos ser honestos con la crítica de En tierra de nadie, el film promete mucho más de lo que realmente ofrece al final del mismo, en lo tocante a su explicación del conflicto en Bosnia -aunque en una impecable factura cinematográfica-, si bien lleva a preguntarnos: ¿Cuál es el papel de la ONU en la resolución de los problemas en el mundo? El interés del film se centra en la historia entre un serbio y un bosnio, que se encuentran en una trinchera en mitad de un campo de batalla. Una patrulla bosnia que se dirige hacia la línea del frente se ve envuelta por la niebla y, tras echar el alto, a la mañana siguiente se encuentran en mitad del campo de batalla, muy cerca de las líneas serbias. Al ser descubierta, la patrulla es abatida, en esta tierra de nadie, en donde se encuentra una trinchera abandonada. En el tiroteo, sobrevive uno de los integrantes de la patrulla bosnia, que acaba encontrándose con un soldado serbio, ambos heridos y sin poder escapar de allí. Otro de los integrantes de la patrulla bosnia, aturdido por la una bomba y dado por muerto, es colocado como trampa encima de una mina terrestre. En este escenario se desarrolla esta tragicomedia criticando la guerra y su sinsentido.

El lirismo y una puesta en escena original despiertan el interés del espectador nada más arrancar el film. Pero cuando se intenta explicar el porqué de lo que sucede se aligera la explicación del problema, y primero sitúa al bosnio obligando al serbio a afirmar que ellos comenzaron la guerra, y cuando el serbio consigue robar un arma, obliga al bosnio a afirmar lo mismo, reflejando lo absurdo de la cuestión, una vez desatado el conflicto. Y eso es lo remarca el film: ¿Si ambos son culpables, porqué no haber evitado el enfrentamiento? Ese es el fondo de la pregunta en la extinta Yugoslavia, aunque el film no intenta plantearlo con más contundencia, pregunta de la que todos queremos entender su significado.Cuando, al final, los dos deciden tomarse una tregua para intentar salir de allí, salen desnudos a su vez -en calzoncillos, en la tragicomedia de la guerra-, para atraer la atención de ambos frentes y que llamen a las fuerzas de la ONU. El film, sin dejar de atender a un deslizamiento tragicómico en todo su discurso, no abandona su sentido crítico respecto a la actitud de Europa en su intervención en Yugoslavia. Porque cuando, por fin, bosnios y serbios dejan pasar a un carro blindado de los cascos azules franceses, el sargento, contraviniendo las órdenes, se acerca al lugar de los hechos para intentar sacar a los dos hombres de la tierra de nadie. Pero, una vez que consigue llegar a la trinchera, recibe órdenes para que abandone a los heridos porque esa no es misión de la ONU -en la paradoja, se resaltan imágenes de televisión en donde aparece Mitterrand en Bosnia con Karasik abriendo un aeropuerto en Sarajevo para que entre ayuda humanitaria.

 

En el camino de regreso, el sargento, queriendo hacer algo, se encuentra con una corresponsal de guerra, lo que le hace utilizar a la prensa para airear el suceso en los medios de comunicación. Y todo se enreda cuando los mandos de la ONU deciden intervenir sobre el terreno ante la presión de los medios. Pero el bosnio, resentido con el serbio, en los pequeños roces que se han ido generando entre los dos -la rabia es el ciego catalizador de este odio que llevan al crimen y al asesinato sin sentido-, consigue un arma, disparándole y, en respuesta, un soldado de la ONU mata al bosnio. En vez de arreglar algo, la presencia de los cascos azules lo ha complicado más todavía llevando a los dos a la muerte.

Al final, en plena confusión, se decide jugar con la prensa -demostrando, eso sí, su importancia en este mundo nuestro-, para que nadie les reproche su pasividad y así salir airosos del embrollo. Por eso, hacen creer que han salvado al bosnio de la mina, al menos ante los medios de comunicación, que son los que realmente importan para guardar las formas de la acción de la Unprofor. En realidad, le dejan en mitad de la tierra de nadie a su suerte. Al eco de lo ocurrido en Bosnia, este es un film sincero -aunque le falte un poco más de fuerza expresiva-. Sin duda, filmes como Antes de la lluvia, Savior o bien Las flores de Harrison, expresan de igual manera lo ocurrido en Yugoslavia desde diferentes ópticas y sensibilidades, e intentan explicar el motor de las guerras y sus terribles consecuencias. Eso sí, en el film hay una fiera crítica a Europa y a su nula capacidad de reaccionar ante dichos trágicos sucesos, que no pasa desapercibida para el más avispado de los espectadores. ¿Por qué Europa no se internó en Yugoslavia y se frenó esta locura? Es la pregunta que nos queda por responder todavía y que el cine, como buen contador de historias, nos recuerda.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

T. O.: No Man´s Land. Producción: Noé Productions /Fabrica Cinema/Man´s Films/Counihan Villiers Productions-Studio Maj/Casablanca (Francia-GB-Eslovenia-Bosnia-Herzegovina-Italia-Bélgica, 2000). Productores: Frédérique Dumas-Zajdela, Marc Baschet y Cedenir Kolar. Director: Danis Tanovic. Guión y diálogos: Danis Tanovic. Fotografía: Walter Vauden Ende. Música: Danis Tanovic. Decorados: Dusko Milavec. Vestuario: Zvonka Makuc. Montaje: Francesca Calvelli. Sonido: Henri Morelle. Intérpretes: Branko Djuric, Katrin Cartlidge, Simon Callow, Rene Bitorajac, Filip Sovagovic, Georges Siatidis, Ranja Ribic, Serge-Henri Valckre, Alain Eloy. Color - 98 min. 3.

 

La comparativa entre Tras la línea enemiga y En tierra de nadie

Estas dos visiones cinematográficas de lo ocurrido en Yugoslavia incurren en un mismo acierto, su crítica a la actitud de Europa en el conflicto y la nula capacidad de la ONU para poder poner coto y fin a esta guerra. Fue como una burla a los mecanismos que, tras la Segunda Guerra Mundial, pretendidamente se crearon para salvar al mundo de otra conflagración bélica. Pero, en este caso, inherente a la propia incapacidad de poder frenar los acontecimientos, Europa actuó mal y tarde, intentando comprender lo que ocurría cuando era su momento de actuar. Por eso mismo, en su visión maniquea, los norteamericanos se arrogan, de algún modo, lo que luego vino a suceder con su intervención en Kosovo. Se llamó a la caballería, reconociendo una vez más que sólo los Estados Unidos son capaces de intervenir en un escenario bélico sin que nadie pueda oponerse a su poderío militar. Pero en algo se equivocan, y es que no intentan comprender la naturaleza de este conflicto, sólo argumentan lo que ya sabemos, que sólo ellos son capaces de salvarnos de nosotros mismos, en esta común heroicidad suya.
Sí en Tierra de nadie podemos encontrar la dualidad entre un serbio y un bosnio que se van odiando en el transcurso del film, primero sin saber porqué y, luego, por una serie de rencillas naturales que surgen al calor de su enfrentamiento, en Tras la línea enemiga los serbios son los malos naturales, sin entender ni explicar porqué lo son, más bien, se les tiñe de nazis, pero de los años 90, para que nadie dude de que su intervención fue justa. Más cuando, mientras Europa busca el diálogo y la paz, es engañada por los traidores serbios porque se les están escondiendo los crímenes perpetrados.

 

En Tierra de nadie el odio, la venganza y después la muerte de los dos protagonistas es explicada desde una óptica muy aguda, criticando cómo dos hombres que no se conocen de nada se van odiando por una serie de circunstancias hasta que ellos mismos parecen inmolarse, buscando la muerte del otro. A esta visión se opone la explicación totalmente heroica y unidireccional de Tras la línea enemiga, con los malos, los buenos (o sea el Ejército norteamericano) y los musulmanes que, para curarse en salud, aparecen de refilón y sólo como víctimas de la inoperancia de Europa. De hecho, las escenas finales de ambos filmes son recurrentes. Mientras que en Tras la línea enemiga, el héroe es rescatado de la forma más espectacular posible e, incluso, jugándose la vida para rescatar las pruebas de los crímenes serbios; En tierra de nadie se observa, en cambio, el patetismo de un final trágico -creíble, en todo caso-, con la cámara señalando el cuerpo del bosnio, inmóvil, encima de la bomba que en un movimiento puede matarle. Si el cine norteamericano siempre acaba por presentarse como el gran valuarte de la verdad y la justicia, en cierta mirada crítica, en el cine europeo acabamos siendo víctimas trágicas de nosotros mismos, en guerras que netamente son absurdas porque, en su resultado final, entendemos que no llevan a nada, sino al dolor, en la visión histórica y moral que subyace a toda reflexión humana.

Una vez más, el cine nos advierte, en la comparativa cinematográfica e histórica, que no debemos dejar de subrayar la importancia del medio visual para recrear la realidad. Una y otra visión del conflicto yugoslavo refuerzan la idea de que el cine es, de hecho, un documento de primera magnitud para entender el mundo en el que vivimos. No obstante, es necesario saber filtrarlo, en una crítica histórica de todo lo que el cine nos cuenta, de modo que nos ayude a reforzar la idea de un mundo que pueda vivir algún día en paz. De este modo, conviene citar a Javier González Martel cuando dice:

"El cine es, para nosotros, todavía, algo para llenar los ratos de ocio, no un elemento vivo e integrador del saber académico. Conviene corregir esa visión, porque el cine puede ser útil y enriquecedor para la enseñanza y porque, al igual que ocurre con la literatura, aprender a ver cine requiere un cierto esfuerzo. La historia del cine ofrece un potencial que ya no es lícito obviar al pensar en la educación".

(GONZÁLEZ MARTEL, Javier, El cine en el universo de la ética. El cine-fórum. Madrid: Anaya, 1996, pp. 9-10). Y, añado, ni en el conocimiento histórico.