EL HIJO DE LA NOVIA, O EL DETERIORO DE LA CLASE MEDIA BONAERENSE

T. O.: El hijo de la novia. Producción: Pol-Ka Producciones-Patagonik Film Group/Tornasol Films (Argentina-España, 2001). Productor: Adrián Suar y Gerardo Herrero. Director: Juan José Campanella. Guión: Juan José Campanella y Fernando Castets. Fotografía: Daniel Shulman. Música: Ángel Illaramendi. Dirección artística: Mercedes Alfonsín. Decorados: Pablo Raciopp. Vestuario: Cecilia Monti. Montaje: Camilo Antolini. Intérpretes: Ricardo Darín (Rafael), Héctor Alterio (Nino Belvedere), Norma Aleandro (Norma), Eduardo Blanco (Juan Carlos), Natalia Verbeke (Naty), Gimena Nóbile (Vicky), David Masajnik (Nacho), Claudia Fontán (Sandra), Atilio Pozzobón (Francesco), Salo Pasik (Daniel), Humberto Serrano (Padre Mario), Fabián Arenillas (Sciacalli). Color - 124 minutos. Estreno en España: 23-XI-2001.

Si bien el tema del que se hablará en el film es el casamiento de los padres, el hijo es quien se ubica en el centro de la escena. Su drama. De ahí el título del film. Melancolía, alegrías, bromas, problemas. Asuntos pendientes. Todos estos elementos forman la composición general de esta pintura cinematográfica.

Se trata de dos generaciones bien distintas, tal vez de una fractura entre ellas: la tradición versus el cambio permanente, el estrés como estilo de vida. Las viejas maneras versus el ajetreado devenir del mundo actual del trabajo. Rafael Belvedere (Ricardo Darín) es el dueño de un restaurante, heredado de su padre, Nino (Héctor Alterio). Ya ha pasado los cuarenta años. No le va mal. A veces algo falla. Pero es exitoso. Eso tiene un costo. Lo que no va muy bien es su vida personal, que no tiene. El lugar lo ocupa su trabajo. Bajo esa alfombra esconde sus frustraciones. La mayor de todas: la falta de aprobación por parte de su madre, Norma (Norma Aleandro), quien siempre lo trató como un fracasado. Justo cuando Rafael logra el éxito con el negocio del restaurante su madre cae enferma de Alzheimer, pierde la memoria. No lo reconocía antes. No lo reconoce ahora. Y de modo definitivo. Como una muerte anticipada.
Rafael se ha divorciado hace un tiempo, tiene una hija a la cual no le presta mucha atención. La atiende compulsivamente, muchas veces dialoga con ella mediante órdenes. No se interesa por sus deseos ni preocupaciones. Por su vida. También tiene una novia a la que tampoco le muestra mucho interés. Frases automáticas únicamente. Ideas ya pensadas por otros. Nada auténtico. El estrés y la compulsión nomás. En medio de todo ese trajín, el casamiento por iglesia de sus padres le resulta una experiencia demasiado fuerte para afrontar. No quiere mirar para atrás. Sumado el estrés, Rafael logra unas vacaciones de quince días en terapia intensiva. Sin embargo, el ataque al corazón no le quitará vitalidad.

Aparece en escena Juan Carlos (Eduardo Blanco), un amigo la infancia de Rafael. Se presenta en el restaurante con una broma inesperada: es actor de cine y por lo tanto tiene oficio. Es el elemento desconcertante. Desestructurante para un relato lleno de tensiones y angustias. Será un acompañante muy importante a partir de ese momento, aunque no lo sepa. Hay partes muy graciosas. Le resolverá a Rafael un problema central. Disparatadamente.

Detrás de los momentos alegres y cómicos se encuentra el dolor que no desaparece ni se diluye, que no se puede esquivar así nomás. No se lo puede negar sin aumentarlo. La alegría está en darle el gusto a la madre, aunque ella no se entere de lo que ha sucedido. La alegría está en darse el gusto a sí mismos, padre e hijo, en crear la ilusión de que fue posible. En redimirse a sí mismos, no tanto a la madre. Como dice el anuncio del film: "si la vida te pasó de largo, ¿qué esperás para alcanzarla?)
En el desarrollo del film hay cruces de historias que están al servicio de impedir la monotonía del camino hacia el altar. Logra así una composición narrativa consistente, bien entramada. El pasado tiene su lugar en los recuerdos televisivos, en ciertos juegos. Las actuaciones muestran los sentimientos con una expresividad bien definida. Hay unos primeros planos que se extienden, sin prisa, muy destacables. Como cuando Nino describe a su mujer en la época del viejo restaurante. La expresividad de Norma, con el silencio, la seriedad y ciertas intervenciones hacia lo ridículo y desinhibido, presenta un personaje acabado.

Hay un paralelo entre el drama del hijo y el drama del padre: la búsqueda de un reconocimiento imposible. Así como (el hijo) no logra que la madre lo reconozca (en un sentido amplio), se hace dificultoso para el padre conseguir de la Iglesia el reconocimiento del nuevo matrimonio. Un duro doble obstáculo. Un destino compartido. La dureza del no. Del mismo modo, la indiferencia de Rafael hacia sus seres más cercanos es una negación. Una forma equivocada de trasladar su drama interior. De buscar un culpable y un castigo. Un desquite. Como se comprueba con la venta del restaurante: se olvida de sus amigos, no los tiene en cuenta.

La ruptura entre las dos generaciones es significativa: no simplemente como un signo de dos culturas distintas. Habla de un trasfondo que abarca el mundo del trabajo, de la economía. Un cambio en las actitudes mentales. Del sentirse dueño del propio destino a ser manejado por variables que ya no se controlan y terminan provocando estrés. Trabajando veinticuatro horas. Teléfono en mano. Para volverse paranoico. Sin que sea rigurosa la comparación, puede verse este proceso semejante a la división del trabajo del siglo XIX con el surgimiento de la fábrica y la alienación personal por la pérdida del control del proceso productivo.

En los tiempos lejanos, Nino trabajaba con su mujer en el mismo restaurante. Ellos compartían el trabajo. Atendían al público de modo personalizado. Ella era la gran protagonista, se compraba a los clientes con su encanto. Entre los dos controlaban la pequeña empresa que habían armado y dado en herencia a su hijo.
Con el paso del tiempo, Rafael se ha enriquecido más que ellos, pero también ha contraído deudas de todo tipo, especialmente para con su vida personal. Y de hecho ha perdido el control poco a poco hasta verse obligado a vender el negocio a una multinacional. Es lo que muchos han criticado como la desnacionalización de las empresas argentinas. En este caso, a pequeña escala. Es el deterioro de la clase media: su achicamiento. Los que generaron la empresa y los que la perdieron en manos de grandes grupos de empresarios. La brecha entre ricos y pobres ha ido aumentando en los últimos años de modo acentuado. Es el impresionante fenómeno de concentración de la economía en pocas manos, en grandes grupos especialmente. Se muestra una crisis sutilmente, sin denuncias ni ideologías: con los hechos. Tal vez sea ese el modo ideológico de denunciar. No es una película donde el humor oculte las circunstancias que lo rodean.

El director Juan José Campanella (Buenos Aires, 1960) ha trabajado con el productor Adrián Suar (Pol-ka), escribiendo guiones para la televisión argentina (la serie dramática "Culpables").
Este film ha recibido la nominación al Oscar como mejor película extranjera. Ha ganado el Gran Premio del Jurado y el de Mejor Película Latinoamericana en el Festival de Montreal. Ha sido premiado con la Espiga de Plata y el Premio del Público en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI). También en el festival de La Habana ha merecido el Premio del Público y Gran Premio de la OCIC. Y, como la comentada Nueve reinas, se ha mantenido en España durante meses en cartel.

 

GERARDO BOLZÁN