MONTERO, Julio; PAZ, Mª Antonia; SÁNCHEZ ARANDA, José J.

La imagen pública de la monarquía. Alfonso XIII en la prensa escrita y cinematográfica.
Barcelona: Ariel, 2001, 280 pp. Col. Ariel Comunicación


Estamos ante un libro francamente novedoso. Y lo es porque se opone a la percepción de una historia puramente política del siglo XX que relega a la comunicación social a un papel de testigo que, como mucho, se le concede una influencia meramente accidental. A través del estudio de la imagen de Alfonso XIII reflejada en los medios de comunicación se ejemplifica cómo se puede empezar a construir una historia de los "procesos comunicativos completos": la comunicación no se detiene en la intencionalidad del emisor por transmitir un mensaje, sino que también debe abarcar el estudio de las imágenes o los estereotipos creados y, sobre todo, asimilados a partir de esos mensajes. Este enfoque apunta directamente al estudio de algo que en historia de la comunicación social siempre suele tenerse por etéreo e inaprensible científicamente como la opinión de los públicos. Dos de los grandes valores de este libro son el tener la audacia de hacerse la pregunta: ¿y los españoles que pensaban de Alfonso XIII? y el de mostrar toda una metodología de trabajo que permite comprobar la veracidad de las conclusiones.
Los profesores Montero, Paz y Sánchez Aranda parten de una hipótesis de trabajo: los medios de comunicación han tenido que influir en el advenimiento de la República a España generando una imagen negativa del rey. Tras estudiar 16.000 artículos y revisar a fondo los abundantes noticiarios cinematográficos del periodo 1902-1931, los autores revisarán su hipótesis: la realidad la ha invalidado.
En principio, llama la atención la escasa influencia de la prensa seria de la época en las clases populares españolas. Las tasas de analfabetismo que rondan la mitad de la población adulta son un aislante eficaz que impediría que un modelo de propaganda que utilizase como vehículo la prensa funcionase. Así, aunque los medios escritos respaldan al monarca, sus posibilidades de influencia son mínimas porque los receptores son pocos. Quizá eso explique por qué aunque sólo un 0,1 % -exactamente 8 artículos de 16.000- defienden la República como forma de gobierno, el rey debió salir del país. Los periódicos únicamente escribían para una élite, que estaba incomunicada del resto de la población.
Paradójicamente, tampoco los noticiarios cinematográficos, que sí llegan a un sector más amplio de la población, lograrán sostener a Alfonso XIII. Hay que tener en cuenta que el cine a principios del siglo XX hace unas lecturas de la realidad que tienen escasa competencia con cualquier otro medio: la imagen tiene mayor capacidad que la palabra para fijar arquetipos más duraderos en la memoria. El análisis minucioso que se lleva acabo de las 36 películas existentes en la Filmoteca Española sobre la figura de Alfonso XIII nos sitúa ante una aproximación a lo que se podría definir como "la imagen percibida" del rey. Aparece un monarca viajero, rodeado siempre de personalidades políticas, militares y religiosas, que constituyen un filtro en sus relaciones con las clases populares. También un monarca moderno: fuma, conduce coches, visita fábricas... pero tampoco se percibe la cercanía popular en esas imágenes. El pueblo también está ausente de las escenas del monarca practicando polo, tiro de pichón o caza... Sólo el viaje a Las Hurdes le acerca -en las imágenes- a las gentes sencillas, aunque el noticiario no deja mucho espacio para la identificación con la idea de un pueblo feliz volcado con su rey. El papel que desempeña la gente es muy secundario y está marcado por un rasgo de servidumbre feudal: a los lugareños se les representa desatascando el coche real del barrizal. En general, la España diegética, la que aparece en las pantallas, se sitúa al margen de los problemas políticos y más que un uso persuasivo, los noticiarios representan una crónica social de las actividades del rey que acentúan cada vez más el perfil humano de Alfonso XIII.
Después del análisis, elaboración y crítica de los datos recogidos, los autores demuestran que la hipótesis de la que partían era falsa. Es entonces cuando se plantea un enigma comunicativo: si los medios de comunicación eran extremadamente favorables a Alfonso XIII, ¿cómo es posible que en las elecciones del 14 de abril del 1931, probablemente las primeras que contaron con la participación mayoritaria del electorado, sea proclamada la República? La explicación que se da en el último capítulo es, al mismo tiempo, un reto investigador: quizá la imagen pública de Alfonso XIII se fabricó más en espacios públicos como las Casas del Pueblo, donde dominaba la difusión oral sobre otros modos comunicativos, que en los medios de comunicación. En definitiva, el estudio de la imagen pública de Alfonso XIII muestra como la historia de la comunicación social debe "romper con la tentación de analizar lo fácil -lo que los medios difunden y la estructura y organización de éstos- y adentrarse a analizar otras lógicas y aceptar la existencia de estratos comunicativos variados, con interdependencias, pero también con aislamientos". El desafío investigador ya está formulado.

JOSÉ CABEZA