PUNTO DE MIRA. LA "CAZA DE BRUJAS"
REMEMORADA


Título original: One of the Hollywood Ten. Producción: Morena Films, para Alibi Films International (GB-España, 2000). Productores: Karl Francis, Juan Gordon y Stuart Pollack. Director: Karl Francis. Guión: Karl Francis. Fotografía: Nigel Walters. Música: Víctor Reyes. Dirección artística: Vincent Mateu-Ferreur. Decorados: Frazer Pearce. Vestuario: Bina Daigeler. Montaje: John Richards. Intérpretes: Jeff Goldblum (Herbert Biberman), Greta Scacchi (Gale Sondergaard), Ángela Molina (Rosaura Revueltas), Antonio Valero (Juan Chacón), Geraint Wyn Davies (Michael Wilson), John Sessions (Paul Jarrico), Sean Chapman (Edward Dmytryk), Peter Bowles (Jack Warner), Christopher Fulford (Riffkind). Color - 108 min. Estreno en España: 9-XI-2001.

 

El denominado "maccarthismo" sigue centrando la atención de los teóricos y creadores. A la extensa bibliografía sobre la "caza de brujas" norteamericana (vid. nuestro artículo "Cinematic Contextual History of High Noon (1952, dir. Fred Zinnemann)", en Film-Historia, vol. VI, núm. 1, 1996, pp. 37-61, con entrevistas al propio realizador y a Robert A. Rosenstone), se añade ahora el estreno comercial de un film británico sobre el tema: One of the Hollywood Ten, del galés Karl Francis, presentado en la clausura del 48 Festival Internacional del Cine de San Sebastián.
En efecto, el Comité de Actividades Antinorteamericanas (HUAC) no ha sido olvidado por los especialistas ni por la sociedad. En 1999, con motivo de la concesión de un Oscar honorífico a Elia Kazan -que fue uno de los delatores- se reabrió la polémica. Ahora, en esta coproducción hispano-inglesa, se ofrece un sentido homenaje a uno de los Diez de Hollywood: el cineasta Herbert Biberman, una de las víctimas de la Comisión Dies (1947), antecedente al "terror rojo" del senador republicano Joseph McCarthy, que llevó primero a cabo el juez J. Parnell Thomas -más tarde sería él mismo procesado-, junto al futuro presidente Richard Nixon.
Pero, ante todo, Punto de mira (2000) es una vívida rememoración de los avatares del heroico rodaje de ese film vanguardista que se titula Salt of the Earth (1954), obra de cariz "contestatario" que dirigió el propio Biberman -al poco de salir de la cárcel-; una magistral película independiente, producida por Paul Jarrico y escrita por otro "purgado" por el "maccarthismo": el guionista Michael Wilson.
Si Wilson fue condenado a una larga inactividad por la HUAC y tuvo que firmar con otro nombre los guiones de La gran prueba (William Wyler, 1956) y El puente sobre el Río Kwai (David Lean, 1957), al estar incluido en las "listas negras" de Hollywood; Herbert J. Biberman (Filadelfia, 1900-Nueva York, 1971) sufrió más duramente la "caza de brujas", al ser despedido por la Warner Bros. y quedar en el ostracismo su referida película hasta 1965, cuando se autorizo el estreno en USA de La sal de la tierra. (En España no se presentó hasta después de la muerte de Franco, en 1979). De ahí que Biberman -norteamericano de origen judío, antiguo director escénico y miembro del PC estadounidense- no pudiera volver al plató hasta 1969 (con Slaves), para morir prácticamente olvidado.
Punto de mira posee dos partes bien diferenciadas. La primera introduce al espectador en el clima que se gestaba en USA en esos primeros años de la Guerra Fría -con la paranoina anticomunista desatada en las altas instancias políticas y el miedo de la misma comunidad social-, la cual incluye la célebre declaración los Diez de Hollywood ante el temido Comité de Actividades Antinorteamericanas -con los actores encabezados por Humphrey Bogart y Lauren Bacall, que se manifestaron y asistieron al sonado acto-; así como la condena en 1950 de los implicados -acogidos a la 5ª Enmienda de la Constitución USA- a seis meses de prisión "por ultrajar al Congreso".

Acaso hubiese ganado el film si Karl Francis hubiera incluido las numerosas imágenes documentales que se conservan de aquel hecho histórico (sólo aparecen al principio y en el epílogo), y no con la caracterización -poco lograda- de Bogart y ambiente del juicio. Sí está conseguido, no obstante, el episodio de la delación de Edward Dmytryk, así como la situación de angustia de los hijos y la esposa de Biberman, la antes "oscarizada" actriz Gale Sondergaard (Mejor interpretación secundaria en 1937), que también vería arruinada su carrera por mantenerse fiel a su marido y a sus ideas. Ahora bien, algunas secuencias reconstruidas saben un tanto a cartón-piedra, al tiempo que cierto tono maniqueo se advierte en relato (de manera especial, en los policías y el personaje de Jack Warner), el cual habría evitado el cineasta británico insistiendo más en la libertad de expresión y el amor a los Estados Unidos de América que también movía a estos expulsados de Hollywood y marginados por el sistema. Francis, que es un realizador de BBC y está interesado por los temas sociales -amigo de Ken Loach y Mike Leigh-, tendría que haber pulido más este aspecto de su recreación histórica.
La segunda parte, en cambio, está mucho más lograda: el público asiste con emotividad y fuerza crítica a la reconstrucción del rodaje de La sal de la tierra. Película hoy mítica, que evocó la huelga acaecida en la mina Delaware Zinc Inc., en Silver City (Nuevo México), donde tras un accidente mortal los obreros fueron sustituidos por su propias mujeres y, al final, todos ganaron en sus justas reivindicaciones. Veamos, en síntesis, la breve valoración que hizo de este film el historiador Román Gubern, diez años antes de su estreno en nuestro país:

"Producción independiente de Paul Jarrico, realizada con el apoyo del sindicato internacional Union of Mine, Mill and Smelter Workers, el rodaje de la película fue muy accidentado, por la presión y coacción de las autoridades que intentaron suspenderlo en repetidas ocasiones. Animada por una intención verista y documental, dentro de la mejor tradición del cine-testimonio, Salt of the Earth constituye uno de los rarísimos ejemplos de cine abiertamente antirracista y feminista, de contenido revolucionario, realizado en Estados Unidos. Recibió el premio de la católica Legión Mexicana de la Decencia (1955), el Gran Premio de la Academia de Cine (París, 1955) y el Gran Premio de Interpretación femenina a la actriz Rosaura Revueltas, en el Festival de Karlovy Vary (1955)".

En esta rememoración de La sal de la tierra -a veces parece un remake- se reconstruye la quema de decorados, los disparos entre los miembros del equipo de rodaje y los agentes, el intento de robo del negativo del film por parte del FBI -ya que acusaban a sus autores de estar financiados por la URSS- e, incluso, miembros del Ku Klux Klan incendiaron las casas de algunos "extras" que intervenían en la película. Asimismo, el matrimonio Herbert Biberman-Gale Sondergaard sufriría un proceso de transformación, una toma de conciencia -concepto que estableció el marxismo- en su relación con los mineros protagonistas, actores e intérpretes no profesionales. En 1965, Biberman publicaría sus memorias y sintetizaría así los avatares:

"Lo que resulta más sorprendente es que pudiéramos acabar la película teniendo en contra los Sindicatos, las Organizaciones de vigilancia gubernamentales, una parte del gobierno y los laboratorios. (...) En su época, la gente tenía miedo de ir a ver la película, temían que algún agente del FBI les siguiese y les denunciara". (Cit. por RIAMBAU, E. "Reviure La sal de la tierra", en Avui, 11-XI-2001; crítico que recomendaba se repusiera hoy el film original. Poco después, la Filmoteca de la Generalitat de Catalunya haría caso a este colega: proyectó la película original).

Por eso, casi medio siglo después, resulta entrañable el homenaje de Karl Francis a una obra radical que ya ha pasado con letras de oro a la Historia del Cine mundial.
Con todo, lo mejor de este film, un tanto menor por su correcta pero modesta puesta en escena -fue rodado en España-, es la gran interpretación que brinda Jeff Goldblum como Herbert Biberman. Merecería ser candidato al Oscar de Hollywood al mejor actor. Asimismo, nuestra Ángela Molina borda su breve pero intenso papel como la actriz Rosaura Revueltas (Esperanza Quintero, en la película original), que fue deportada durante el rodaje y tuvo que refugiarse en Berlín, trabajando en la escuela dramática de Bertolt Brecht. La veterana Greta Scacchi (Presunto inocente, El juego de Hollywood ) hace una notable creación de la Sondergaard. Por último, aparte de los otros Hollywood Ten, también resulta muy creíble el español Antonio Valero como Juan Chacón, que incorporó antaño al minero Ramón, quien se enfrentó al sheriff de la localidad (Will Geer ayer) y, por ende, al orden establecido de la Norteamérica de los años 50. Un diez, pues, al brillante reparto.